LOS AÑOS DEL DESMADRE
Focus: Sociedad
Fecha: 02/01/2001
Cuando Tom Wolfe era menos conocido y no cobraba millones de dólares en derechos anticipados por una obra que apenas tenía en la cabeza, escribió una divertida crónica sobre la América de los setenta.
La América de Wolfe no era la América de "los negros, los viejos y los pobres", sino la América del espectáculo ramplón y narcisista que los medios de comunicación de masas, las iglesias y sus telepredicadores, los defensores de la moral pública y del vicio privado, los plebeyos encaramados al dólar ganado sin esfuerzo, ofrecían al resto de la población como modelo de vida.
Ahora que la fantasmagoria del cambio de milenio y de siglo parece haber concluido, merece la pena pensar cuál es el saldo después de este supuesto tránsito frente a un concepto, el del tiempo, que no deja de ser más que una convención.
Y el saldo, desde esta orilla del Atlántico, por mucha ONG que ayude a desculpabilizarnos, es bastante mediocre.
La sociedad europea es un fiel reflejo de aquella América que nos describía Tom Wolfe, una sociedad que se alimenta con la basura de "el gran hermano" y se solaza con "la liga de campeones". Una sociedad cuyos mediocres gobernantes no han resuelto ninguno de los contenciosos mundiales importantes que se arrastran desde el pasado siglo. Una sociedad decadente, a la que convendría leer a Gibbon antes de que se produzca la caída definitiva del imperio.
Aunque por una vez vamos a salirnos del refugio de nuestra privacidad y a apostar por una mejora de las condiciones generales. Quizás si nos comprometemos todos un poco más, conseguiremos modificar, aunque sea ligeramente, el signo de los tiempos.
Decía William Hazlitt que las cosas no son interesantes. Es nuestro interés, lo que las hace interesantes.
« volver