MEGALOMANIA

Focus: Sociedad
Fecha: 23/07/2004

En la vieja facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Barcelona (sección Psicología) cursamos un par de asignaturas que significaron para algunos un cambio de rumbo en su orientación profesional: Psicopatología y Psicodiagnóstico.

Para otros, entre los que me incluyo, sirvieron únicamente para ampliar nuestros conocimientos en ciencias de la conducta. En cualquier caso nos hicimos con un repertorio de síndromes que iban desde la neurosis compulsiva a la megalomanía.

Podemos considerar que la megalomanía es una manía, locura o delirio de grandeza. Este último concepto es quizás el más apropiado, pues el sujeto que la padece hace una sobreestimación de las propias capacidades hasta extremos delirantes. Es decir, hace y dice cosas disparatadas, aunque él no tiene conciencia de la situación.

Si además el megalómano se mueve entre fieles adeptos, se refuerza su autoimagen al extremo de contextualizar la parábola de “el rey desnudo”.

El anterior presidente del gobierno de España sufrió un proceso de esta naturaleza, que se simbolizó en manifestaciones como la foto de las Azores, el asalto a la isla de Perejil, la deriva del Prestige, las visitas al rancho de su amigo texano y un largo etcétera de despropósitos.

Ahora que está efectuando un “road show” con su libro de memorias, continúan apareciendo nuevos signos de su perfil psicopatológico. Declara haberse quedado unos documentos secretos que pertenecen al Estado, dice que estaba en su derecho y acaba por negarlo. Pero la guinda del cuadro clínico se pone de manifiesto cuando nos enteramos de que utilizó dinero público para contratar los servicios del lobby Piper Rudnick (abogados y consultores americanos), con el objetivo de que estos mediaran cerca de los congresistas estadounidenses para que le concedieran la medalla de plata del Congreso.

Nuestro expresidente debería leer un libro del psiquiatra Justin Frank, jefe del departamento de Psiquiatría de la George Washington University, y que bajo el título “George Bush en el diván” sitúa al presidente norteamericano entre la paranoia y la megalomanía.

Desde Freud para aquí, hay una larga tradición de chistes de psiquiatras. En uno el psiquiatra le dice a su paciente “No conozco sus problemas. Cuénteme desde el principio...”. A lo que el paciente responde: “Al principio yo creé el cielo y la tierra...”

Con lo feliz que hubiera sido este hombre ejerciendo de subinspector de Hacienda en Logroño.
Alf Duran Corner

 

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