MENTIRAS INCONFESABLES

Focus: Empresa
Fecha: 06/05/2002

Cuando este viejo país descubrió el management, el arte de la gestión empresarial, incorporó un socorrido slogan anglosajón que proclamaba que “los empleados son el mejor activo de las organizaciones”.

Durante muchos años, cuando el ranking de las empresas españolas se hacía en función del número de empleados, el slogan siguió vigente, aunque la realidad distaba de la retórica dominante.

Luego vino la guerra civil, el plan de estabilización, el desbordado crecimiento de los sesenta y la crisis del petróleo de mediados de los setenta.

El valor e importancia de las empresas pasó del volumen de sus ingresos a la dimensión de su excedente, para acabar en el peso de su capitalización bursátil. El número de empleados había dejado de ser relevante.

La automatización industrial y las tecnologías de la información y la comunicación cerraron el círculo. La reingeniería lo remató.

Para las empresas, los empleados eran un pasivo a limitar. Las inversiones productivas debían ser intensivas en capital y no en mano de obra.

El paso siguiente era la externalización. Centrarse en el núcleo del negocio principal y subcontratar el resto. El boom de las empresas de trabajo temporal fue la respuesta del mercado de trabajo.

Y ahora algunos managers redescubren el valor de los empleados y hablan de la gestión del conocimiento y de la importancia de los activos intangibles.

Mentiras inconfesables.
Alf Duran Corner

 

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