MONOPOLIOS PRIVADOS
Focus: Economía
Fecha: 17/12/2001
La gran contradicción del capitalismo moderno es que quiere conjugar el voto de las urnas (en su versión capitalismo popular) con su propia lógica de maximizar el beneficio económico.
Este fenómeno trasciende a todos los sectores, pero se hace más evidente en aquellos sectores que son considerados como servicios públicos de primera necesidad: el agua, la luz, el gas, etc.
Aquí el pequeño accionista apuesta por el dividendo o la plusvalía, sin darse cuenta habitualmente de que ésta surge de su propia explotación como usuario secuestrado.
Las compañías eléctricas, gasistas, suministradoras de agua o de servicios telefónicos operan en régimen de concesión, que tiene un origen perverso. El cliente particular difícilmente puede elegir entre un suministrador u otro. Tiene el que le corresponde, como en un dictado de la divina providencia.
El que los precios de estos servicios se sometan a la aprobación de la Administración Pública no supone ninguna garantía para el ciudadano.
Este poder, típico de los monopolios, se expresa claramente en sus balances y en su valor de capitalización. Gracias a las regalías históricas, compañías como Telefónica o Sociedad General de Aguas de Barcelona, se lanzan a proyectos insólitos, cuyas pérdidas quedan sufragadas por la fidelidad obligada de sus clientes cautivos.
Es por esta razón que algunos teóricos de la economía continúan recomendado la limitación de los monopolios y, en el peor de los casos, exigen que estos sean controlados por el Estado y se dediquen única y exclusivamente a los menesteres de su negocio clave.
Lo demás es retórica neoliberal con intereses bastardos.
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