NO ME GUSTAN
Focus: Política
Fecha: 30/08/2017
Hace un par de años lo dejé escrito, buscando los orígenes de mi distanciamiento. Ahora ya no es necesario. Estamos a las puertas de una decisión que puede cambiar el curso de nuestra historia. Si el día primero de octubre gana el SÍ, el Parlament de Catalunya tendrá que declarar la independencia. Ras i curt.
He vuelto a releer los motivos que en su día esgrimí para mi desafecto hacia España. No soy reactivo. No hay acritud. Simplemente no me gustan.
- No me gusta una sociedad que disfruta con la tortura de los animales y que hace de “la fiesta de los toros” un espectáculo denigrante. No comprendo el disparate de proponer a la comunidad internacional que se haga de esa salvajada “patrimonio cultural de la Humanidad”.
- No me gusta un señor –el presidente Rajoy- que dice tonterías como que “me gusta Cataluña, sus gentes, su carácter abierto, su laboriosidad, son emprendedores, hacen cosas…”.
- No me gusta un pueblo que maltrata su propia lengua y que declara “acabao” un problema, que tiene una amiga “que” su mamá es cantante, que dice vivir en “Valladoliz” o que “escucha” cuando en realidad oye.
- No me gusta un ministro (ahora en retiro dorado) –el locuaz señor Wert- que manifestó su interés por “españolizar a los niños catalanes”.
- No me gusta la monarquía borbónica. En realidad no me gusta ninguna monarquía. Me resultan obsoletas, con su corte de vasallos, siervos y plebeyos. Se han equivocado de siglo.
- No me gusta el chalet de la señora de Cospedal. Me parece de un barroquismo insultante y de una vulgaridad exquisita.
- No me gusta la legión y sus desfiles. Su continuidad es una expresión homófoba propia de sociedades ultraconservadoras.
- No me gusta el abusado uso del espacio público que hace la religión católica –con el apoyo entusiasta de los gobiernos de turno-, cuando debería limitarse al ámbito privado, que es el que le corresponde.
- No me gusta tener que oír las hazañas del expresidente señor Aznar López, tanto si se trata de campeonatos de abdominales como de encendidas arengas a favor de un Estado unitario.
- No me gusta un poder judicial contaminado, en el que jueces y fiscales se atienen a las órdenes del poder ejecutivo.
- No me gusta el señor González. Hace tiempo que ha perdido los papeles y se comporta como un viejo carroza deslenguado. Estaría mejor calladito en un balneario.
- No me gusta la cantinela de la Lotería Nacional. Me recuerda las farinetas, los sabañones y los cupones de racionamiento.
- No me gustan las “barbies” del Partido Popular, que ya no tienen edad para vestirse de “barbies”.
- No me gusta un poder legislativo que actúa como correa de transmisión del poder ejecutivo y cuya mayoría de componentes no hacen más que acudir a una cámara de tanto en tanto, aplaudir frenéticamente a los suyos, ejercer de mamporreros, y distraerse con algún artilugio electrónico.
- No me gusta la ligereza de cascos de la izquierda oficial española (el PSOE), que ha explotado hasta la saciedad su etiqueta antifranquista (cuando en la práctica su compromiso real fue muy limitado en los años de plomo) y sigue instalada en un poder seudodemocrático.
- No me gusta la copla y los sucedáneos modernos de Concha Piquer. Ni la letra, ni la música.
- No me gusta la señora Sáenz de Santamaría y sus modos displicentes, perfecto paradigma del “alto funcionario” de un Estado prepotente.
- No me gustan los partidos políticos, que han hecho de la corrupción una forma de vida y cuyos aparatos se han transformado en “agencias de colocación” de sus militantes y simpatizantes.
- No me gusta la retórica discursiva de la señora Susana Díaz, su continuado uso de la demagogia como herramienta de comunicación y su nula capacidad para comprender la realidad catalana.
- No me gusta el dislate de San Fermín en Pamplona, que hace bueno el conocido oxímoron de “el pensamiento navarro”. Pienso que la borrachera es más una decisión personal que colectiva. Además los toros no tienen ninguna culpa de esa barbarie.
- No me gusta el tupé del señor Bono, ese pintoresco personaje de sainete madrileño, cuyo horizonte intelectual gravita entre el chascarrillo y la chacota.
- No me gusta un país que ha hecho del subsidio un componente estructural.
- No me gusta el señor Montoro y su risita controlada. Imagino que intenta imitar a Groucho Marx, pero le falta la mínima inteligencia.
- No me gusta el relato novelado de la “transición española”, una estafa que acabó ratificando los valores del franquismo, bajo una apariencia democrática.
- No me gustan las camisas blancas del señor Sánchez. Es casi tan insustancial como el señor Rodríguez Zapatero, meta difícilmente alcanzable.
- No me gustan los medios de comunicación españoles. Forman una gran ola amarillenta y maloliente. No se salva nadie, ni a la derecha ni a la izquierda.
- No me gusta el “look” de la casi desaparecida señora Rosa Díez, ni sus arrebatos patrioteros. Se comporta como “la mala” de una telenovela venezolana.
- No me gusta la CEOE. Creo que sólo se representa a sí misma, es decir, a las “grandes” empresas privatizadas (antiguos monopolios públicos) y a las que dependen de los anuncios que aparecen en el BOE.
- No me gusta el “archivo de Salamanca” y su valor simbólico como botín de guerra. No es más que la prueba política de querer borrar las señas de identidad de un pueblo vencido.
- No me gustan los chicos y chicas de Ciudadanos. Todos ellos tan monos, recién duchados, siempre dispuestos para el próximo “casting”. Cuando los veo no puedo más que recordar al personaje que interpreta Peter Sellers en “Bienvenido Mister Chance”.
- No me gustan los debates de las televisiones públicas –tampoco de las privadas- que pueden discurrir entre “las bragas de la Pantoja” y “el tamaño del pene de Ronaldo”.
- No me gusta el señor Fernández Vara y sus alardes de buena gestión económica –a la altura de su paisano señor Monago- cuando esa bonanza viene determinada por los fondos recibidos de otras comunidades, en especial de Catalunya.
- No me gustan los que construyen su proyecto de vida con el solo propósito de ganar unas oposiciones y vivir eternamente de los Presupuestos Generales del Estado.
- No me gusta Madrid. En eso –y sólo en eso- coincido con Cela: “Entre Navalcarnero y Kansas City”.
- No me gustan las soflamas de “Podemos”. Tienen un corsé demasiado estrecho que acabará comprimiéndolos. Llegan tarde, muy tarde, a mayo del 68. Acabarán sustituyendo a la casta que tanto critican y de la cual dan buenas muestras de ser dignos aprendices.
- No me gusta la supuesta suntuosidad del habitáculo de entrada en la estación ferroviaria de Atocha. No sólo es inútil, es obsceno.
- No me gustan los gobiernos de funcionarios, de eso que llaman “funcionarios de carrera”. Utilizan los recursos públicos como si fueran propios. No asumen ninguna responsabilidad. Saben que el malgasto no afecta a su cartera. No tienen que avalar a nadie.
- No me gustan los callos, ni la sangría, ni la sidra, ni los churros.
- No me gusta “el día de la raza”. Es un culto a la xenofobia.
- No me gusta que me hablen a gritos. El tono de voz es chirriante. Agrede más que comunica.
Soy realista. Sé que los catalanes tendremos problemas como nación independiente, pero también grandes oportunidades para construir un país nuevo, tan alejado como podamos de los vicios históricos que nos han condicionado durante tantos siglos, sometidos a los dictámenes de un Estado decadente.
Siempre habrá incertidumbres. Pero que entiendan los mojigatos, los cobardes y los aprovechados que la única certeza es que si nos quedamos no tendremos futuro.
Nota: Sería muy conveniente que al señor Rajoy le tradujeran la cita del señor Brzezinski, político norteamericano fallecido recientemente y uno de los más agudos estrategas del siglo XX.
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