PIANISTA EN UN BURDEL

Focus: Sociedad
Fecha: 27/09/2018

Fue el siempre transgresor Jacques Séguéla el que rompió una lanza a favor de su profesión, allá en los años 70 del siglo pasado, cuando dijo socarronamente: “No le digáis a mi madre que trabajo en publicidad, ella cree que soy pianista en un burdel”.

Luego la frase hizo fortuna y muchos otros la tomaron como referencia para tratar de acabar con los estereotipos dominantes, que clasifican a la gente de forma arbitraria y abusiva.

Otra cosa muy distinta es cuando un colectivo significado de una profesión  –en este caso la periodística–  se comporta no como el pianista del burdel sino como el palanganero.

Siempre ha existido un periodismo canalla, que vive de la miseria humana y explota cualquier oportunidad para embarrarse. Pero ese periodismo era marginal y era seguido por la escoria de la sociedad. Ahora no. Ahora se ha extendido a las cabeceras de los medios, a sus directores, a sus principales comunicadores. Resulta difícil, muy difícil, acceder a una información ajustada a los hechos, a una opinión contrastada, a un lenguaje respetuoso con el receptor.

Y no nos referimos únicamente al Estado Español (donde el medio basura reina holgadamente sin distinciones, desde el País, el Mundo y la Razón, hasta digitales como el Confidencial, OK.Diario o la Gaceta) sino a la mayoría de los medios internacionales de carácter privado, que han apostado por la vulgaridad en la creencia (y quizás tienen razón) de que esto mejora el “bottom line” de la cuenta de resultados.

Es cierto que todavía nos quedan algunos francotiradores, pero cada vez son menos. Incluso medios históricos como el New York Times, el Washington Post, le Monde, el Frankfurter Allgemeine, el Times, la BBC, la NPR, el Financial Times, el Economist, Der Spiegel han bajado sus exigencias y sirven muchas veces información adulterada, aunque en este caso cuidadosa en las formas.

Sólo nos cabe perseguir nombres, estén donde estén, que sabemos gozan de credibilidad al margen de su posición ideológica, como Robert Fisk, Martin Woolf, Wolfgang Münchau, Maureen Dowd, Gay Talese, Louis Theroux, Christiane Amanpour, Bob Woodward, Anderson Cooper, Glenn Greenwald y unos pocos más. Demasiado pocos para poder construir un relato no sesgado.

La realidad del periodismo en Catalunya  (acotado a los grandes medios) es un reflejo de la tendencia general, aunque sin las estridencias malsonantes de las Españas. En el ámbito privado tenemos todo el arco ideológico, que va desde un tebeo españolista como el Periódico hasta el bastión independentista que representa el grupo Hermes (con el Punt Avui, Catalonia Today, l’Esportiu, l’Econòmic, etc.). El grupo Godó (la voz de su amo) se mueve entre dos aguas según convenga, aunque su fondo es el de siempre: conservador y españolista. Este talante se pone más de manifiesto en la Vanguardia y queda más difuso en la cadena RAC. De los nuevos entrantes destaca el ARA, con la difícil misión de casar el catalanismo de la propiedad con el independentismo de algunos de sus colaboradores.

Y si vamos a lo público y al margen de las redes locales, nos queda la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals y Betevé.

Y aun reconociendo el carácter distendido de los programas dirigidos a un público mayoritario (sobre todo en la Corporació), nos llama la atención la continuidad de ciertos personajes (les llaman tertulianos) que llevan años repitiendo las mismas cantinelas, sin aportar nada que merezca la pena. Se argumenta que se busca la discusión y el contraste (que es un recurso ya muy gastado), pero no estaría de más que se buscaran otros colaboradores, que se exigieran unos conocimientos sobre el tema a debatir, que se redujera el número de contertulios, que no se incluyeran políticos en ejercicio, que se condujera mejor el programa, en definitiva, que se oxigenara el plató.

Y es que no es suficiente con que no te confundan con un palanganero, ni tampoco con un pianista. Hay que ser más exigentes y autocríticos, sabedores del poder que el periodismo ejerce sobre una población desgraciadamente pasiva y mal informada.

Alf Duran Corner

 

« volver