RÍNDETE PUTIN

Focus: Política
Fecha: 30/01/2022

Una de las ilustraciones más risibles que circulan por las redes sociales es la fotografía de la señora Robles, ministra de Defensa del Estado español, embutida en un casco militar, bajo la leyenda “Ríndete Putin”.

La foto resulta risible pero no extraña, porque en el ADN nacionalcatolicista que domina entre la población española se encuentra esa curiosa mezcla de chulería, coraje, matonismo y megalomanía. Por eso el gobierno ha respondido al llamado de la OTAN, que pretende concentrar tropas y armamento en la frontera entre Ucraína y la Federación Rusa, y ha enviado a la zona su fragata tecnológicamente más avanzada (“Blas de Lezo”) y algunos aviones de combate. También por eso la Moncloa nos ha remitido esas imágenes del presidente señor Sánchez, siguiendo atentamente desde el “alto mando” los movimientos estratégicos de las partes: Todo controlado. Y para cerrar el círculo, el líder del partido opositor (señor Casado) ha suspendido por un momento sus incongruentes arengas bajo el grito de “ganadería o comunismo” y se ha volcado patrióticamente, al estilo aznarista, en apoyo de su contrincante en las urnas. Unos y otros apenas se dan cuenta de su condición de personajes secundarios en la gran farsa de la “posible invasión de Ucraína por las tropas rusas”.

En el mundo todo suceso es posible, por mínima que sea su probabilidad de ocurrencia. Si algún provocador de la “alianza occidental” cometiera el grave error de entrar en conflicto armado con la Federación Rusa (y no nos referimos a las continuas refriegas en la guerra del Donbass entre el ejército de Ucraína y las milicias de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk), entonces sí que tendríamos un serio problema.

Aquí no hay buenos ni malos; solo hay intereses. Y al gobierno que preside Vladimir Putin no le interesa para nada invadir Ucraína, un país económicamente arruinado, en el que las milicias ultraderechistas campan a sus anchas con el apoyo encubierto de la NATO, que ha sufrido históricamente conflictos internos de naturaleza religiosa y étnica y que en manos de sucesivos gobiernos corruptos acabará autodestruyéndose. A quien no le han dado vela en este entierro es al gobierno norteamericano, cuya presencia real en la vida de Ucraína es marginal. Los principales clientes del país son Rusia con un 9%, China con un 8%, Alemania con un 6%, Polonia con un 6% e Italia y Turquía con un 5%. Y sus principales proveedores son China con un 13%, Rusia con un 12%, Alemania con un 10%, Polonia con un 9% y Bielorrusia con un 7%. La lengua oficial es el ucraniano (67,5%), seguida del ruso con el 29,6%.

No nos confundamos: El gobierno ruso se limita a recordar al público en general que aunque en términos económicos su país no ocupe las primeras posiciones, sí los ocupa en términos militares. Que aunque su cuenta de resultados sea modesta, su valor patrimonial sigue al alza. Y que entre los activos de ese valor patrimonial se encuentran sus reservas de gas y de petróleo.

 

Flash Back

Para aclarar este embrollo (que los medios convencionales tratan con la ignorancia y frivolidad acostumbradas) hay que echar la vista atrás y situarse a finales de la II Guerra Mundial en Europa. El escenario era dramático, tanto en términos poblacionales como territoriales. El país peor parado era la Unión Soviética, con veintitrés millones de muertos, de los que casi nueve eran militares. El único objetivo prioritario era la reconstrucción física y moral y a ello se aplicaron todos. Pero Estados Unidos, cuyo principal frente de guerra fue el Pacífico en su lucha contra el imperio japonés, consideró necesario dar prioridad a una alianza militar en Europa –bajo su estricta dirección–  para frenar lo que ellos calificaban como “expansionismo” de la URSS. En el fondo el temor no era que un país exhausto invadiera Europa occidental, sino que la ideología alternativa al capitalismo (el comunismo) penetrara en la sociedad de algunos países occidentales y ocupara posiciones de gobierno, como podía ocurrir en Francia, en Italia y en Grecia, donde los partidos comunistas domésticos contaban con millones de militantes y simpatizantes, que premiaban así su papel combativo en la resistencia contra los nazis.

El relato para justificar esta alianza contra “las fuerzas del mal” estaba ya construido a partir del discurso del primer ministro británico Winston Churchill, pronunciado en Fulton (Missouri) el 5 de marzo de 1946, en el que expresó la necesidad de un pacto entre Estados Unidos y Gran Bretaña para actuar como guardianes de la paz y la estabilidad en Europa frente a la amenaza del comunismo soviético, que había bajado un “telón de acero” político, militar e ideológico entre su área de influencia y occidente. La metáfora tuvo éxito, aunque muchos historiadores cuestionan si ese telón de acero lo bajaron los soviéticos o los occidentales, ya que estos últimos habían practicado este tipo de aislamiento cuando se produjo la revolución soviética en 1917. Le llamaron “cordón sanitario”, pero era lo mismo.

 

NATO Treaty

La alianza militar (Tratado del Atlántico Norte) – NATO u OTAN – se constituyó el 4 de abril de 1949, con sede central en París y bajo el mando supremo del general norteamericano Dwight D. Eisenhower, que más tarde sería presidente de Estados Unidos. Los países firmantes del acuerdo fueron doce: Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, Francia, Italia, Luxemburgo, Portugal, Islandia, Noruega, Dinamarca, Canadá y Estados Unidos. Suecia, Finlandia y Suiza declinaron participar, manteniendo su neutralidad. Grecia y Turquía se incorporaron en 1952 y Alemania Federal en 1955. España, calificada todavía como un Estado fascista, no fue invitada. La inclusión de Canadá tenía sentido al tratarse del “Atlántico Norte”, aspecto éste muy importante que señala cuáles eran los países que dirigían el proyecto. Cuatro meses más tarde (el 29 de agosto de 1949) la Unión Soviética detonaba su primera bomba atómica en el territorio de Kazakhstan y el 25 de junio de 1959 empezaba la guerra de Corea, con la implicación más adelante de distintos países vinculados a la NATO. Estos dos hechos eran más que suficientes para justificar la necesidad de la alianza frente al “mal”. Maniqueísmo puro y duro.

Pero como todo lo que empieza termina (o así nos lo aseguran los físicos), la Unión Soviética y su imperio acabó desapareciendo como modelo político-económico y los países del este europeo (incluida la República Rusa) se añadieron a la corte liberal-conservadora, tras una agresiva “terapia de shock” en lo económico (ideada por las élites académicas norteamericanas) que produjo fuertes tensiones y agrandó la desigualdad entre las clases.

 

El reset del invento

Y si la Unión Soviética había desaparecido y la doctrina comunista había fracasado como experimento social a gran escala, la NATO perdía su razón de ser. Ya no había peligro de confrontación. Y esto podía constituir un fracaso, sobre todo para los proveedores, intermediarios y comisionistas políticos del mercado armamentista. Hagamos un retrato en vivo: La NATO cuenta ahora con treinta miembros, entre los que están muchos pertenecientes al antiguo bloque soviético y áreas de influencia, como Chequia, Hungría, Polonia, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia, Albania y Croacia. El presupuesto de la NATO para 2022 consta de tres capítulos. El primero es de orden civil (personal de administración, gastos operativos y otros) y suma 289 millones de euros. El segundo corresponde al gasto militar, que incluye los programas, misiones y operaciones militares en todo el mundo, y totaliza 1.560 millones de euros. El tercero es un programa de inversiones que alcanza los 800 millones. En paralelo, la organización recomienda que cada país destine un mínimo del 2% de su PIB a la defensa. Algunos países se exceden de esta recomendación, destacando (estimaciones del 2021) Grecia con el 3,82%, Estados Unidos  (3,52), Croacia (2,79), Gran Bretaña (2,29), Estonia (2,28), Letonia (2,27), Polonia (2,10), Lituania (2,03), Rumania (2,02) y Francia (2,01). Para dimensionar el valor de todo esto, tengamos en cuenta que solo el presupuesto de defensa de Estados Unidos es de 800.000 millones de dólares (unos 700.000 millones de euros, lo que representa un 60% del PIB de España). Si no existiera la NATO, uno de los sectores empresariales más rentables del mundo perdería buena parte de su encanto. Hagamos una lectura algo sesgada del economista Say (la oferta crea su propia demanda) y entenderemos que si no hay guerras hay que fabricarlas. Y el primer paso es atemorizar a la población. Ucrania es la coartada perfecta.

 

Las razones de Rusia

En las negociaciones para alcanzar un acuerdo sobre la unificación de Alemania (1990), en las que intervinieron el Presidente americano George H.W. Bush, su Secretario de Estado James Baker y el líder soviético Mikhail Gorbachev, se establecieron las condiciones en las que las tropas de la NATO podían operar en el territorio de la antigua Alemania Oriental. El 9 de febrero de 1990, el propio Baker había asegurado a Gorbachev que la NATO no se expandiría hacia el este si Rusia aceptaba la unificación de Alemania. El canciller Helmut Kohl (que no tenía muy clara la necesidad de permanencia de Alemania en la NATO después de la reunificación) insistió también sobre este aspecto. El mismo secretario general de la alianza (Manfred Wörner) confirmó esta posición en unas declaraciones el 17 de mayo del mismo año. Al final se firmó el acuerdo en septiembre, aunque la letra solo se refería a Alemania.

Muchos políticos rusos se opusieron a las concesiones de Gorbachev, pues entendían que podían tener implicaciones negativas para su país en la zona oriental europea. A Rusia se le aseguró verbalmente que la NATO se autolimitaría, pero no se le garantizó por escrito. Cuando en marzo de 1991, el entonces ministro de Defensa ruso Dmitry Yazov le preguntó al premier británico John Major sobre los intereses de algunos países del este en incorporarse a la NATO, su respuesta fue muy simple: “Nunca sucederá esto”. El embajador británico en Moscú (Rodric Braithwaife), que estaba presente, lo recogió en su informe diplomático diario. Incluso Boris Yeltsin, que colaboró en la introducción en Rusia del “capitalismo cowboy”, escribió al presidente Clinton argumentando que la expansión de la NATO hacia el este rompía el espíritu del acuerdo de 1990. El gobierno norteamericano se limitó a decir que lo único que contaba era lo que estaba escrito. Quizás sí que Washington ganó la batalla del poder, pero esa batalla llevaba a la confrontación, no a la cooperación con Moscú. Y así ha sido. A nadie le gusta que le planten misiles al lado de su casa, como no le gustó al presidente John F. Kennedy que lo hicieran los rusos en la isla de Cuba en 1962, a pocas millas de Miami. La sangre no llegará al río porque a los oligarcas camuflados no les interesa un conflicto bélico de esa dimensión, pero los países de uno y otro lado seguirán comprando armamento cada vez más sofisticado, a beneficio de las grandes multinacionales del sector.

 

Otras razones menos razonables

La implicación personal de Estados Unidos y las amenazas del envejecido y disperso presidente Biden y de su Secretario de Estado Antony Blinken ocultan otras razones alejadas de la geopolítica. La Unión Europea tiene una severa dependencia de Rusia en cuestiones de energía, principalmente como proveedor de gas, y en menor medida de petróleo y carbón. Esta dependencia ha sido utilizada por Estados Unidos como argumento para colocar su gas obtenido mediante fracking (fracturación hidráulica), que tras su licuefacción y transporte en barcos metaneros, se puede depositar en terminales de regasificación, como las macroterminales de Polonia. No solo esto, sino que las empresas norteamericanas pretenden vender las licencias de la tecnología fracking en Europa, a pesar de los efectos colaterales negativos para el medio ambiente ya constatados en Estados Unidos.

Otra línea de actuación liderada por los sucesivos gobiernos americanos y que el presidente Biden, con el apoyo del Congreso, ha mantenido, consiste en poner todas las trabas para que el gasoducto Nord Stream 2 no opere, a pesar de que está terminado y a la espera de una aprobación administrativa alemana. El Nord Stream 2 (que discurre por el mar Báltico) dobla la capacidad de suministro de gas ruso a Alemania y es más competitivo. Una buena parte de la mejora de los costes radica en que el escandallo no incluye los “honorarios por tránsito” que cobran algunos países en los gasoductos que atraviesan su territorio, con especial énfasis en el caso de Ucraína. Estos honorarios por tránsito constituyen uno de los grandes sacos de corrupción del país. El contencioso del Nord Stream 2 y la intromisión americana en un proyecto europeo hizo que la canciller Angela Merkel se declarase indignada, sabiendo como sabía que contaba con el apoyo de todos los partidos alemanes, desde Die Linke, con un 95% a favor del gasoducto, hasta los Verdes, con un 69%. Como podemos ver el teórico conflicto en la frontera (como si se tratase de un viejo western en blanco y negro) tiene muchas lecturas.

 

El sainete madrileño

Entretanto el tándem Sánchez-Casado (tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando) jugarán a soldaditos (como nosotros jugábamos a barcos cuando éramos niños), y obtendrán el aplauso de sus correligionarios. Descargas de adrenalina y cortisol a gogó, dejando el gasto militar a cargo de los contribuyentes.

Sánchez se apunta a las “medidas disuasivas” contra Rusia para defender la “soberanía” y la “integridad territorial” de Ucraína. Es el discurso memorizado por el nacionalismo español de derechas e izquierdas, que cree que si sirve para castigar la voluntad independentista de los catalanes puede servir para cualquier otra causa.

No me extrañaría que cuando esta película made in Washington termine y en tanto los guionistas en nómina de la NATO preparan otro episodio parabélico, los dos componentes de “la roja” hagan un comunicado conjunto, manifestando que gracias  a su gallarda postura el ejército ruso no se ha atrevido a invadir Ucraína.

Y es que la pareja feliz no se ha enterado de que tienen enfrente al primo de Zumosol. Por ello exigen alborozados: “Ríndete Putin”.

 

  

 

Alf Duran Corner

 

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