ROBERTO ALCÁZAR Y PEDRÍN

Focus: Política
Fecha: 08/10/2019

Entre nuestros recuerdos juveniles de la posguerra, cuando los franquistas continuaban fusilando a los perdedores de la guerra civil (lo hicieron hasta 1952; 4000 solo en Catalunya), destaca un tebeo de aventuras con dos prototípicos personajes de la “nueva España”: el engominado macho Roberto Alcázar y el escurridizo adolescente Pedrín. El primero era un modelo del “intrépido aventurero español” y el segundo, insolente y agresivo, podría formar parte hoy del fascismo-pijo renovado que canta “viva la muerte” en sus bodas y otras celebraciones mundanas.

Las historietas estaban plagadas de insultos y golpes a los malvados, a los que no importaba encarcelar o matar, si así procedía. El lenguaje de los protagonistas era barriobajero, lo que contrastaba con su aspecto físico, más propio de una reunión social de “gente de orden”. Podemos encontrar expresiones como “muere, aborto de Satanás”, “les ha ahorrado ese trabajo al verdugo”, “muere, hijo de perra”, “que Dios me perdone, pero los mato a los dos” y otras lindezas.

Señala con acierto Lucas E. Lorduy: “No cabe duda de que estos cómics ponen también de manifiesto la ignorancia que rezumaba la España de la autarquía, así como la ideología franquista que lo impregnaba todo. Una ignorancia que afectaba especialmente a las clases bajas, consecuencia de un sistema docente deficitario, y de una ideología que, supuestamente de manera inconsciente, se transmitía también por ese medio”.

Ya entrados en el siglo XXI parece que todo esto queda muy lejos, pero la verdad es que está muy presente, porque el fondo de la cuestión es el mismo. El sustrato ideológico del Estado español es un franquismo renovado, protegido y controlado por el aparato de los “altos funcionarios”, y con unos titiriteros a sueldo que ejercen como políticos.

Esto es la oferta, y si vamos a la demanda vemos que, desgraciadamente, la gran masa de los electores, por muchos masters que hayan acumulado, sigue ejerciendo como “analfabetos funcionales” en su relación con la Polis, lo que explica que acaben votando al PSOE, al PP y a Ciudadanos, y, en cierta medida, a Unidas Podemos.

Ahora han convocado elecciones generales para el próximo diez de noviembre. Y vuelven Roberto Alcázar y Pedrín, personificados esta vez en Pedro Sánchez y Pablo Casado. Es cierto que son ambivalentes y cualquiera de ellos podría representar al otro personaje, aunque no podemos obviar el gusto de imaginar a un Pablo Casado con pantalones bombachos.

La mejor descripción de Pedro Sánchez es que ha hecho bueno a Rodríguez Zapatero, siempre en términos relativos. Parece que la agencia de colocación del socialismo hispano tiene su mercado en la farándula, donde los equilibristas se codean con los magos y las trapecistas fracasadas. Sánchez entró en política porque pasaba por allí, un poco por azar, porque sus aspiraciones a ser un buen jugador de baloncesto no prosperaron. ¡Qué pena! Porque en una cancha de baloncesto hubiera pasado desapercibido y ahora tenemos que soportarlo. Su mundo familiar es un mundo de funcionarios, con un padre que ocupó diversos cargos en el ministerio de Agricultura y una madre empleada de la Seguridad Social. Él mismo es un funcionario profesional, pues en 1993, dos años antes de licenciarse en ciencias económicas, entró como militante en el PSOE y como tal ha ido ocupando diversos puestos en la organización del partido o en ámbitos de representación (Ayuntamiento, Parlamento, etc.), siempre a cargo de los Presupuestos Generales del Estado. Porque no debemos olvidar que los partidos, al menos oficialmente, se nutren de partidas presupuestarias. O sea, del dinero de los contribuyentes.

Sánchez, que iba de buen chico, demostró tener capacidad para enfrentarse y derrotar a sus oponentes en las luchas internas que el PSOE ha vivido en los últimos años, luchas fratricidas entre clanes de aprovechados en las que Roberto Alcázar no lo habría hecho mejor. Esto lo ha envalentonado y lo ha hecho crecer (es una metáfora, pues mide 1,90 metros) y ahora camina como el sheriff de un ruidoso salón, con un balanceo notable al estilo de John Wayne, de un John Wayne de Vallecas claro está. Es por eso que amenaza y exige la rendición incondicional de los independentistas catalanes, si no quieren que envíe de nuevo a su panda de matones. Esto en el plano operativo, pues en el estratégico  y como no se fía mucho de sus fieles “dacoits” (conviene releer “Las aventuras de Fu Manchú”, también de la misma época), se ha buscado extrañas alianzas, entre las que destacan Irene Lozano e Iván Redondo, dos trepadores profesionales que han hecho fortuna.

Irene Lozano es una ambiciosa política y periodista, que había pasado por el PSOE para acabar recalando en Unión, Progreso y Democracia, un partido capitaneado por Rosa Díez, una exsocialista con aires de protagonista de telenovela venezolana, que se ha autoextinguido. Irene Lozano es buena amiga de Pedro Sánchez, y en su calidad de amiga lo ayudó a redactar y publicar su manifiesto-panfleto “Manual de Resistencia”, un librito sin más relevancia. Su fidelidad al jefe le ha hecho avanzar en la escalera del poder, hasta ocupar la dirección de “España Global”, una plataforma con rango de Secretaría de Estado, que en teoría debería dedicarse a promocionar la marca “España”, pero que hasta la fecha solo se ha preocupado, con escasa suerte, de desprestigiar a las instituciones catalanas y a sus representantes. En una de sus “performances” y en una entrevista en la BBC, Lozano declaró: “El sexo no está prohibido, como no lo está votar, pero no puedes hacerlo a la fuerza, porque entonces es violación”.

La otra joya de la corona es Iván Redondo, un consultor político vasco bien relacionado con la oligarquía castellana, que ha asesorado a políticos diversos en términos de comunicación, ayudando a Xavier García Albiol para que obtuviera en el 2011 la alcaldía de Badalona y a José Antonio Monago para alcanzar la presidencia de la junta de Extremadura en el mismo año. Sus vínculos con el PP son notables, pues ya había asesorado también a Antonio Basagoiti, quien tras un pacto con el PSOE obtuvo la presidencia del parlamento vasco. Una curiosa fórmula es que el señor Redondo acostumbra a quedarse en casa del cliente, una vez terminado el trabajo. Un ejemplo lo tenemos en Extremadura, donde tras las elecciones que dieron el poder a Monago, quedó como asesor, con rango de consejero. Y cuando Pedro Sánchez cesó como secretario general del PSOE, el socialista se puso en contacto con “Redondo maravillas” y contrató sus servicios. De ahí la recuperación de la secretaría general y el éxito de la moción de censura contra Rajoy. Ya en el poder, Sánchez lo mantuvo como asesor y lo nombró director del Gabinete de la presidencia del gobierno, que es un esquema similar al que Redondo negoció en Extremadura.

Este triángulo de personajes ilustres maneja bien su relación con los medios, sobre todo los afines, aunque hay que reconocer que Redondo mantiene unas ciertas distancias, ya que la experiencia demuestra que no pone limitaciones al signo político de sus clientes. Aunque si profundizas te das rápidamente cuenta de que las diferencias en la práctica entre PSOE y PP son insignificantes.

Porque es justamente Pedro Sánchez, ese ciudadano que declara presidir un gobierno “progresista” (el del PSOE) y que se ofrece como la mejor opción futura, el que en febrero del 2016 firmó un pacto para “un gobierno reformista y de progreso” con el partido “montapollos” del señor Rivera. En ese pacto, a favor de la investidura de Pedro Sánchez (que no prosperó) hay una relación de doscientas medidas, entre las que destaca “la defensa cerrada de la unidad de España y un rechazo frontal a la consulta soberanista de Cataluña”.

Pedro Sánchez está obsesionado con Catalunya y por eso insiste en que “jamás negocié con los separatistas su apoyo a mi investidura”, como si se tratara de romper un maleficio, de acabar con el diablo. O cuando amenaza de forma petulante “que no jueguen con fuego”, pues está dispuesto a sacar el colt. Pedro Sánchez es un Roberto Alcázar actualizado.

Pasemos a Pedrín, su compañero de aventuras. Aunque ahora se ha dejado barba, Pablo Casado tiene el aire de niño de Primera Comunión. Hijo de una familia de larga tradición en la profesión médica, se licenció en Derecho y en Administración de Empresas, aunque su carrera académica y sus evaluaciones presentan varios interrogantes nunca aclarados. Eso sí, tiene muchos diplomas y certificados, demasiados para hacer de ellos un activo a tener en cuenta. Como Pedro Sánchez, Pablo Casado es un hombre cien por cien del sector público. Sus ingresos siempre han estado asociados a sus actividades políticas.

Desde el inicio tuvo el apoyo directo de Esperanza Aguirre e indirecto de José María Aznar, el cocinero mayor del Régimen. También colaboró con la Fundación Faes, que ha nutrido su ultraconservadurismo, aunque hay que reconocer que el terreno estaba bien abonado. Más que declaraciones, gusta de lanzar improperios a diestro y siniestro. Se diría que no dimensiona bien sus palabras, aunque tampoco importa. Fijémonos en algunas de sus más preciadas joyas:

 

Sobre Catalunya:

 

Sobre la corrupción:

 

Y cuando critica a su colega Pedro Sánchez, solo hace referencia a la supuesta traición de los socialistas a la unidad de España, pues considera que Sánchez es demasiado blando con el movimiento independentista. Lo demás no importa:

 

Del mismo calibre son sus declaraciones sobre el aborto, la eutanasia, la violencia de género, etc. Pablo Casado / Pedrín no se arredra y dispara a bocajarro sin contemplaciones. Como bien señala Lorduy refiriéndose a los arquetipos del tebeo: “Pedrín sería su paradigma, lo que se muestra en sus diálogos y actitudes de tipo instintivo o de principios muy básicos, mostrándose siempre insolente y agresivo con sus adversarios, actuando con soluciones violentas y drásticas ante cualquier problema, siempre armado con una porra, un puño americano o una pistola”. Quizás por ello el antes comedido Pedro Sánchez / Roberto Alcázar se ha soltado el pelo y compite en palabras y gestos con su encendido compinche.

Que entre estos dos “killers” catalanófobos se halle la alternativa de gobierno del Estado español lo dice todo. Y si esos siniestros personajes optan por una coalición (hipótesis previsible), los “Rustlers” de Billy the Kid dejarán de liderar el ranking de los cuatreros más famosos. Pero lo peor es que Roberto Alcázar y Pedrín recibirán el apoyo electoral de la mayoría de los votantes españoles. Y que una sociedad adulta aplauda comportamientos psicopáticos es una clara muestra de su degradación moral.

Alf Duran Corner

 

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