Focus: Sociedad
Fecha: 20/09/2023
Hace muchos años que sigo de cerca los trabajos de Carlos Taibo, un profesor universitario ya jubilado, no vinculado a ningún catecismo de partido, que ha dedicado su vida académica al estudio de la realidad eslava, con la publicación de una serie de libros donde quedan patentes su capacidad analítica, su esfuerzo documental y su sabia lectura de escenarios futuribles.
Cuando veo la miseria dominante en los medios de comunicación para describir la historia de los hechos acaecidos en ese vasto territorio, desde los inicios de la revolución bolchevique en 1917 a los conflictos recientes en la nación ucraniana, me pregunto qué queda de la antigua fortaleza de un periodismo independiente, culto y bien pertrechado por su labor sobre el terreno, y cómo podremos informarnos cuando estos pocos supervivientes abandonen la profesión. Decía hace poco Ignacio Ramonet – otro digno miembro de la tribu – que la expansión de las redes sociales y la globalización están liquidando los restos de aquel periodismo de antaño, aunque yo creo que estos fenómenos no solo liquidan el poco patrimonio que nos queda sino que crean más confusión. Se diría que a medida que aumenta la información disminuye el conocimiento.
Por eso cuando tenemos al alcance una perla, hay que aprovecharla. Este es el caso de un pequeño libro (120 páginas), editado por Catarata (“Cuatro lecciones”), en el que Taibo presenta lo esencial de cuatro conferencias relativas a lo que yo denominaría “la gran Rusia” en los siglos XIX y XX.
El libro se puede leer de un tirón y no se indigesta. Desvela hechos, relata acontecimientos, señala debilidades, explica motivaciones, denuncia responsabilidades. No tiene desperdicio.
Si usted quiere olvidarse de las declaraciones de unos y de otros, de las medias verdades, de las elucubraciones, de los tanques y de los drones del conflicto ucraniano, dedique un tiempo a una lectura, a mi juicio imprescindible, de los movimientos tectónicos que han provocado la crisis actual.
Si no tiene tiempo para ello y no lo cree prioritario, déjeme que le apunte algunos flashes de su contenido.
▪ El determinismo histórico de Marx en el desarrollo teórico lineal de las sociedades (feudalismo, capitalismo, socialismo, comunismo) se vio matizado por su correspondencia con Vera Zasúlich (miembro destacado del sector agrario ruso) en la que aceptaba, a instancias de esta última, que la comuna rural rusa ofrecía un modelo de transición diferente.
▪ Lenin no tuvo en cuenta estos matices y apostó por la ortodoxia marxista original. Stalin la ratificó con una industrialización hipertrófica.
▪ Ello llevó a que la nueva república (URSS) aplicara un programa de ingeniería económica, política y social, en el que la planificación centralizada, la jerarquización y la burocratización fueron los ejes del proyecto.
▪ Con este enfoque y en términos de PIB, la Unión Soviética llegó a ocupar la segunda posición mundial, pero con unos desequilibrios estructurales básicos, dado el enorme peso de la industria y la defensa, en detrimento de los bienes de consumo.
▪ Sanidad y educación estaban garantizadas (sobre todo esta última), pero el resto era muy precario.
▪ El partido mandaba en todos los estamentos y fue constituyendo “una nueva clase”.
▪ La maquinaria de propaganda funcionó: la victoria contra los nazis (la Gran Guerra Patriótica), la fuerza nuclear, la carrera espacial (Gagarin), los éxitos de los deportistas rusos, etc. El sentimiento nacional de pertenencia a un gran país se incrementó.
▪ En 1989 todo se vino abajo y no solo por razones económicas. Quizás la principal razón fue el contraste entre un sistema político anquilosado y una sociedad urbana y educada que ya no vivía de las glorias del pasado.
▪ Las prácticas de la planificación central y de los sistemas de control en un país de esa gran dimensión fueron deteriorándose y rutinizándose. No servían para nada. Los procesos de toma de decisiones se alargaban, hasta el extremo de que cuando se tomaba la decisión el problema era otro.
▪ Apelar al patriotismo no servía. Los grandes desfiles eran puro teatro. La demografía pasaba cuentas con un descenso de la esperanza de vida y un incremento de la mortalidad infantil. Las mejoras tecnológicas y sus aplicaciones eran escasas.
▪ Cuando a finales de los ochenta Gorbachov y su equipo tomaron el poder e instauraron la “perestroika” (reestructuración) el edificio estaba en ruinas. Pero su proyecto fracasó por la ausencia de un programa claro de reformas. Quizás la principal aportación fue la transparencia gubernamental (Glasnot), a la que los ciudadanos no estaban acostumbrados.
▪ El primer presidente de una Rusia independiente fue Yeltsin (1991), cuando todavía formaba parte de la URSS. Yeltsin se opuso a Gorbachov, todavía presidente de la Unión Soviética. Yeltsin exhortó inicialmente a la descentralización y a que regiones y repúblicas tomasen cuantas más atribuciones mejor frente al poder moscovita, pero cuando se deshizo el conglomerado (URSS) practicó todo lo contrario, ya que Rusia era una federación formada por muchas repúblicas que pedían el derecho a la autodeterminación y el gobierno central no estaba dispuesto a concedérselo.
▪ Una forma muy significativa de control fue el nombramiento de unos jefes de administración en cada república o región. En los territorios se celebraron elecciones y se formaron cámaras de representación, pero la última palabra la tenía siempre el jefe de administración, que dependía de Moscú. Esta figura política ya había existido en tiempos de los zares.
▪ Y cuando en agosto de 1999 Vladimir Putin es nombrado Primer Ministro, este formato centralizador se consolida. En el 2000, tras la renuncia del Yeltsin y el paso de Putin a la presidencia, hay otro movimiento en este sentido. Se crean otros organismos de integración, por encima de las repúblicas y regiones. Fueron siete las nuevas instancias. En cinco de ellas, el presidente puso al frente a un general del ejército. Era una democracia militarizada.
▪ En paralelo se cultivó (y sigue haciéndose) el nacionalismo ruso, pero dentro de ese nacionalismo hay muchas corrientes, algunas de ellas enfrentadas. Y aunque en la Rusia contemporánea el 78% de la población es de ascendencia rusa (lo cual hace muy improbable la fragmentación que ocurrió en Yugoeslavia, donde los serbios – grupo étnico mayoritario – solo representaban el 35% de la población), se da la paradoja de que el liderazgo con propósitos de autodeterminación de algunas repúblicas está en manos de ciudadanos rusos.
▪ Bajo el poder político está el poder económico privado (los oligarcas), que determinan muchas veces la orientación a seguir en todos los ámbitos. Estos oligarcas (la mayoría antiguos funcionarios del Estado soviético) se enriquecieron gracias a la privatización de los bienes públicos. Tenían información privilegiada y la aprovecharon. El poder político los auspició y los protegió, siempre que no pretendieran ocupar un espacio que no les pertenecía. Esta alianza no escrita es una de las bases de la Federación Rusa.
▪ Como democracia formal, la Federación Rusa cuenta con un parlamento en el que el partido del presidente Putin (Rusia Unida) dispone de una amplia mayoría.
▪ Económicamente el país estaba hundido en la última década del siglo XX, con una caída del 50% del PIB, pero el rápido aumento del precio de las materias primas – sobre todo las energéticas – hizo que se recuperase, devolviera los préstamos y se estabilizara. Ello coincidió con la toma del poder de Putin. Fue un elemento ajeno, pero crucial, que él supo aprovechar. Esta atmósfera discurrió plácidamente hasta la crisis financiera del 2008, que afectó a todo el mundo de forma desigual. Lo curioso es que Putin cedió la presidencia a Medvédev por cuatro años (2008 a 2012), quedando como primer ministro, y cuando la recuperó lo peor de la crisis había pasado. Ese cambio de presidencia fue más bien simbólico, porque Vladimir Putin y su equipo continuó manejando las riendas del Estado. Todo ello no evitó que se mantuvieran grandes bolsas de pobreza en un país en el que la revolución bolchevique había acabado con ella. De ahí que perdure un cierto sentimiento de nostalgia por el modelo anterior.
▪ El hecho de disponer de grandes recursos energéticos ha creado una dependencia de las exportaciones de materias primas, hecho que ha afectado negativamente al fortalecimiento de otros sectores económicos.
▪ Lo que es indudable es que la Federación Rusa, con sus 150 millones de habitantes, es un mercado apetecible para todo el mundo.
▪ El peso de los gastos de Defensa en los Presupuestos Generales del Estado continúa siendo muy importante, lo que explica la autonomía del poder militar.
▪ La desmembración de la URSS y la inmediata independencia de muchos de los países que la componían afectó a los nacionales rusos, que consideraron mal gestionada por Gorbachov la última etapa del imperio. Será por eso que la imagen del presidente Gorbachov es muy distinta (y contrapuesta) según sea la mirada, occidental o rusa.
▪ Simultáneamente la OTAN se movió y empezó a incorporar a antiguos miembros del Pacto de Varsovia, sin razón explícita que argumentar. Rusia empezó a sentirse arrinconada.
▪ El gobierno norteamericano (demócratas o republicanos) siguió reclutando nuevos socios en el Este para la OTAN y se negó a desmantelar las bases americanas en el Cáucaso y en el Asia central (en teoría provisionales) creadas para la logística de la guerra de Afganistán. El cerco se iba cerrando.
▪ Más tarde favoreció las llamadas “revoluciones de colores” en Ucrania y en Georgia, con el apoyo indirecto (sobre todo en Ucrania) a reconocidos grupos pro-nazis.
▪ La Ucrania independiente (1991) era una copia del modelo oligárquico ruso, propicio a la corrupción. Los negocios privados funcionaban y los públicos no. Gastaba más de lo que generaba y fue endeudándose paulatinamente. Esto explica, entre otras cosas, que el gobierno arrendara bases importantes en Crimea al ejército ruso.
▪ Cuando en febrero del 2014 se produjo un golpe de Estado “pro-occidental”, las manifestaciones de la conocida plaza de Maidán estaban formadas por dos colectivos muy diferentes: los grupos sociales afectados por la crisis y las facciones de extrema derecha, que poco a poco se fueron infiltrando en puestos clave del aparato del Estado. Ese mismo año el ejército ruso salió de sus bases y tomó la península de Crimea.
▪ Conviene recordar que cuando Jrushchov decidió en 1954 regalar Crimea a Ucrania, ese territorio estaba poblado mayoritariamente por rusos, grupo étnico que ya era dominante desde finales del siglo XIX, por encima de los tártaros.
▪ También en el 2014 se produjeron enfrentamientos sangrientos entre el ejército regular ucraniano y las milicias pro-rusas del Donbás, en la zona oriental. Se calcula que los bombardeos indiscriminados sobre ese territorio por parte del ejército ucraniano han causado 14.000 muertos entre la población civil. Cuando Rusia invadió Ucrania, el ejército ruso se hizo con el control y dirección de las milicias pro-rusas.
▪ Desde la desaparición de la URSS y ya siendo Rusia un estado independiente, con Yeltsin y con Putin (1991-2007), Moscú fue un aliado dócil del mundo occidental, y no obtuvo más que respuestas agresivas.
▪ Con guerra o sin guerra, la interdependencia entre Rusia y la Unión Europea, en lo que respecta a las materias primas energéticas, es incuestionable. Y seguirá siéndolo.
▪ La OTAN practica una doble moral, según le conviene. Apoya o deja de apoyar en virtud de los intereses de su socio principal (Estados Unidos).
▪ La respuesta de Rusia (invasión de Ucrania) ante lo que su gobierno interpretó como un acoso continuado, fue similar a la que ocurriría en Estados Unidos si los gobiernos de Canadá o México (vecinos próximos) se incorporaran a una alianza militar contraria a los intereses norteamericanos.
▪ El tratamiento informativo del conflicto en los medios occidentales (y en particular en los españoles) ha sido maniqueo. Una confrontación “entre unos asesinos – los rusos - y un grupo de monjitas”.
▪ El gobierno ruso se equivocó plenamente al considerar que la operación se saldaría con facilidad. No valoró la dimensión: 600.000 kilómetros / 44 millones de habitantes.
▪ El resultado hasta ahora del conflicto ha perjudicado directamente a las dos partes e indirectamente a todo el mundo occidental, excepto a Estados Unidos.
▪ Se puede decir que el gobierno norteamericano, la OTAN y el lobby de las armas han sido los grandes beneficiados. Han conseguido perjudicar a Rusia e indirectamente han sometido a los gobiernos de la Unión Europea.
▪ En un proceso para reestablecer las negociaciones de un alto el fuego y un plan de continuidad sería necesaria la celebración de referéndums, supervisados internacionalmente, en los territorios que Rusia considera como propios. En paralelo el gobierno ruso debería retirar sus contingentes militares y el gobierno ucraniano asumir su neutralidad política, sin vínculos con la OTAN.
▪ El gran error sería creer que Rusia es una potencia meramente regional, por muchos problemas que tenga. Solo hace falta ver su presencia en un mapa (17 millones de kilómetros cuadrados, desde el mar Báltico al océano Pacífico, desde el océano Ártico al mar Negro) para comprender su peso geoestratégico.
Decía Kierkegaard, el gran filósofo danés de mediados del XIX, que “la vida tiene que ser vivida mirando hacia adelante, pero solo puede ser comprendida mirando hacia atrás”. El trabajo de Carlos Taibo se ajusta a estas reglas. Es de agradecer su esfuerzo y su capacidad intelectual al servicio de los demás, en un mundo dominado por la mediocridad informativa.
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