SACYR Y LAS MISERIAS DE LA MARCA ESPAÑA

Focus: Economía
Fecha: 21/02/2014

Podríamos agrupar a las multinacionales españolas en cuatro colectivos diferenciados: los bancos (Santander, BBVA, etc.), las grandes empresas públicas privatizadas (Repsol, Endesa, Telefónica-Movistar, etc.), las de obras públicas y concesiones administrativas (FCC, ACS, etc.) y las surgidas de proyectos innovadores en mercados competitivos (Inditex, Mango, Simón, etc.). Es evidente que los tres primeros grupos han contado siempre con el apoyo de los gobiernos de turno, con los que han intercambiado personal en el conocido proceso de la “puerta giratoria”. Es por ello que sus consejos de administración están llenos de antiguos ministros, secretarios generales y otras especies de la fauna funcionarial.

Quizás será por eso que cuando los portavoces de la Administración cuentan las maravillas de la marca “España”, ponen mayor énfasis en aquellas empresas en las que se sienten autorrepresentados. Éste es el caso de SACYR, que nació en el postfranquismo, con la singular denominación de “sociedad anónima de caminos y regadíos”.

Es fácil comprender que los caminos, las carreteras, las autopistas, los puentes y las vías férreas solamente puede encargarlas la Administración Pública y es por ello que el proceso de lubricación es factor clave. César Molinas habla del “palco del Bernabeu”, como centro simbólico donde se cierran este tipo de operaciones, que luego se explicitan en el BOE.

Desde su nacimiento en 1986, SACYR siguió una marcha ascendente en un proceso de fusiones y adquisiciones, donde nunca faltaba la privatización de turno (Vallhermoso, Itínere, ENA, Europistas, etc.). Su desmesura tuvo un tropiezo con Eiffage, compañía francesa que pretendía absorber y del que salió trompicado financiera y judicialmente.

SACYR es la típica empresa del modelo económico español: coyunda entre lo privado y lo público, avales del Estado, beneficios para los accionistas y pérdidas para la comunidad, estrechos vínculos con la banca, manifiestas señales de corrupción. El fiasco del canal de Panamá no es ninguna novedad en las aventuras de esta multinacional.

Y es que en 1997, un consorcio formado por ACS (Florentino Pérez), SACYR (dirigida en aquella época por Luis del Rivero) y cuatro pequeñas constructoras colombianas ganó un concurso para construir una autopista entre Bogotá y la costa atlántica, lo que suponía la perforación de 15 túneles para respetar el ecosistema de la región, como el Banco Mundial exigía como proveedor de fondos.

Pero el consorcio, que había presupuestado a la baja para ganar el concurso, pretendió luego hacer trampas con el trazado y ahorrarse 100 millones de dólares. Estalló el escándalo y la obra no se realizó. Se descubrió después que la póliza de indemnización por incumplimiento de contrato no existía. Hubo demandas cruzadas. Intervinieron los gobiernos de ambos países y, tras largas negociaciones (más de ocho años), se echó tierra sobre el asunto. Todo esto afectó a las arcas de ambos Estados, pero no había que preocuparse pues para esto estaban los contribuyentes.

Y ahora en Panamá ocurrirá probablemente lo mismo, aunque en este caso – con la obra ya muy avanzada – una constructora norteamericana (se habla de Bechtel) acabará el proyecto. Si este escenario se acaba materializando, SACYR puede hundirse financieramente, aun contando con los avales que el gobierno del señor Rodríguez Zapatero puso sobre la mesa para reforzar la solidez de la oferta. Aunque ya sabemos que en este mundo de saltimbanquis profesionales todo es posible, y que pueden vender un apaño y decir que todo está arreglado. Más basura bajo la moqueta.

Ésta es la España cañí que sigue viviendo sus días de vino y rosas. ¿Hasta cuándo?.

Alf Duran Corner

 

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