SINVERGÜENZAS

Focus: Economía
Fecha: 25/02/2011

Es inútil señalar una vez más que el “sistema capitalista” está en sus horas bajas y que, en el caso de España, el “capitalismo de amiguetes” denunciado por Joseph Stiglitz es todavía más grosero y vulgar.

Ya sabíamos que las cajas de ahorro, con algunas excepciones, habían sido tomadas por políticos sin escrúpulos pertenecientes a los dos grandes partidos del espectro español (PP y PSOE). Habíamos constatado que desde esas plataformas de poder habían cometido toda clase de aberraciones económicas, invirtiendo los depósitos de los ahorradores en valores mobiliarios e inmobiliarios de alto riesgo, sin más propósito que alcanzar fines políticos personales, al margen de su supuesta viabilidad.

Así nos hemos encontrado con chapuzas como Tierra Mítica, el aeropuerto de Ciudad Real o la inmobiliaria Martinsa.

Con un balance desequilibrado, con muchas obligaciones hacia los acreedores exteriores, con unos activos sobrevalorados, con una cartera de inmuebles a precios de saldo, han tenido que fusionarse y pedir dinero al Estado (dinero de los contribuyentes y sobre todo dinero de aquellas autonomías que tienen déficits fiscales – Catalunya, Valencia y Baleares-) para tratar de sobrevivir.

Lo más probable es que muchas cajas acaben en manos de los bancos (de los pocos que todavía se mantienen a flote tras la debacle) y los ciudadanos se olviden de los destrozos.

Y en esta circunstancia, en ese extraño conglomerado que lidera Cajamadrid y que está lleno de agujeros patrimoniales (26.159 millones de euros de activos problemáticos), los directivos de la etapa anterior (el señor Miguel Blesa y sus asociados) reclaman unos bonos por valor de 25 millones de euros, bonos que ellos mismos se otorgaron y que iban ligados a unos teóricos resultados.

El engendro Cajamadrid ha necesitado 4.465 millones de euros de ayuda, gracias al desaguisado cometido por los brillantes ejecutivos que dirigieron la empresa entre el 2007 y el 2010.

El nuevo consejero de administración, presidido por el señor Rato (destacado militante del PP), se ha visto obligado a denegar (por el momento) el pago de los bonos, lo que habrá supuesto ciertas tensiones entre “amigos de toda la vida”.

No podemos fiarnos de lo que haga el señor Rato, cuyos años al frente del FMI han sido considerados un auténtico desastre por los auditores internos de la institución. El señor Rato vivió una época feliz en España como ministro (ante la bobalicona mirada de los indocumentados) porque pilló una etapa de fuerte crecimiento. Su calidad profesional está por demostrar.

Para situarlo y como buena muestra de su tradicional estilo, sólo hay que echar un vistazo al actual consejo de administración, donde se sientan personas cuyo único mérito es la militancia política, como el señor Fernández Norniella, el señor Romero de Tejada, la señora Mercedes de la Merced (todos ellos del PP), el señor Zapatero Gómez, el señor Gómez Moreno, el señor Blasco Bosqued (todos ellos del PSOE) o el señor Baquero Noriega y el señor Bedia Pérez (los dos de Comisiones Obreras).

Ya sabemos que la política profesional “también” sirve para esto, pero no podemos limitarnos a contemplar tales desaguisados y mantenernos callados.

Seguimos en el pudridero. Un país de sinvergüenzas.

Alf Duran Corner

 

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