SOBRE CORREDORES FERROVIARIOS Y OTRAS MENUDENCIAS
Focus: Economía
Fecha: 30/09/2011
El gobierno del señor Rodríguez Zapatero, en estado agónico permanente, continúa tomando decisiones, a cual peor, en el campo de las infraestructuras. Ahora le toca presentar ante la Unión Europea sus prioridades en la Red Central Trans-Europea, que fija sobre el territorio las líneas básicas del transporte ferroviario de mercancías.
Cuando en el año 2003 la señora Loyola de Palacio, destacada militante del PP - y en función de esa militancia, Comisaria de Transportes de la Unión Europea - tuvo que establecer unos compromisos de inversión sobre este tema, no se le ocurrió otra cosa que inventarse un corredor central (el eje 16), que viniendo del sur pasara por Madrid (se supone que para tomar unas copas) y entrara en Francia a través de Canfranc. En aquella época mandaba el señor Aznar y la teoría de la centralidad (muy bien analizada en el libro “España, capital París”, del catedrático Germà Bel), era la teoría dominante.
Lo de Canfranc era tan aberrante, por las condiciones geológicas del territorio y las severísimas pendientes a cruzar, que la cosa quedó en papel mojado.
Por otra parte, algunos empresarios con plantas industriales en el Mediterráneo (liderados por multinacionales, como Ford, Volkswagen y Nissan), expresaron su discrepancia más absoluta con esa decisión e iniciaron la constitución de un lobby internacional (Ferrmed) para defender sus intereses. Había empezado la guerra, una guerra en la que la racionalidad económica se enfrentaba al populismo político.
Cuando se hacen estudios de viabilidad sobre una inversión (lo que es elemental en las empresas privadas) se puede determinar cuál es la opción más aconsejable. Pero como dio a entender hace poco el ministro de Transportes señor Blanco, refiriéndose al AVE, los análisis de retorno de la inversión no eran ni son habituales en el ministerio. De lo que podemos concluir que se invierte “por que sí”. Todo muy castizo.
Ferrmed se ha movido con gran profesionalidad y ha puesto sobre la mesa sus argumentos: el corredor del Mediterráneo (que partiendo de Algeciras pasa por Murcia, Valencia, Tarragona y Barcelona) debería tener absoluta prioridad. Concentra el 40% de la población, el 40% del PIB, el 50% de la producción agrícola de valor, el 55% de la producción industrial, el 60% de las exportaciones, el 65% del tráfico marítimo y el 70% del turismo. Aquí se halla el núcleo duro de la economía española. Es por ello que su tasa de retorno es muy superior a la del corredor central.
Pero Madrid y su corte se oponen. Siempre han temido quedar aislados de los grandes proyectos europeos. Y se les ha ocurrido (son los magos de las ocurrencias) una solución híbrida, buscando la complicidad del gobierno de Portugal y de su principal representante en la Unión, señor Durao Barroso. Con esa solución se rompería la linealidad del corredor del Mediterráneo y quedaría descolgado el tramo Algeciras, Málaga, Almería, Cartagena, Alicante. Sería un extraño corredor o un doble corredor de subida y bajada, pero, eso sí, pasaría por Madrid. Otra surrealista idea – muy apropiada en un Estado “sobrado de recursos monetarios” – es defender un doble corredor (el central y el del Mediterráneo), argumentando que son compatibles. El primero tendría un doble vial desde Portugal y Andalucía, y atravesaría Extremadura, Castilla-La Mancha, Madrid y Aragón. Como cualquiera puede imaginar, los dos partidos españolistas (PP y PSOE) están plenamente de acuerdo en tal despropósito.
En este caso la Unión Europea (los eurócratas, que no dejan de ser unos funcionarios bien remunerados), no tiene la última palabra, pues sólo contribuirá con el 10% de la inversión. Eso sí, hará sus recomendaciones y fijará los plazos de actuación, con el 2030 como fecha límite de puesta en funcionamiento. Todo muy confuso, pues cabe modificar parte de lo acordado en el 2023. Parece un cuento de hadas para niños tontos.
Instalados como estamos en una crisis sistémica que tiene voluntad de permanecer, vemos que los dos principales partidos del Estado mantienen su visión centralista y siguen utilizando el populismo como criterio fundamental en su política de inversiones. Puestos a estar en manos de burócratas, prefiero estar en las de los burócratas de la Unión Europea. Son de cultura protestante y saben que para invertir se ha de trabajar antes y trabajar mucho. Son hijos de la Ilustración y razonan con suficiencia.
Todo ello me lleva a concluir, una vez más, que España debería ser intervenida, como lo han sido Irlanda, Grecia y Portugal. Y cuanto antes, mejor. Quizás así se acabarían los excesos y recuperaríamos la cultura del esfuerzo.
Madrid no tiene porqué preocuparse. Continuará siendo una ciudad excéntrica (in the middle of nowhere), donde se come bien, se trabaja poco y se vive intensamente la noche. Pero el tráfico de influencias, el “insider trading” y los trapicheos de intermediación del palco del Bernabeu y de sus múltiples derivadas, quedarán como símbolos de un pasado nostálgico.
Al final la vida pone a cada uno en su sitio.
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