Focus: Sociedad
Fecha: 03/05/2023
Se dice de lo oculto, de lo que no se ve, de lo que está por debajo de algo. En definitiva, de lo que de verdad cuenta. Por eso, por ejemplo, se cita la “inflación subyacente” como la auténticamente importante, ya que indica con mayor precisión la variabilidad de los precios, sin tener en cuenta el precio de los alimentos no elaborados ni los de la energía, ya que estos dependen mayoritariamente de la economía internacional (el precio del gas y la guerra de Ucrania sería un caso).
Vivimos en un mundo en el que lo que subyace -“el tapado”- siempre está ahí. En la guerra entre Irak e Irán (que duró desde 1980 a 1988 y produjo un millón de muertos), el “gran tapado” fue el gobierno de Estados Unidos. Primero ayudó a Irak, con la colaboración entusiasta del gobierno británico, con el propósito de derrocar la revolución islámica surgida en Irán y liderada desde 1979 por Rujollah Jomeini, el líder supremo, que había acabado con el gobierno del Shah Reza Pahlevi, principal aliado de los norteamericanos en Oriente Medio.
Como el proyecto no resultó favorable a sus intereses, la atmósfera se enrareció y el que había sido su socio preferente (Sadam Hussein) pasó a ser su enemigo. El líder iraquí no había tenido reparos en utilizar armas químicas (gas mostaza, gas sarín y otros agentes venenosos) contra la población kurda e iraní en aquella interminable guerra, y mientras que los secretarios de Estado y de Defensa condenaban públicamente ese uso, los servicios de inteligencia proporcionaban todo tipo de asistencia técnica y logística para cubrir las operaciones. La desclasificación de parte de algunos documentos ha confirmado lo que resultaba evidente.
Es interesante observar como en ocasiones los “partidarios de la testosterona” se imponen a los “tapados” dentro del propio país y acaban rompiendo las costuras y tomando el protagonismo. Este fue el caso de la invasión y ocupación de Irak (2003), en la que el gobierno norteamericano utilizó su propio ejército, acompañado por millares de mercenarios profesionales contratados por empresas privadas. El caos se generalizó. Los militares se fueron retirando y en el 2011 quedaban unos pocos a título personal. Un desastre total.
Un caso parecido había ocurrido en Afganistán, después de que el ejército de la URSS invadió y ocupó aquel país para apoyar a la facción pro soviética (1979 -1989). El gobierno norteamericano financió con armas y apoyo logístico a los rebeldes muyahidines contrarios al gobierno, consiguiendo zafarse de ese dominio, aunque hay que recordar que a eso ayudó mucho el hecho de que en 1989 empezaba la desaparición progresiva del imperio soviético por autoliquidación. La posición de los americanos como “tapados” funcionó, aunque tuvo un grave efecto colateral que les causaría muchos problemas. Ayudaron a la creación de Al Queda y a la consolidación de su líder Osama Bin Laden. Con el tiempo acabaron quitándose la careta y dieron paso a “los chicos de la porra”, con la invasión y media ocupación del país (2001 – 2021), un fracaso total del que acabaron saliendo por piernas, como ya habían hecho en Vietnam (marzo de 1973).
Y aquí surge una duda que los estrategas del Pentágono (los más listos de la clase) tendrían que dilucidar. ¿Es preferible ir de “tapados” o ya no se puede jugar a este juego? La guerra de Ucrania es un buen ejemplo. Hasta ahora les ha funcionado bastante bien. Han enviado millares de armas y municiones, pero no se han implicado directamente en ello. Han dominado el mensaje y han hecho creer a la gran mayoría de la población mundial que el gobierno Zelenski son “los buenos” y el gobierno de Putin “los malos”. Han tenido la colaboración asegurada de los sucesivos gobiernos británicos (que han tratado de ocultar su desgobierno doméstico), de un secretario general de la OTAN a sus órdenes exclusivas y de “los teloneros” que constituyen hoy los gobiernos del llamado Occidente, donde el señor Sánchez destaca por su “altura”. Pero todo esto ha dado unos pobres resultados. Han hecho correr que el ejército ucrainés estaba preparando “la gran contraofensiva”, como si se tratara de una película protagonizada por Gregory Peck, pero las filtraciones de un empleado de bajo nivel de la guardia nacional de Massachusetts (Jack Teixeira) han puesto en evidencia que todo era un bluf. Y lo más llamativo es que no se trataba de ningún sofisticado espía (con dominio de la Inteligencia Artificial) sino de un joven ultraderechista que quería “impresionar a sus amiguetes”. Todo ello patético.
Cuanto más dure esta guerra, peor para todos, para los directamente afectados (los ciudadanos ucranianos) y para el resto del mundo. Vietnam, Irak, Afganistán fueron arrasados. Vietnam, en la que ganaron “los malos”, se ha recuperado y es un país con buen peso específico en el sudeste asiático. Los otros dos están destrozados.
La guerra de Ucrania es una “proxy war” (una guerra por delegación) en la que se enfrentan dos ejércitos (el de Rusia y el de Ucrania), pero el conflicto real se da entre el gobierno de Estados Unidos y el de la República Popular China. Y solo ellos pueden parar esta masacre.
Me veo incapacitado para interpretar el pensamiento político de Xi Jinping. Lo que sí tengo claro es que Joe Biden, Kamala Harris y especialmente Antony Blinken no están por la labor. Ni quieren, ni saben, ni pueden. Vamos a peor.