SUNDAY, BLOODY SUNDAY

Focus: Política
Fecha: 21/12/2015

John Schlensinger dirigió con mano maestra en 1971 esta historia de un triángulo amoroso, que acaba por asumir sus propias contradicciones, única salida para seguir viviendo en su cerrado universo.

Tomo este título como metáfora de las elecciones que se celebraron el pasado domingo en el Estado Español para elegir a sus representantes en las cámaras legislativas. Sería mejor referirnos únicamente al Parlamento, pues el Senado en España no tiene ninguna relevancia y sólo sirve para mantener bien remunerados a un conjunto de dinosaurios políticos.

Como mi condición de “ciudadano español” es simplemente administrativa y espero tenga fecha de caducidad, observo la realidad desde una apacible distancia.

Quizás conviene recordar, ante las más que probables manipulaciones de los medios convencionales, que las elecciones que afectan de verdad a Catalunya y que pueden determinar su futuro como nación independiente, ya se celebraron el 27 de septiembre, y que esas elecciones dieron una mayoría independentista en el Parlament (72 de 135 escaños).

No nos confundamos. En buena medida, lo ocurrido el domingo 20 nos es ajeno. No hay que mezclar churras con merinas.

Hecha esta aclaración, que conviene enfatizar tanto como sea necesario, podemos entrar en el análisis.

En primer lugar debemos señalar que los resultados no han alterado sustancialmente el patrón habitual en el Estado. En términos políticos ha ganado la derecha (la histórica), representada por el PP, que mantiene los rasgos distintivos del “franquismo sociológico” y la nueva, nucleada en torno a Ciudadanos, marca fabricada exprofeso por el stablishment para lavar la cara al conservadurismo más rancio. Si tenemos en cuenta que en las elecciones del 2011 Ciudadanos no estaba representada, lo que pierde el PP lo ganan en parte estos últimos. Sumados los escaños de unos y otros y, aunque no tengan mayoría, certifican la buena salud del nacionalismo español de derechas, profundamente anticatalán.

En términos económicos ha ganado la retórica dominante desde la Transición: liberalismo intervenido, a favor en este caso de las rentas de capital. Es la vieja y conocida historia de “nacionalizar pérdidas y privatizar ganancias”.

Aquí hay un frente común que agrupa a PP, Ciudadanos y PSOE.

En lo social no ha ganado nadie, porque las cúpulas de los partidos que conforman la “partitocracia” saben que no hay mejora real sobre la que se pueda alardear. Hay que continuar pagando los intereses de una Deuda Pública galopante y esos intereses son prioritarios, que para eso la coalición PP-PSOE modificó en trámite de urgencia la sagrada Constitución, siguiendo instrucciones de la Troika. El “Estado del Bienestar” seguirá su marcha descendente. Mejor no “meneallo”.

La izquierda institucional (PSOE) continúa su trayectoria a la baja. Sus mensajes son una antigualla. Han vendido también anticatalanismo, pero no se han dado cuenta de que este frente ya estaba bien cubierto por sus colegas a la derecha del espectro. Sus votantes y simpatizantes siguen alimentándose de los estereotipos de la Transición.

La apuesta de Podemos y sus alambicadas alianzas en Catalunya, la Comunidad Valenciana y otras zonas, le ha permitido poner una cuña en el panorama global. En algunos casos, sobre todo en Catalunya, ha tenido además la suerte de rebañar votos de la izquierda anticapitalista (la CUP) que decidió no presentarse. Veremos que ocurre ahora con tanta heterogeneidad. Su principal problema, que comparte con Ciudadanos, es la extrema volatilidad de sus resultados. Suben o bajan, como el suflé.

En definitiva, nada ha cambiado. Que el bipartidismo se haya transformado en una partida de mus a cuatro no tiene mayor trascendencia. Seguirán utilizando la baraja española, que es una baraja marcada, marcada por su falta de escrúpulos, por su talante antidemocrático, por sus delirios de grandeza.

En Catalunya cerca de 500.000 votos independentistas que votaron a Junts pel Sí se han desplazado a En Comú Podem, que promete reconocer el derecho de los catalanes a celebrar un referéndum sobre la independencia. Es un voto prestado, pues parece que todavía parte de los independentistas creen en la viabilidad de esta opción. Tampoco ha ayudado los juegos malabares de la CUP y sus exigencias de niño malcriado, pero éste es otro capítulo. En cualquier caso, vuelvo a repetir que éstas no son nuestras elecciones.

Creo sinceramente que si algún ciudadano catalán barrunta todavía opciones de acomodo en el contencioso Catalunya – España o es un interesado o un ingenuo.

Que en las actuales circunstancias se describan las elecciones del pasado domingo como una “fiesta de la democracia” es un abuso del lenguaje.

“Sunday, bloody Sunday”.

Alf Duran Corner

 

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