TERRITORIO COMANCHE

Focus: Política
Fecha: 09/01/2018

Hemos dejado transcurrir unos cuantos días después de las elecciones del 21D, porque conviene oxigenarse y respirar de nuevo tras el cúmulo de interpretaciones que los políticos españolistas y sus medios afines pesebristas (casi todos) han hecho de los resultados.

Como siempre, la única verdad es qué opción política en clave de nación (los independentistas catalanes o los nacionalistas españoles) se halla en condiciones de formar gobierno.

Otra cosa es el escenario beligerante con el que se encontrará ese gobierno, escenario construido por el aparato del Estado Español, en ese frente único en el que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial operan como un solo hombre bajo el repetido eslogan “A por ellos“.

Se han dicho muchas sandeces (dicho o hecho necio, torpe o poco adecuado), pero esto no es de extrañar en una sociedad que no alcanza los mínimos de racionalidad de un mundo medianamente civilizado. Por ejemplo, el independentismo no ha caído ni tampoco se ha estancado (de los 1.861.753 votos favorables del 9N 2014, a los 1.966.835 del 27S 2015, a los 2.078.008 del 21D 2017). Los chicos y chicas de Ciudadanos (casi todos ellos muy monos) no han ganado las elecciones, porque si las hubieran ganado podrían formar gobierno. Han sido únicamente la lista más votada, y lo han sido porque las dos fuerzas independentistas principales (JuntsxCat y ERC) decidieron (a mi juicio erróneamente) presentarse por separado. Hay que recordar a esos chicos tan monos que las confusiones producen desespero.

En un contexto electoral viciado de raíz (al que se han añadido las arbitrarias decisiones de una Junta Electoral nombrada a dedo), engrasando la máquina unionista a base de millones de euros, rascando por todas partes con métodos más que discutibles (lo que explica la altísima participación), con líderes independentistas exilados y encarcelados, el bloque independentista ha vuelto a alcanzar la mayoría absoluta en el Parlament.

Como han fracasado una vez más (se les está acabando la munición), ahora se dedican a inventar relatos sobre sus éxitos. Por ejemplo, dicen que han ganado en Barcelona ciudad, cuando de hecho el independentismo ha obtenido unos 20.000 votos más que los españolistas. Y si vamos a los barrios, el retrato es todavía más interesante.

Los independentistas han ganado en el Barri Gòtic, en la Barceloneta, en la Sagrada Familia, en la Derecha y la Izquierda del Eixample, en Sants, en Sant Andreu, en el Poblenou, en la Vila de Gràcia, en el Guinardó, en Horta, en Sarrià (sí en Sarrià), en el Poble Sec, en Vallvidrera-Tibidabo-les Planes, en Hostafranchs, en la Bordeta, en las Corts, en Sant Antoni, en Vallcarca i els Penitents, en el Coll, en el Clot, en el Camp d’en Grassot, en Can Baró, en el Camp de l’Arpa, en el Fort Pienc.

A la vista de este retrato (que describe prácticamente todos los grandes espacios de la Barcelona histórica y que integra a todas las clases sociales), cabe preguntarse dónde han ganado los españolistas. La respuesta es sencilla: en los barrios periféricos, en los que los flujos migratorios propiciados por el franquismo se asentaron y cuya lengua vehicular es el castellano (por mucha inmersión lingüística que los hijos y nietos de los primeros inmigrantes hayan vivido) y en una franja de la zona “upper Diagonal” (San Gervasio, Bonanova, Tres Torres, Pedralbes), donde se mezclan los nostálgicos del franquismo, los habitantes de “pijolandia” y otras especies menores, la mayoría de ellos de origen catalán pero que hablan en castellano porque es más fino y porque creen que “España es lo mejor”. Todo este espacio es “territorio comanche”.

Que los primeros no se hayan integrado en la cultura catalana y no se hayan apropiado de una forma natural de su lengua, tiene muchos responsables, empezando por ellos mismos. En este sentido cabe decir que los distintos gobiernos socialistas del Ayuntamiento de Barcelona (dominantes en los últimos cuarenta años) no hicieron nada a favor sino todo lo contrario. Jugaron la carta del españolismo del PSOE ( ¡Felipe, quiero un hijo tuyo! ) y ahora han tenido que ver como sus fieles votantes se pasaban a Ciudadanos, en una muestra más de la veleidad ideológica de la masa electoral. Los portavoces y ejecutivos del actual Ayuntamiento han mantenido esta línea de comunicación, en un debate estéril entre los buenos (ellos) y los malos (la burguesía catalanista). No les ha servido de nada.

Los sioux controlan el territorio y sus puntos neurálgicos. Eso es bueno si son capaces de limitar sus pequeñas diferencias de liderazgo. El resto es territorio comanche. No olvidemos que además cuentan con los indeseables “comancheros”.

 

 

Nota:

Recomiendo leer en “De otras webs” el certero análisis de Eugènia de Pagès sobre el modelo hipercentralizador del PP y sus raíces históricas.

Alf Duran Corner

 

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