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Focus: Política
Fecha: 27/10/2017

Hacía muchos años que no sentía el placer de estar viviendo un momento histórico. La situación en Catalunya y su dificultoso camino para zafarse de las maniobras de un Estado represor, merece una cuidadosa atención.

El primer acto ha sido de clarificación.

Se han expresado con rotundidad los rasgos reaccionarios de un gobierno vinculado política e ideológicamente al franquismo, en su etapa más dura. Que tengan la desvergüenza de hablar en nombre de un “Estado de Derecho” o en defensa de la “democracia”, recuerda la cantinela leguleya de la dictadura, donde las sacrosantas leyes permitían fusilar a quien se opusiera a ellas. Lo decían, como ahora, sus “leyes fundamentales” (su constitución).

Han caído las caretas de algunos simuladores profesionales, como las “cabezas pensantes” del PSOE y de su sucursal en Catalunya. Han perdido cualquier posibilidad de ser mañana una alternativa al PP, en lo que quede de España después de la batalla. Son sus lacayos más leales.

Se ha puesto en evidencia el nivel impresentable de la siempre loada Comisión Europea y de su equipo de paniaguados, que han apoyado sin fisuras las más broncas decisiones del señor Rajoy, amparándose en una Constitución que no conocen y en cuyo parto (que al parecer tampoco conocen) estuvo lo mejor del antiguo Régimen. O no tienen memoria, o son unos inútiles, o son unos necios.

Ha empujado a los equilibristas a dejar el trapecio y tomar partido. Hasta ahora se han salvado con pequeñas maniobras para distraer al personal, pero ahora la fiesta se ha acabado. O están con unos o están con otros. La señora Colau y su compleja red de izquierdosos profesionales no podrán seguir haciendo de “abeja Maya” ni de “Willi el zángano”. Tampoco podrán escudarse bajo el paraguas de la solidaridad los señores Rabell y Coscubiela. Han perdido toda credibilidad, si es que alguna vez la tuvieron.

Ahora vendrá el segundo acto, en el que las fuerzas de choque del Estado tendrán el camino libre para detener, aporrear, inspeccionar, marear, insultar o lo que sea necesario de su amplio repertorio, con objeto de atemorizar al personal. Contarán con el beneplácito del poder judicial, que les dará plena cobertura. Pero no hay que extrañarse. Esto formaba parte del guion. En términos logísticos lo tendrán difícil para someter a dos millones y medio de personas repartidas en un territorio de 32.000 kilómetros cuadrados. Será una guerra abierta, en que la violencia la ejercerá únicamente uno de los bandos. También estaba previsto.

Muchos viejos rockeros antifascistas ya saben de que va. La ventaja es que ahora no te pueden torturar como antaño. No se puede resucitar a la Brigada Político Social, por mucho que se desee. Todo es más soft. La señora Merkel quizás no pestañearía, pero su alianza con los “verdes” alemanes entraría en barrena. Y esto escapa a sus intereses.

Y luego vendrá el tercer acto, que no se juega en la calle sino en los despachos del Banco Central Europeo, del Bundesbank y de algunas grandes multinacionales, que desean “estabilidad” para seguir su camino de enriquecimiento progresivo. Tanto alboroto los distrae de sus ocupaciones. Y estos sí que de verdad mandan.

No hay que preocuparse si se pierden algunas batallas. Lo que cuenta es el final. Con paciencia, tesón, disciplina y dignidad podemos tener la posibilidad de que en esta ocasión ganen los buenos, aunque sea sólo por una vez.

Alf Duran Corner

 

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