THE MEANING OF LIFE

Focus: Sociedad
Fecha: 19/01/2022

Sobre el “significado de la vida” se ha debatido profusamente y se seguirá haciendo, seguramente porque no hay una respuesta que satisfaga a todos. No es que el tema preocupe especialmente a la mayoría de la población, que se limita a sobrevivir con mayor o peor suerte sin preguntarse otra cosa. Pero sí es campo abonado para los filósofos (académicos o aficionados) y para los representantes de los distintos credos religiosos que nos proponen vías explicativas del gran interrogante.

Y es que si ahondamos un poco entramos en un territorio confuso sobre nuestra existencia y su propósito, sobre qué hacemos aquí, de dónde venimos y adónde vamos. Demasiadas incógnitas a despejar que nos alejan del principio freudiano de evitar el displacer.

Por eso a lo largo del tiempo se han buscado caminos para relativizar el problema, desde el discurso teológico que hallamos en el Nuevo Testamento : “Cor hominis disponit viam suam: sed Domini est dirigere gressus eius” (el corazón del hombre concibe su camino, pero el Señor dirige sus pasos), hasta el más popular y animoso consejo del periodista y dibujante de comics John Allen Saunders, que en enero de 1957 y en la revista “Reader’s Digest” escribió: Life is what happens to us while you are making other plans (La vida es lo que sucede mientras estamos haciendo otros planes).

La frase hubiera pasado desapercibida sino la hubiera recogido John Lennon en el texto de una canción editada en 1980 con el título “Beautiful Boy”, dedicada a su hijo Sean, dentro del álbum “Double Fantasy”. Lennon hizo una pequeña corrección del texto original (de lo que “nos” sucede a lo que “te” sucede), e introdujo el término “busy” (ocupado). Luego le añadió una entrada. La letra quedó así: “Before you cross the street, take my hand.” (antes de cruzar la calle toma mi mano). Y a continuación: “Life is what happens to you while you’re busy making other plans” (la vida es lo que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes”.

Y esta frase, gracias a la popularidad de John Lennon y a su heterodoxa forma de vida, se transformó en un grito de atención. No le demos más vueltas tratando de encontrar significados. Ya nos lo dijo el poeta romano Horacio: “Carpe Diem” (aprovecha el día). Sólo vale el aquí y el ahora.

Pero como el tema da para mucho, los investigadores del Pew Research Center (empresa norteamericana de estudios sociales a la que nos hemos referido en otras ocasiones), hicieron el pasado año un trabajo de campo que supuso entrevistar a 20.000 personas en diecisiete países. Se trataba de conocer que aspectos de su vida en aquel momento (en plena pandemia) eran más significativos, más determinantes, más satisfactorios. Aquí la pretensión era más terrenal y se procuraba huir de la metafísica. En definitiva, ¿cuáles eran las bases que les permitían seguir viviendo?

El proyecto era complejo porque los países eran distintos, sus respuestas al Covid-19 también lo eran y el impacto económico de las medidas muy variado. Además había diferencias culturales, políticas, ideológicas e históricas. Fue por ello que en último término se trató de identificar, si existía, un factor común explicativo.

Entretanto empezaron a desbrozar el gran paquete de datos obtenido. En general uno de los pilares compartidos que daba sentido a la vida de la gente era el vínculo familiar. Un condicionante previo era el estado de salud. En algunos países la gente tendía a elegir solo una o dos fuentes de significado. En Corea del Sur, por ejemplo, el 63% de la población declaraba que su única base era el bienestar material, factor que junto a los lazos familiares era compartido por la mayoría de los japoneses.

En Estados Unidos y en Australia la base era más amplia, con la familia, los amigos y el bienestar material como elementos destacados. Los norteamericanos situaban la religión (su religión) como el quinto factor, en tanto que en Francia, Suecia, Bélgica y Corea del Sur solo el 1% de la población hacían esta mención.

Es llamativo el trato que daban  al factor trabajo. Todos consideraban que era necesario porque condicionaba al resto, pero no le prestaban especial atención, sobre todo a partir de los cincuenta años y en el segmento medio-bajo de la sociedad. Trabajan porque gracias a la compensación económica que obtienen mejoran su bienestar material.

Se observa que hay un vuelco hacia lo público. La sanidad, el transporte, la educación, los servicios sociales son considerados fuentes de bienestar material. Es una tendencia generalizada que contrasta con la voluntad política de la mayoría de los gobiernos hacia la privatización.

Si quisiéramos aislar un factor común podríamos describirlo como “conectividad”, deseo de estar cerca de los otros, sean estos familia, amigos, parejas y animales de compañía. Será quizás porque las actuales condiciones sanitarias ponen limitaciones a todo ello. Besos y abrazos como fuente de vida.

Tenemos la sensación de que hay algo trucado en el estudio, no porque metodológicamente no esté bien hecho por parte de Pew, sino porque pensamos que muchas de las respuestas son las “socialmente aceptadas” en esta coyuntura histórica. Y es que todos los estudios sociológicos realizados en los últimos treinta años han puesto de manifiesto el claro aumento del factor individualista y competitivo de la sociedad, en una lucha por conseguir un pedazo mayor del pastel, sin tener en cuenta si esa conducta afectaba a los demás. Era un caiga quien caiga, sin contemplaciones. Ha sido a partir de los inicios de la pandemia (enero 2020) que se ha dado un vuelco a esta situación. Se diría que en general la gente se ha dado cuenta de su debilidad y de su grado de dependencia. Es por eso que el 65% de los entrevistados han manifestado que el coronavirus ha cambiado en gran medida su vida, siendo los menores de treinta años los que mayoritariamente así lo han expresado.

¿Nos llevará esto a reflexionar sobre nuestras vidas, la importancia de las relaciones sociales, la necesaria conexión entre los grupos y el ajustado papel del Estado? No lo creo. Mantengo un sano escepticismo.  Con propósitos compensatorios acudo a Viktor Frankl, nuestro querido y añorado psiquiatra que nos dejó a finales del 1997, y que como superviviente del holocausto nos transfirió sus reflexiones en el libro “Man’s Search for Meaning”, donde defendía el convencimiento de que era justamente esa búsqueda del sentido de la vida lo que mantenía vivos a los supervivientes. Claro que las circunstancias determinaron entonces aquella afloración de superhéroes y ahora todo es más light, menos consistente, más equívoco, menos comprometido. A contraluz tengo la impresión de que la pandemia ha sido de nuevo la coartada perfecta para socializar pérdidas y esperar que, más adelante, se podrán privatizar ganancias.

Entonces veremos si la conectividad era o no una simple estación de paso.

  

Alf Duran Corner

 

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