TOO BIG TO JAIL

Focus: Economía
Fecha: 13/03/2015

Durante la crisis financiera del 2007, cuyas secuelas todavía padecemos, se puso de moda el mensaje “too big to fail”, es decir, “demasiado grande para quebrar”. Era la forma de justificar que la Administración Pública norteamericana tenía que ayudar al sector bancario con el dinero del contribuyente, porque si no lo hacía se produciría     el hundimiento del sistema económico mundial. La praxis de Estados Unidos se tomó como modelo de referencia y los Estados occidentales hicieron lo propio con los bancos de sus países. En algunos casos los nacionalizaron, para luego venderlos por la puerta trasera a sus antiguos accionistas. Con esta maniobra quitaron el lastre del sector privado y lo  trasladaron al sector público, generando la explosión de la Deuda Pública y la crisis correspondiente.

Si analizamos ahora el sector bancario en términos globales, vemos que se ha producido un proceso de concentración, con lo que el poder negociador de la banca frente a sus clientes ha aumentado considerablemente. Y si hacemos un análisis de la estructura del sector, podemos distinguir un limitado grupo de actores que se han apropiado del concepto “banca universal”, que integra los servicios de los antiguos bancos de depósitos, más todos los vinculados a la banca de inversión.

Entre este grupo de exquisitos se ha destacado últimamente el banco HSBC, tras haber aparecido una larga lista de defraudadores de impuestos, que habían sido acogidos por la entidad con objeto de ocultar sus capitales, procedentes en algunos casos de actividades ilícitas. Ha habido mucho ruido y cierta confusión, pero el tiempo pasa y la gente olvida. El tema ha perdido actualidad.

Y HSBC sigue su marcha ascendente, tras 150 años de su fundación, una fundación algo peculiar, aunque no muy distinta de los turbios orígenes de muchos de sus competidores. El “Hongkong and Shanghai Banking Corporation”  fue creado para financiar las operaciones de venta de opio al mercado chino. Esas operaciones quedaron liberadas tras las “guerras del opio”, en las que el Imperio Británico se enfrentó al gobierno chino y lo venció. Las razones de esta cruzada eran puramente comerciales, algo habitual en el pragmatismo guerrero anglosajón. Ocurría que Gran Bretaña compraba muchas mercancías a los chinos y estos apenas compraban nada; sólo aceptaban su plata. El balance comercial era desequilibrado y la astucia del gobierno de Su Majestad fue encontrar un producto (procedente de las plantaciones indias) que podía tener éxito en ese mercado: el opio. Así crearon un mercado de drogadictos. El gobierno chino trató de controlar esta irrupción, lo que le llevó a unas guerras que perdieron, por lo que acabaron tolerando la venta de opio.

Como las ventas crecieron enormemente, el déficit comercial se transformó en superávit. Entre los primeros accionistas del HSBC se encontraban los principales propietarios de las redes de locales en los que se podía fumar opio.

Es evidente que el rastro se ha perdido, aunque no el estilo. Hoy HSBC es el segundo banco del mundo por el valor de sus activos, con sede central en Londres. Su valor de capitalización suma 200.000 millones de dólares, opera en 80 países, tiene 60 millones de clientes y 250.000 empleados. Su estrategia de crecimiento ha pasado por la compra de entidades bancarias en todo el mundo.

El conocido como “Swiss Leak” o “lista Falciani” es un pecado venial en su trayectoria.  A lo largo del tiempo ha ido reconociendo todo tipo de prácticas fraudulentas, desde manipular el precio de los mercados a lavar dinero negro de los narcos. Parece que no le importa mucho que lo multen (quizás lo incluye en sus costes operativos), pues, por ejemplo, en 2012 pagó al Estado norteamericano 2.000 millones de dólares por blanqueo de capitales, una cifra que por entonces sólo significó un diez por ciento de sus beneficios después de impuestos.

Pero, ¿es que HSBC es un caso aislado?. ¿Es el malo de la película? Creo que no. Simplemente lo han pillado más que a otros. El último episodio lo resolverán con una gran campaña de “responsabilidad social corporativa” o esponsorizando grandes eventos.

Se sienten poderosos y la historia les ha dado la razón. Son tan grandes que no pueden ir a la cárcel: TOO BIG TO JAIL.

 

Notas:

Alf Duran Corner

 

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