Focus: Política
Fecha: 16/07/2015
El contencioso griego sigue dominando el panorama político europeo, hasta el extremo de que no existe nada más. Pero la vida no es lo que nos cuentan los medios convencionales, siempre sesgados por la más rabiosa actualidad, sino lo que sucede en distintos territorios, en distintos planos, en este mundo globalizado en el que todo está interconectado.
Limitándonos al ámbito financiero, Grecia tiene un compañero de viaje en el tránsito hacia la teórica suspensión de pagos. Nos referimos a Ucrania, sobre la que se habló mucho durante unos meses, pero que ha dejado de existir para los medios, porque ya no está de moda.
Ucrania, con una superficie similar a la del Estado Español y una población de 46 millones, tiene una Deuda Pública que alcanza el 95% de su PIB, la mayor parte de ella en manos de inversores privados. Con unas reservas monetarias de nueve mil millones de dólares (que cubren solamente el importe de tres meses de importaciones), tiene el compromiso de abonar a sus bonistas 120 millones de dólares el próximo 24 de julio, y lo más probable es que no pueda hacerlo. El FMI, aunque éste no es su papel, trata de mediar entre el gobierno de Ucrania y los inversores privados.
La situación económica del país es dramática, con una inflación del 46%, una renta disponible que ha caído un 24% respecto al año anterior y una contracción del PIB para el 2015 estimada en un 9%.
En el campo político, la guerra entre el gobierno de Kiev y las regiones secesionistas del Este se halla en una paz inestable. Buena parte de la población de esas provincias se ha desplazado a Rusia. El gasto militar de las partes contendientes se mantiene.
Ucrania, como la mayor parte de los países que conformaban la Unión Soviética, hizo un cursillo rápido de capitalismo manchesteriano, transfiriendo los activos públicos a antiguos miembros de la nomenclatura comunista, con el apoyo financiero –bien retribuido– de la banca británica y suiza. No es de extrañar el caos económico y social reinante.
En lo que respecta a Crimea, la reintegración a Rusia se asume como un hecho consumado. La cesión de Crimea a Ucrania en 1954, llevada a término por Jrushchov, fue una frivolidad, teniendo en cuenta además que Crimea era cultural e históricamente rusa. Jrushchov debía pensar que nada cambiaba, pues todo continuaba formando parte de la Unión Soviética. A título de anécdota, conviene recordar que el que fue presidente de Francia (Valery Giscard d’Estaing) dejó escrito en sus memorias que Jrushchov se inventó dos estados (Bielorrusia y Ucrania) con objeto de tener dos puestos más en las Naciones Unidas.
Pero Ucrania existe, aunque no esté de moda y los medios le presten poca atención. Es otro de los tableros donde se juega el futuro europeo, en este caso con la voluntaria participación del gobierno norteamericano.
Grecia y Ucrania tienen más puntos de coincidencia de los que a priori se supone.