UN LAPIZ

Focus: Política
Fecha: 05/02/2001

Para muchos la "guerra del Golfo" fue un espectáculo televisivo, como un castillo de fuegos artificiales que tenía su apoteosis en la explosión luminosa de Bagdad.

La guerra terminó (han pasado más de diez años) y Saddam Husayn sigue allí, sin que nadie tenga especial interés en que abandone su puesto.

Las razones ocultas de la guerra se basaban en el control, directo o indirecto, de las reservas petrolíferas de Kuwait. La demonización de los iraquíes formaba parte de la lógica estratégica de los americanos.

El precio del barril de crudo viene determinado por la oferta y la derrota de Irak favoreció la gestión occidental de ese recurso escaso.

Hubo sanciones económicas para el país vencido y un embargo selectivo que, como sucede habitualmente, afectó a la población y no a sus líderes.

En un territorio algo inferior al de España, en el que se desarrollaron algunas de las más grandes civilizaciones de la humanidad (Mesopotamia, Babilonia, Asiria), veintidós millones de personas viven dificultosamente, en especial en lo que atañe a los servicios de salud.

Americanos y británicos continúan haciendo prácticas de tiro desde sus sofisticados aviones en la zona que ellos mismos definieron como de "exclusión aérea" para las fuerzas militares iraquíes.

Pero lo que llama más la atención es el severo criterio seguido por el Departamento de Estado norteamericano para fijar las condiciones del embargo : no sólo maquinaria, medicinas, alimentos, etc sino también lápices escolares, porque con las minas se pueden fabricar explosivos.

Las plataformas contra el embargo piden al mundo civilizado libretas y lápices para que unos niños hacinados y escasos de medios puedan hacer sus trabajos escolares.

La situación no sólo es obscena. Es un insulto a la inteligencia.
Alf Duran Corner

 

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