Focus: Economía
Fecha: 19/01/2017
Así la definió el controvertido economista norteamericano Martin Armstrong, refiriéndose a una economía sin dinero en efectivo. Si tenemos en cuenta que a muy temprana edad (con apenas trece años) hizo sus primeras ganancias comprando y vendiendo monedas antiguas, comprenderemos su acerada crítica.
Sólo cabe recordar que el totalitarismo, en un sentido amplio, es el control autoritario de la sociedad por parte del Estado.
Para ser precisos, yo no hablaría tanto de economía sino de finanzas y, en particular de sistemas de pago. Y aquí sí que podemos identificar una tendencia dominante hacia unos sistemas de pago totalitarios.
Uno de los gurús académicos de moda (Kenneth Rogoff) lleva tiempo defendiendo la conveniencia de reducir sustantivamente la circulación de dinero en efectivo. Incluso ha publicado un libro recientemente (“The Curse of Cash”) en el que desarrolla los argumentos económicos, sociales y políticos que justificarían este enfoque.
Pero como el tema es importante y detrás hay mucho dinero a ganar (como ahora veremos), se constituyó hace poco la plataforma BTCA (The Better Than Cash Alliance), que bajo el amparo de las Naciones Unidas agrupa a un conjunto de gobiernos, instituciones, bancos y empresas internacionales, que abogan por la digitalización de los pagos. Destacan las empresas VISA y Mastercard, así como el World Saving Bank Institute, que representa a unos siete mil bancos y entidades de ahorro. Directa o indirectamente tenemos también a los grandes de Silicon Valley. Ya en octubre pasado, Tim Cook, el CEO de Apple, expresó en Japón su displicencia hacia la moneda física, declarando alegremente que “a los consumidores no les gusta el dinero en efectivo”.
Yo no sé si a los consumidores les gusta o no, aunque sí puedo comprender que a Tim Cook no le guste, pues su sistema “Apple Pay” pretende desplazar al dinero, cobrando buenas comisiones por ello. En la misma posición se encuentran los bancos y los emisores de tarjetas de crédito o débito, los tecnólogos del pago mediante soporte (móvil, etc.) y otras especies próximas.
Es fácil justificar la lógica social de este movimiento, si tenemos en cuenta el peso de la economía sumergida en todos los países del mundo (economía que se basa en operaciones en efectivo), con el consiguiente deterioro de las finanzas públicas (cero impuestos) y el mantenimiento de una fuerza de trabajo sin protección. No es de extrañar entonces que la burocracia se haya puesto en marcha (desde la Unión Europea hasta muchos gobiernos miembros de la Unión) restringiendo el valor de los pagos en efectivo, reduciendo o suprimiendo el uso de billetes de 500 €, obligando a declarar el importe que se lleva consigo al entrar en la UE, etc.
Se puede añadir que de esta forma sería más fácil controlar el dinero del tráfico de drogas, la prostitución, el comercio de armas y otras actividades económicas delictivas.
Todo demasiado bonito para ser verdad.
Quizás por eso algunas voces autorizadas han expresado sus dudas, máxime después de que los sondeos realizados en dos países importantes (Japón y Alemania) hayan puesto de manifiesto lo contrario de lo que opina Tim Cook: Resulta que a los ciudadanos les gusta el “cash”. Además, y en concreto en Japón, muchos restaurantes y comercios no aceptan otra forma de pago. En cuanto a Alemania, cuando el gobierno insinuó la idea de prohibir los pagos en efectivo por encima de 5000 €, la respuesta de la calle fue severa, con un espectacular titular del “Bild”, que decía “Quite las manos de nuestro dinero”. De acuerdo con un estudio del Bundesbank, el 80% de los pagos en Alemania se hacen en efectivo. Y en Austria el viceministro de Economía declaró a una radio pública: “No nos gusta que alguien pueda seguir digitalmente nuestras compras, lo que comemos, lo que bebemos, qué libros leemos y qué películas vemos”.
Las propuestas del BTCA resultan orwellianas, restan grados a la escasa privacidad que nos queda. Con la desconfianza que generan la mayoría de los gobiernos y sus aliados del sector bancario, sólo faltaría que “el gran hermano” controlara todos nuestros movimientos económicos. Para completar el panorama, no debemos olvidar que un porcentaje importante de la población mundial no está bancarizada, es decir, no tiene ninguna relación con el sector.
A mi juicio, el gran problema es que se está haciendo todo muy sigilosamente y la mayoría de la población ignora el horizonte que se avecina. Además, se vende como muy “moderno” no llevar efectivo encima, cuando la modernidad se encuentra en otras categorías sociales ajenas a cobros y pagos.
No estaría de más que entretanto, si es que dispone todavía de efectivo en una cuenta, vaya a su banco y saque unos cuantos billetes, antes de que se acaben.