VIVAN LAS CAENAS

Focus: Sociedad
Fecha: 28/04/2006

La historia de la corrupción marbellí es de sobras conocida. En el fondo ha llegado a constituir un paradigma, en el conjunto del Estado, de la procaz coyunda entre gestores públicos, empresarios privados, abogados, jueces y un largo etcétera de personas, supuestamente al servicio de la comunidad.

Con la excepción de unos pocos ciudadanos honrados, cuyas denuncias fueron sistemáticamente archivadas, la población de esta ciudad malagueña se sentía ufana de contar con tanto “famoso y famosillo” entre sus más destacados próceres.

Desde el invento del Grupo Independiente Liberal por parte del esperpéntico señor Gil, todo el mundo sabía que Marbella era la cueva de Alí Babá y que su ayuntamiento era una copia cutre del modelo “Chicago años veinte”.

Pero seguían apoyándolos, porque probablemente pensaban que algún día obtendrían algo a cambio.

Cuando el rey Fernando VII regresó a Madrid desde su reclusión francesa, en el año 1.813, el pueblo alborozado quitó a los caballos del tiro de la carroza y llevó a su monarca en volandas al grito de “vivan las caenas”. Luego al rey le faltó tiempo para liquidar la Constitución de 1.812 y todos los decretos promulgados por las Cortes gaditanas.

Claro que en la España de 1.813 la pobreza y la ignorancia eran factor dominante.

Pero en la supuestamente moderna ciudad de Marbella, en pleno siglo XXI, nadie puede alegar que no se halla en condiciones para interpretar lo que sucede en su entorno.

Hay que pulir nuestra democracia para que no ocurran estos desaguisados. Como decía recientemente José María Ruiz Soroa “el hecho de que los ciudadanos de Marbella hayan caído con tanta fruición en esa práctica arroja serias dudas sobre su capacidad como electores y aconsejaría (si ello fuera posible en nuestra legalidad) someterles al régimen de gestora externa no unos meses, sino varios años”.

Que así sea.
Alf Duran Corner

 

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