VIVE LA DIFFÉRENCE

Focus: Política
Fecha: 07/12/2006

Nuestros vecinos franceses expresan así su alegría por la diferencia entre los sexos, que hay que contemplar como una oportunidad para enriquecernos como personas.

Hay otras diferencias y algunas nos afectan directamente como ciudadanos. Veamos el caso de las elecciones catalanas y de la designación del nuevo President de la Generalitat de Catalunya.

En el ruido mediático que ha rodeado a esta contienda electoral, en su fase previa y en su fase post, hemos hallado un denominador común: el señor Montilla no tiene carisma.

Y es cierto que no lo tiene, como no lo tiene la gran mayoría de la población. No se dan clases de “carisma”, gracias, y que dure, a la madre naturaleza.

Carisma y liderazgo van parejos. El liderazgo tiene una base genética (es más temperamento que carácter) que se desarrolla en la personalidad del sujeto, si las circunstancias son propicias.

La pregunta es: ¿es necesario que el President sea un líder?. Analicemos el tema como lo haríamos en el ámbito empresarial, como si Catalunya fuera una sociedad anónima. En buena parte lo es.

En el más reciente período democrático, Catalunya ha tenido tres presidentes elegidos por el Parlament: Pujol, Maragall y Montilla.

Pujol era un líder nato, en especial en su primera etapa. Luego, de una forma casi automática, se transformó en el “dueño”, en el “amo” de la hacienda. Y se comportó como tal. Su paternalismo es el propio de esta tipología social. El dueño quiere lo mejor para sus empleados, siempre y cuando hagan lo que él decide. Si no, los riñe. Demasiados años en el puesto han generado multitud de vicios. Ahora sus hijos políticos reclaman la propiedad, que entienden que es suya. Por eso están desconcertados.

Maragall es el líder por excelencia. Es un visionario y un utópico. Ve el horizonte de forma muy distinta a los demás. Abre cajas y busca a los mejores para que las cierren. Imaginó Barcelona y la cambió. Pensó un nuevo Estatut y lo consiguió. Habló del arco mediterráneo cuando los demás todavía estaban encerrados en los límites del Estado / nación. Ha hecho su trabajo y ya se ha cansado. Los líderes se aburren y necesitan nuevos estímulos.

Montilla no es el dueño ni es el líder. Es un manager profesional. No arrastra, pero consigue que las cosas se hagan. Lo ha demostrado sobradamente, aunque ahora los apóstoles de la contrainformación digan lo contrario. Su legitimación política procede de los representantes del pueblo. Su legitimación como manager se asienta en la racionalidad de los herederos de la Ilustración. No es un “animador”, ni falta que hace. Funcionará y puede llegar a aburrirnos con su eficacia. El banquillo de la oposición envejecerá a unos cuantos. Hay Montilla para rato.

“ Vive la différence”.
Alf Duran Corner

 

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