Focus: Economía
Fecha: 10/01/2019
Y no nos referimos a la película de Peter Weir, que con un título similar explica las andanzas de un inexperto reportero en la Indonesia militarizada de Sukarno. Nos limitamos a centrarnos en el arranque de un año (2019) en el que “vivir peligrosamente” formará parte de la realidad cotidiana.
No me gusta hacer predicciones y menos en el ámbito económico, pero muchos de mis suscriptores me lo piden con asiduidad, por lo que voy a hacer una excepción, aceptando la volatilidad del entorno en el que nos movemos.
A nivel mundial (todo está interconectado) y tomando el PIB como el indicador macro por excelencia (con todas sus limitaciones), el crecimiento de la economía será muy similar al de los dos años precedentes (un 3,5%), lo cual parecería una buena señal. Pero no todo es lo que parece. Y esto es así porque si analizamos el comportamiento del último cuatrimestre del 2018, vemos una contracción en economías sólidas como las de Alemania y Japón e incluso una reducción de la tasa de crecimiento de China respecto al resto del año. El sector del automóvil, que arrastra directa e indirectamente a muchos otros sectores, ha bajado el ritmo. En Estados Unidos las expectativas oficiales son también menos ambiciosas, a pesar de las nuevas medidas de política fiscal (trickle down) del gobierno Trump. Lo del “trickle-down economics” (si bajas los impuestos a corto plazo a los más ricos –personas y empresas– estos invertirán y crearán más empleo, lo cual redundará en bienestar para todos a largo plazo), no se lo creen ni ellos, pues la evidencia empírica así lo ratifica.
¿Qué pasa pues? Simplemente que seguimos inmersos en una crisis sistémica, en la que tendremos que acostumbrarnos a vivir, tratando de no confundir recesión con crisis. Ya lo señalé hace tiempo: la recesión se va pero la crisis se queda. Y es que el PIB (que puede explicar el crecimiento o la recesión) lo enmascara todo.
La principal nube que tenemos en el horizonte es la llamada guerra comercial entre Estados Unidos y China, no tanto por los hechos concretos que dificultan las transacciones, sino porque genera incertidumbre en todos los actores económicos, con el consiguiente efecto sobre el consumo y la inversión. Un buen indicador es la caída en el tráfico de contenedores. Podríamos añadir que la decisión americana de aumentar las tarifas aduaneras en los coches puede producir (según el FMI) una caída del 0,75% en el PIB mundial.
La Europa comunitaria tampoco está en su mejor momento, con un escuálido crecimiento del PIB del 0,2% en el último cuatrimestre. Si añadimos el fin de las inyecciones de liquidez del Banco Central Europeo, que ha mantenido a flote durante varios años a algunos países miembros (entre ellos a España), no podemos esperar grandes noticias.
En cuanto al Brexit, la caja de sorpresas está abierta. Los medios vinculados a la Unión Europea pregonan un horizonte dramático para el Reino Unido, apoyándose en los argumentos interesados de los altos funcionarios de la UE. Pero éste es un juego en el que si se juega mal pierden todos. El propio FMI, más precavido, espera un crecimiento del PIB muy similar para la Eurozona y el Reino Unido (entre el 1,5 y el 2%).
Y ¿qué nos dice la Bolsa, ese pregonado termómetro de la economía, al margen de los movimientos especulativos a corto plazo que no sirven como referente? Pues su lectura no es muy tranquilizante. Veamos. Si tomamos como base de reflexión el comportamiento de las principales bolsas de valores en los últimos diez años, y en algunos casos todavía más atrás para tener una visión más ajustada, tenemos lo siguiente:
-El índice TSX de Canadá desde junio del 2008 a diciembre del 2018 ha caído un 5%. Este último año ha caído un 11,6%. Tanto a largo como a corto, pérdidas.
-El Shanghai Composite Index desde octubre del 2007 a diciembre del 2018 ha caído un 59%. Entre el 2014 y junio del 2015 se disparó, y la caída desde esa punta de la burbuja ha sido del 52%.
-El Nikkei 225 ha caído en el 2018 un 12,1% respecto al año anterior, pero en el registro histórico más alargado (desde 1986) ha caído un 49%.
-El DAX (índice alemán) no es comparable a los otros, pues incluye el pago de dividendos. El DAXK sí lo es. En 2018 ha caído un 20,6% y desde marzo del 2000 (su punto culminante) ha caído un 22%. Es decir, los que han sostenido el papel tienen hoy, después de 19 años, un veintidós por ciento menos de valor, sin contar la inflación.
-El índice FTSE 100 (Reino Unido) ha tenido las oscilaciones habituales, pero se ha defendido mejor que la mayoría. En 19 años (1999 – 2018) sólo ha perdido un 3%. ¿O es que la economía británica es más sólida de lo que cuentan sus adversarios?
-El índice CAC 40 de Francia ha caído en el 2018 un 11%. Desde el 2007 (gran crisis financiera) ha caído un 22% y desde la burbuja de Internet (2000) un 31%.
-Dejamos para el final el caso de Estados Unidos, que nos permite ver su peso en la economía mundial. El S&P 500 cayó en el 2018 un 6,2%, la primera caída tras diez años de crecimiento rampante. Esa caída se ha puesto más de manifiesto en el último trimestre (un 14,8%). Como líder financiero mundial, sus burbujas han marcado el ritmo de los tiempos, pero las ha ido superando. La burbuja de Internet (2000) supuso una caída del 49% y la burbuja de la vivienda (2007), que actuó como espoleta de la “gran recesión”, un 56%. Pero si incluso en la punta de la burbuja de Internet (año 2000), antes de que estallara, hubieras apostado por el S & P 500 y no te hubieras movido, hoy tendrías un patrimonio mobiliario un 64% superior, lo cual pone de manifiesto la fortaleza de su economía.
Así suena la música de fondo, llena de estridencias económico-financieras que cuestionan la aparente tranquilidad del entorno. Sólo falta añadir una variable de naturaleza política que añadiría más confusión: el establishment norteamericano está a la espera del informe definitivo que el fiscal especial Robert Mueller tiene que presentar sobre la “supuesta injerencia del gobierno ruso en las últimas elecciones presidenciales para favorecer al candidato Trump”. ¿Podría ello propiciar el “impeachment” del Presidente? Teniendo en cuenta que el proceso es largo y aunque los demócratas no confiaran en ello, ¿serviría para deteriorar todavía más la imagen de Trump de cara a las elecciones del 2020?
En su conjunto el panorama mundial no es muy esperanzador. Dicen que un optimista es un pesimista mal informado. Dejémoslo así.
En cualquier caso, pónganse los cinturones de seguridad. No es que vengan curvas; es que en este circuito no hay una sola línea recta en la que aplicar el ERS (Sistema de Recuperación de Energía).