VUELVEN LOS "BANKSTERS"

Focus: Economía
Fecha: 21/06/2018

En realidad nunca se habían ido, pero se mantenían agazapados, fuera de los circuitos habituales que entretienen a la gran masa de la población.

En mi libro “Los códigos de la crisis. Para entender lo que pasa” (ISBN 9788415682028), describía así esta entrada:

Fue Marc Roche, el gran periodista financiero de “Le Monde”, que tras veinticinco años de cubrir como corresponsal los movimientos de la City y de Wall Street, les dedicó un libro (“Les Banksters”) en el que expresaba su tremenda decepción por la forma en que había evolucionado el capitalismo financiero.

En este caso los “banksters” han vuelto, personificados en la sociedad norteamericana Blackstone, entre cuya cartera inmobiliaria se halla la vivienda de una finca de la población de Cornellá, en la que se produjo el suicidio de un inquilino que llevaba once meses sin poder pagar el alquiler y al que iban a desahuciar por orden de un juez.

Cada día se producen en el mundo centenares de desahucios, que ocultan todo tipo de tragedias personales. Dentro de poco nadie se acordará de esta triste historia.

Pero, ¿quién es Blackstone y qué hace aquí? Vamos a intentar buscar sus orígenes y así comprenderemos su posición actual. Blackstone nació en 1985 como empresa dedicada a “fusiones y adquisiciones” y entre sus principales fundadores estaban Peter G.Peterson y Stephen A.Schwarzman, ambos procedentes de Lehman Brothers, en la época dorada de este banco de inversión. Peterson había sido Secretario de Comercio del gobierno Nixon y alcanzó la cúspide del banco, en tanto que Schwarzman era el responsable de fusiones y adquisiciones. Muy pronto intuyeron que el negocio estaba en otra parte y se pasaron a “Private Equity” (capital riesgo).

El “capital riesgo” es una subfamilia de los fondos de inversión. Primero crean un fondo y tratan de cubrirlo entre inversores particulares e institucionales. Luego invierten preferentemente en empresas privadas (que no coticen en el mercado de capitales) o en empresas con problemas. Sus operaciones de adquisición se basan en un buen apalancamiento (compran endeudando a la empresa comprada y –en un juego perverso de ingeniería financiera-  dan como garantía las acciones de la propia empresa). Si el proyecto sale bien (troceando la empresa, vendiendo activos, reduciendo el personal o lo que haga falta), lo venden al cabo de unos pocos años (cuanto más pronto mejor) con fuertes plusvalías, plusvalías que se reparten entre los inversores y ellos mismos como gestores. Cobran además a los inversores unos honorarios por gestión. Si sale mal, es el banco o el sindicato de bancos los que se quedan la empresa, que luego algún espabilado adquiere a precio de saldo. Si tienen gran rentabilidad en sus operaciones (y Blackstone la tuvo) les resulta muy fácil ir lanzando nuevos fondos y seguir el ciclo.

En el año 2007, The Blackstone Group dejó de ser una empresa privada y se presentó en el mercado de capitales. La OPA (Oferta Pública de Acciones), dirigida por el banco Morgan Stanley, fue un éxito. Peterson cobró 2.000 millones de dólares y se retiró. Schwarzman continuó al frente del negocio, con un paquete de acciones valorado en 8.000 millones de dólares y un efectivo de 700 millones.

En el año 2013, Blackstone entró en el mercado inmobiliario de Madrid al adquirir, a través de uno de sus fondos, un conjunto de viviendas de protección oficial (1860) que eran propiedad del Ayuntamiento. En aquella época, la alcaldesa de Madrid era la señora Ana Botella. La operación, en la que intervino como intermediario un hijo de la alcaldesa y del expresidente del gobierno señor Aznar,  se cerró por 202 millones. El propio fondo valora ahora esos activos en 662 millones. El alquiler medio de las viviendas habitadas ha subido en este período un 49%. Al año siguiente y en la subasta que el Frob hizo de Catalunya Caixa, Blackstone se quedó una cartera de 40.000 préstamos (la mayoría hipotecas), como siempre en inmejorables condiciones.

Los buenos resultados animaron al grupo financiero a dar otro gran paso en el mercado inmobiliario español, con la colaboración del Banco de Santander y la complacencia del gobierno central. Previamente el Santander se había quedado el Banco Popular, con un balance cargado de activos tóxicos (viviendas, solares, casas, almacenes, etc.), gracias también a las garantías ofrecidas por el Estado (gobierno, Banco de España, etc.). El valor neto contable del negocio inmobiliario del Popular era de 30.000 millones de euros, que después de amortizaciones y depreciaciones había quedado reducido a 10.000 millones. Blackstone pagó 5.000 millones por el 51% y el control de la gestión.

Por último, este mes otro de sus fondos ha hecho una OPA para adquirir la totalidad del grupo Hispania, una operación que supondrá el desembolso de unos 1.600 millones de euros, bien apalancados. Como es habitual, la propiedad, en último término, la tendrá una sociedad de las islas Caimán, paraíso fiscal que garantiza estar libre del pago de impuestos durante cincuenta años. Si al final se cierra el trato, Blackstone no sólo será un gigante del sector inmobiliario español, sino que se convertirá en el principal propietario de hoteles de España, con un parque de 17.000 habitaciones.

A Stephen Schwarzman le tiene sin cuidado que le llamen “bankster” o que a sus innumerables fondos de inversión los califiquen de “fondos buitre”. Él considera que hace su trabajo, que es crear valor para sus inversores y accionistas, y para él mismo. Pagar los mínimos impuestos posibles forma parte también de su credo, mientras la Administración Pública nacional e internacional mira hacia otro lado. Él vive en el “Upper East Side” de Manhattan y allí la tasa de suicidios por habitante es muy baja.

Alf Duran Corner

 

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