VUELVEN LOS "MANIFIESTOS"

Focus: Política
Fecha: 05/11/2012

Parece que fue ayer, en pleno franquismo, cuando día sí, día no, algún colega te pasaba un manifiesto para que te adhirieras, en los que se expresaban nuestras amargas quejas frente a las iniquidades del Régimen. Luego, algunos intocables presentaban los manifiestos a la “autoridad competente” y la cosa quedaba en alguna sanción o una visita “amigable”.

Ahora, cuando un grueso de ciudadanos catalanes, hartos del Estado Español, han dicho basta y quieren ratificarlo de forma democrática, un grupo de personas de matriz castellana o asimiladas, la mayoría residentes en la capital, han levantado una bandera en contra de ese derecho, disfrazando en último término su discurso con una media aceptación –en caso de la irreversibilidad de la ruptura- “a tomarlo en consideración para encontrar una solución adecuada y respetuosa”.

Los medios convencionales –incluidos los catalanes– han acogido favorablemente el ya codificado como “manifiesto de los intelectuales”, lo que demuestra una vez más su pobre capacidad de análisis.

Vayamos por partes y analicemos con más rigor el contenido y los actores. Sobre el primero hay que señalar que está lleno de generalidades (debe ser el sesgo literario) y de errores o falsedades (son las matemáticas, estúpido).

La parte literaria es la que se refiere, por ejemplo, a que “la afirmación de que España perpetró agresiones contra Cataluña es una desgraciada manipulación del pasado”. O cuando dicen que “los independentistas convierten su particular idea de España en el chivo expiatorio sobre el que cargar todos los malestares. Abonan así el terreno a “la exigua minoría” (el entrecomillado es mío) que, desde el resto de España, se propone hacer otro tanto con su particular idea de Cataluña”.

Por favor, un respeto. Ahora que pronto tendremos las vacaciones navideñas, les aconsejo que ojeen algunos libros de historia como “La guerra de sucesión de España” de Joaquín Albareda, “Catalunya, one nation, two states” de Alexander y Sonia Alland, “La ciutat captiva. Barcelona 1714– 1860” de Ròmul Brotons (con este libro ya quedarán servidos), “El preu de ser catalans” de Patrícia Gabancho, “Notícies d’abans d’ahir” de August Rafanell o “Barcelona. Catalonia. A view from the inside” de Matthew Tree. Esto solo para hacer boca. Eso sí, les imagino capaces de leer en catalán y en inglés, dado que expresan claramente que “Cataluña suscita afecto, admiración y reconocimiento, entre otras razones porque sin ella, sin ”su lengua” (el entrecomillado es nuestro), sin su cultura y sin su aportación solidaria, no puede entenderse la España democrática”. ¿O es que todo esta “declaración de amor” no es más que una deriva literaria?

Siguiendo con la historia, ¿es que creen de verdad que “la transición de la dictadura a la democracia se hizo de la ley a la ley pasando por la ley”?. ¿O es que pretenden ignorar que la tan citada Constitución española de 1978 nació deslegitimada por las imposiciones de la dictadura franquista y de sus poderes fácticos? ¿Cómo se atreven a decir que “los independentistas para llevar adelante su denominada transición nacional se proponen ”violentar la ley democrática”? (el entrecomillado es nuestro).

Vayamos ahora a las matemáticas o a la aritmética, que es más sencilla. Como veo que entre los “intelectuales” hay algunos economistas, me gustaría que me contaran como definen el Déficit Fiscal de Catalunya, declarado por el gobierno de España (15 de julio del 2008) con datos del año 2005, y que se cifraba en el 8,70% de su PIB. ¿No se han preguntado nunca porqué no se han actualizado las balanzas fiscales? ¿Le llamamos “expolio” o le llamamos “extorsión”? Y que no nos vengan con el cuento de la “solidaridad” por decreto. Mienten cuando dicen que “Ni Cataluña está sometida a un expolio por parte de España...”. Si nos dejamos de abstracciones, podemos decir que los gobiernos españoles (tanto los de derecha como los de izquierda) han explotado los recursos generados en Catalunya y los han utilizado para financiar su megalomanía pseudo-imperial, de lo que se han aprovechado, en mayor o menor grado, los españoles no catalanes. Y punto.

He dejado para el final el tema de los “actores”. En esa variopinta lista hay de todo. Llama mucho la atención como algunos militantes históricos de la izquierda antifranquista han permitido que su nombre figure junto a gente de dudosa calidad democrática, vinculados a grupos de la derecha pura y dura, incluidos algunos colaboradores directos de Faes. Bien es cierto que muchas veces uno se adhiere a un manifiesto porque se lo pide un amigo, sin ni siquiera leerlo. Dentro de pocos días aparecerán las consabidas renuncias. También hay algunos personajes que yo califico de folklóricos, de los que se visten de “progre” cada mañana.

En cuanto a considerar que este manifiesto es un manifiesto de intelectuales, hay que ser muy precavido. No puedo por menos que citar un texto que escribí hace años sobre el tema y que mantengo en su totalidad. Dice así:

La palabra intelectual produce confusión, por lo que merece la pena reflexionar sobre ella.

Hay una primera distinción entre trabajo manual y trabajo intelectual, correspondiendo este último a aquel tipo de trabajo que exige mayor uso del cerebro que de las manos. De hecho esta clasificación es arbitraria porque ninguna actividad es químicamente pura.

La segunda consideración –y he aquí el gran malentendido- es que realizar un trabajo intelectual no significa necesariamente ejercer de intelectual. Un físico, un ingeniero, un matemático, un biólogo, un catedrático de universidad efectúan un trabajo intelectual, aunque pueden estar al margen de su ejercicio.

Para Chomsky (el paradigma vivo por excelencia), un intelectual es aquella persona que gozando de un aparato conceptual potente es capaz de transmitir ideas que afecten a la sociedad en su conjunto desde una perspectiva crítica y cuestionen el orden existente. Esto es lo que hace Darwin con su teoría de la evolución, Marx con la economía política y Freud con el subconsciente.

El auténtico intelectual es quien es capaz de estimular el cerebro de los demás con su universo simbólico. No es quien se refugia en su torre de marfil y practica un corporativismo a ultranza. En el mejor de los casos será un buen especialista, pero nunca un intelectual.

Tampoco es un intelectual aquel que opina sobre lo divino y lo humano. Todo el mundo tiene opinión como todo el mundo tiene nariz. El gran problema es que las plataformas mediáticas se nutren a diario de opinadores basura.

El intelectual es la conciencia crítica, el “pepito grillo”, el que tiene la voluntad del compromiso, el que no vive del presupuesto del Estado, el que no se nutre en los pesebres del poder.

Quizás porque los requisitos son muy exigentes o porque han sido barridos por los opinadores, lo cierto es que parecen una especie en extinción.

Bien es verdad que siempre han sido pocos, porque la tarea tiene sus riesgos.

Se dice que durante el franquismo el “simpático” ministro Solís Ruiz le preguntó al “iluminado” Muñoz Alonso qué era un intelectual. A lo que este último respondió: “Alguien que nunca haría esta pregunta”.



Nota personal:
El martes 13 de noviembre, a las 7,30 de la tarde, habrá una presentación pública de mi último libro “Catalunya, a la independència per la butxaca” en la sala Sagarra del “Ateneu Barcelonés”. Esta web promedia unos 1800 visitantes distintos cada mes, de los cuales hay 300 que están suscritos y reciben el aviso semanal. No conozco a más de un 10% de estos últimos y quizás sería la ocasión para conocer a algunos más de mis amables lectores. La puerta está abierta.

Alf Duran Corner

 

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