Focus: Política
Fecha: 02/09/2020
Ya lo decía el gran maestro Buda: “Te conviertes en lo que piensas”. Pero, ¿por qué piensas en lo que piensas? ¿Cómo se construye ese entramado mental que se proyecta hacia el exterior y conforma tus rasgos distintivos, eso que hemos acabado en describir como “la personalidad”?
Lo primero que deberíamos decir es que hay muchos equívocos respecto a este concepto. Decir, por ejemplo, que alguien tiene mucha o poca personalidad –como si se tratara de un bien medible- es una señal de ignorancia. Todo el mundo tiene personalidad, pues su naturaleza es cualitativa, no cuantitativa. Lo que sí tiene la personalidad es que es consistente y estable, lo que quiere decir que su manifestación externa mantiene una línea regular. Cuando un actor interpreta un papel en una obra, trata de interiorizar la personalidad del personaje, hecho que a la larga produce fatiga y crea disfunciones cognitivas. Por eso algunos actores célebres (James Stewart, John Wayne, Spencer Tracy, y otros) solo se interpretan a sí mismos, sea cual sea el guion.
Y es que la personalidad de cualquiera de nosotros tiene su lógica interna, lógica que nos permite navegar en el entorno que nos rodea.
Volviendo a nuestro relato original, sabemos que una parte de nuestro yo viene determinada por la herencia genética situada en los cromosomas, que se transmite por replicación, parte que arrastramos con nosotros nos guste o no. Este sería el componente biológico. El complemento a lo anterior procede del llamado proceso de socialización o aculturación, que es el camino que sigue el sujeto desde su nacimiento hasta su edad adulta, camino a través del cual interioriza valores, hábitos, formas de vida, referentes, creencias, etc. El cóctel es complicado, sobre todo si se produce un contraste no deseado entre lo primero y lo segundo.
Y es en lo segundo en lo que ahora quiero centrarme. Un niño o niña nace en un ambiente dado, en un entorno familiar, en un círculo primario, en un territorio físico concreto (el ignorado papel del clima), en una realidad política e histórica, en un contexto sociolingüístico, en una situación económica determinada. Todos estos inputs operan sobre la base heredada y producen reacciones internas que van conformando esa personalidad.
Como ya he comentado en otras ocasiones, hay un telón de fondo en el proceso de socialización o aculturación, que es el defendido por los sociobiólogos liderados por Edward O.Wilson, y que cuenta con otras figuras eminentes como Richard Dawkins. Lo que dicen en esencia es que los rasgos culturales o memes también se replican y pasan de generación en generación. No podemos disociarlos de la herencia genética y van más allá del proceso de socialización. Por poner un ejemplo, entre los españoles la “catalanofobia” sería un meme dominante.
Esta categoría de memes explica comportamientos colectivos que se prolongan a lo largo de los tiempos, comportamientos que afectan a toda una comunidad de forma transversal y que se manifiestan automáticamente sin que el sujeto pueda controlarlos.
Si además estos memes cuentan con el refuerzo constante de inputs culturales afines, generan comportamientos sociopáticos como el que se expresa en el “aporellos”. El problema con la sociopatía de las colectividades es que no tiene solución.
Eres lo que piensas, decíamos al principio, y en una retroalimentación natural, acabas pensando lo que haces.
Si lo tienes en cuenta, puedes avanzar en el camino del conocimiento de lo ajeno. Una pista que puede ayudarte en esta comprensión es preguntarle a tu pareja, a tu amigo, a tu colega, a tu amante o a quien voluntariamente tengas cerca, ¿qué está leyendo? o ¿qué ha leído últimamente? o ¿qué es lo último que recuerda de su lectura más próxima? En la lectura, aun sin quererlo, nos desnudamos. Ficción o ensayo nos permiten proyectarnos y/o identificarnos.
Me gustaría saber qué leen, si leen algo, los fiscales y jueces que conforman el laberinto del sistema judicial español. Cuando observo sus comportamientos, sus gestos, sus palabras y sus silencios, desarrollo mis propias hipótesis sobre sus preferencias literarias. No tengo el repertorio de su bagaje genético (que imagino similar al resto de ciudadanos de su clase y condición) y solo puedo quedarme con su proceso de socialización y aculturación, que aun siendo singular en cada caso, tiene raíces comunes que pertenecen a la herencia del tardofranquismo y sus instituciones.
Es por ello que me atrevo a imaginar unas lecturas acordes con todo ello. Para ampliar su campo y por si no lo conocen, les recomiendo un librito que con el título “Catecismo Patriótico Español”, publicado en Salamanca en 1938, tuvo como autor a fray Albino González Menéndez-Reigada, de la orden de Predicadores, que había sido obispo de Tenerife y lo fue luego de Córdoba. En 1939 el ministerio de Educación Nacional lo impuso como libro de texto en las escuelas del país.
En este libro está todo. Es la condensación del pensamiento político del Régimen nacional-católico, condensación que ha llegado hasta nuestros días bajo el soporte técnico de los memes replicantes. Vean sino algunos de sus capítulos más llamativos, entre los treinta y dos que constituyen la obra completa, y se darán cuenta de que todo sigue igual:
▪ España nuestra patria.
▪ Fecundidad del pueblo español.
▪ Unidad de destino del pueblo español.
▪ Conversión y civilización de los bárbaros.
▪ Expulsión de Europa de las huestes agarenas.
▪ Descubrimiento, conquista y civilización de América.
▪ Guerra contra el bolchevismo.
▪ España una.
▪ España grande.
▪ España libre.
▪ España madre de veinte naciones.
▪ El Estado totalitario.
▪ Los enemigos de España.
Si nos entretenemos en revisar la parafernalia de argumentos, réplicas, contrarréplicas y aseveraciones de los sumarios instruidos y de las sentencias firmes relacionadas con el derecho de autodeterminación de Catalunya, veremos que aparecen los indicadores que el librito recogía hace ahora ochenta años.
No podemos ocultarlo. Somos víctimas de nuestros memes. Y es que eres lo que piensas, y actúas en consecuencia.