¿ Y AHORA, QUÉ ?
Focus: Política
Fecha: 09/11/2024
Algunos de mis lectores me han pedido una opinión sobre el resultado de las elecciones en Estados Unidos. El cómo y el por qué. Me excuso; no la voy a dar. Veo que la pléyade de tertulianos y especies afines, todos bien desinformados, no paran de hacer cábalas sobre lo ocurrido. Pura cháchara. No sirven para nada.
Y es que lo ocurrido ya es pasado. Lo que cuenta es el aquí y el ahora, y el futuro más inmediato, cuando a partir de enero el candidato Donald Trump vuelva a tomar las riendas del poder.
¿Y ahora, qué?
Contextualicemos un poco:
- Cuando en 2016 ganó por primera vez la presidencia, en contra de todos los sondeos que daban como ganadora a la demócrata Hillary Clinton, Donald Trump tuvo que improvisar. No había preparado nada. No había utilizado los recursos que la Administración Pública pone a disposición de los candidatos con meses de antelación. Ganó porque Hillary Clinton – la “pija” de Hillary, según decían en el “Rust Belt” o “cinturón de óxido” del decadente medio-oeste y nordeste – creía que ganaría por goleada. El mérito fue de la perdedora.
- El cruce entre una personalidad compleja – sobre la que haré después una referencia – su absoluta falta de experiencia en el ámbito de lo público, su errática forma de dirigir, el trabajo sucio del “Deep State” que torpedeó parte de sus decisiones, su habitual desconfianza en terceros y un entorno pandémico, le llevaron a perder su continuidad en la presidencia (2020) frente a un candidato demócrata de profesión político. No es que Biden fuera una estrella, pero dominaba su oficio.
- La victoria del 2016 fue la victoria del Partido Republicano. Se hizo también con la mayoría del Senado, cuyo líder Mitch McConnell se ajustó al equilibrio de poderes entre el ejecutivo y el legislativo (“Check & Balance”). Donald Trump, que llevaba solo tres años afiliado al partido, tuvo muchas limitaciones en su praxis política, construida en base a procesos de prueba y error, y no siempre compartida por el núcleo duro del Partido Republicano.
- En esta ocasión la victoria del 2024 no ha sido la victoria del Partido Republicano. Ha sido la victoria de Donald Trump. Y éste es un hecho muy importante.
- ¿Quién es Donald Trump? ¿Qué sabemos de su personalidad? Veamos. En el año 2017, cuando apenas llevaba un año como Presidente, un grupo extenso de profesionales de salud mental (psiquiatras, psicólogos clínicos y otros expertos) publicaron un libro (“The Dangerous Case of Donald Trump”) en el que exponían su diagnóstico sobre el ciudadano Trump, después de recoger mucha información sobre su historia personal, sus declaraciones, su conducta, sus razonamientos, etc. Concluían que Trump no reunía las condiciones para ocupar la presidencia de Estados Unidos. Consideraban que era un caso claro de “narcisismo patológico”, una desviación psico-sociológica cuyos factores más sobresalientes son:
*Fantasear sobre el éxito.
*Esperar una constante admiración de los demás.
*Creerse superior.
*Creerse especial.
*Ser muy celoso.
*Creer que los otros han de hacer lo que él quiere.
*Despreciar a los que considera inferiores.
*Aprovecharse de los demás.
*Sentirse ajeno al sentimiento de los otros.
*Fijarse objetivos no realistas.
*Ser Incapaz de tener relaciones sanas con terceros.
*Actuar impulsivamente.
*No tener remordimientos.
- Han pasado siete años de este diagnóstico. La evidencia empírica de su comportamiento en este período no ha hecho más que confirmar este retrato. Y a este retrato lo han votado 72,7 millones de ciudadanos norteamericanos de toda clase, género, etnia y condición. Es un hecho político sobre el que no estamos legitimados para hacer juicios morales.
- Y es que en términos de personalidad Donald Trump es un tipo inclasificable y como tal produce un grado de atracción muy elevado para buena parte de la población. Tiene condiciones de líder. Mucha gente interpreta que los protege a cambio de una lealtad absoluta.
- Políticamente Donald Trump es un “outsider” (un extraño). No pertenece al Establishment (el Sistema), ese conglomerado de élites políticas, financieras, militares, tecnológicas y empresariales que controlan el mundo, y en su caso Estados Unidos.
- El Presidente Biden, la vicepresidenta y candidata demócrata Harris, así como los líderes demócratas y republicanos del Congreso (Cámara de Representantes y Senado) forman parte del Establishment. Se acción política se ajusta al guion pactado. Son previsibles.
- El Presidente Trump es imprevisible y esto preocupa al Sistema. Trump lo sabe y se siente cómodo en este rol. Desprecia a los políticos profesionales, incluidos los líderes de los países europeos, a pesar de que estos han practicado un seguidismo de todo lo que Washington ordenaba, sea esto su implicación en la guerra de Ucrania o su inhibición en el contencioso de Oriente Medio.
- Trump es un aislacionista, como lo fue el presidente Wilson hasta que intervino, a su pesar, para cerrar la I Guerra Mundial. Insiste en priorizar América por encima de todo y en esto también conecta con un sentimiento generalizado de los ciudadanos norteamericanos, que no entienden porque se destinan recursos económicos a un conflicto europeo ajeno a sus intereses.
- Y es que la Administración Biden, conducida con mano férrea por el gran lobby de Washington, se ha metido en una trampa peligrosa en el tema de Ucrania, a no ser que pretenda que estalle una tercera Guerra Mundial de carácter nuclear, la última y definitiva. Donald Trump tiene la capacidad y el coraje para bloquear esto.
- No es que crea que Trump conozca la intrincada maraña tejida alrededor de las relaciones entre la Unión Soviética y Estados Unidos desde el final de la II Guerra Mundial. Podría preguntarse (que no lo hará), por qué el gobierno norteamericano rompió con su aliado soviético (1946) y lo transformó en su enemigo, aliado que había sido el ganador principal de la guerra en Europa, en tanto que el ejército americano había ganado la guerra del Pacífico. Podría preguntarse cómo y por qué el presidente Bush (padre) rompió el compromiso con el presidente Gorbachov de no instalar más bases de la OTAN cerca de la frontera rusa. Podría preguntarse por qué no se desmanteló la propia organización de defensa (OTAN), cuando su teórico enemigo (la Unión Soviética) había desaparecido y sus naciones derivadas se habían transformado en economías capitalistas. Podría preguntarse por qué no se obligó al primer gobierno de una Ucrania independiente a devolver al gobierno ruso todo el arsenal nuclear, como estaba previsto en el Memorándum de Budapest. Podría preguntarse por qué fracasó el acuerdo de Minsk, cuyo principal objetivo era la neutralidad de Ucrania. Podría preguntarse por qué los servicios de inteligencia norteamericanos urdieron la pantomima de una revolución en Kiev y en Odesa en contra de Rusia, de los ciudadanos ucranianos de cultura rusa y de cualquiera que se opusiera a sus objetivos. Seguramente si lo hiciera (que no lo hará) comprendería porque el ejército ruso ocupó primero Crimea y entró luego en Ucrania para proteger los territorios pro-rusos.
- Demasiado trabajo para Donald Trump y sus leales. Él es un ejecutivo, no un burócrata, y le gusta tomar decisiones. Lo más probable es que fuerce un acuerdo de paz con el gobierno ruso y acepte las condiciones que el presidente Putin ha puesto sobre la mesa. Y si los líderes de los decadentes países europeos quieren continuar la guerra por su cuenta, Trump les cederá la plaza. El siempre hace una lectura coste-beneficio de sus acciones y en este caso cree que el beneficio no justifica el coste.
- Cosa muy distinta sucederá probablemente en Oriente Medio. Donald Trump no quiere problemas con el grupo de presión judío norteamericano, aunque en la actualidad en su propia familia hay vínculos judíos y árabes. Su hija Ivanka está casada con Jared Kushner, judío ortodoxo, y su otra hija Tiffany está casada con Michael Boulos, de origen libanés. Trump apoyará a Israel, pero no dejará que el líder israelita Netanyahu le robe la portada.
- Como buen narcisista le gusta el espectáculo y sobre todo sorprender al personal. No debemos olvidar que en su momento se plantó en Pyongyang y conversó amablemente con el líder norcoreano Kim Jong Un, a quien previamente había amenazado con liquidar. Puede invitar al ayatollah Ali Jamenei para que visite Estados Unidos o desplazarse súbitamente a Teherán. Lo de Venezuela está cantado. Las reservas de petróleo de ese país, tan cercano a Estados Unidos, son demasiado importantes como para no encontrar fórmulas de compromiso. Todos estos probables escenarios son difíciles de procesar por los miembros del Sistema.
- Aunque el tema principal de su política exterior son sus relaciones con China. Mi impresión es que Trump es consciente de que tiene que compartir la hegemonía mundial con China y su líder Xi Jinping. Que guste o no, el mundo es multipolar y que los enfrentamientos con Rusia y la rusofobia creada en la sociedad occidental han decantado a las élites rusas hacia Oriente, con lo que supone la creación de un fuerte vínculo entre un país euroasiático con diecisiete millones de kilómetros cuadrados, con abundantes reservas naturales, y un país asiático destinado en el corto plazo a ser la mayor economía del mundo. Trump es un narciso, pero no es un necio.
- Y es que una cosa es la teoría y la otra la práctica, que siempre es más dura. En la primera etapa del gobierno Trump (2016-2020), Estados Unidos aplicó unos aranceles más altos a los productos importados de China (un 19,3%) frente a la media aplicada a los productos de países más favorecidos (un 9%). China replicó con un arancel a los productos americanos del 21,2%. La guerra estaba declarada. Pero era una guerra con un perdedor asegurado: Estados Unidos. Esto es así porque en 2024, por ejemplo, con datos acumulados hasta septiembre, Estados Unidos tiene un déficit comercial con China de 217.500 millones de dólares. Estados Unidos tiene una dependencia de China para muchos productos, dependencia que no tiene opciones alternativas. Trump lo sabe.
- Trump ha hecho del tema migratorio ilegal uno de sus argumentos principales. Está dispuesto, dice él, a devolver a sus países hasta un millón de indocumentados. Es un tema interesante, que en Europa tiene una lectura y en Estados Unidos otra. En ambos lugares no hay propiamente una política migratoria (con algunas excepciones europeas como Suiza), pero en Estados Unidos la mayoría de los que entran trabajan (aunque en trabajos de bajo valor añadido) y en Europa no, y, lo que es peor, estos últimos viven de subvenciones públicas. Encarecen la partida de gastos de los presupuestos generales. Aun así, el problema en Estados Unidos es real y nunca se ha abordado debidamente. Pew Research estima que hay once millones de personas indocumentadas. Por otra lado la organización FWD.US dice que de esos once hay 5,2 millones realizando trabajos esenciales, trabajos que deben hacerse para que la máquina económica continúe funcionando. Los expertos indican que se puede parar el flujo controlando severamente a las mafias que intervienen en el paso, pero que la “devolución” es muy cara y logísticamente casi imposible de realizar. Lo más probable es que el tema quede como un eslogan y nada más.
- Los americanos creen que Trump es más capaz de dirigir con éxito la economía del país que sus oponentes demócratas. Los analistas consideran que si éste hubiera sido el único criterio para decidir el voto, el triunfo todavía habría sido mayor. Su propósito ahora es continuar bajando la tasa del impuesto de sociedades (algo que ya hizo en su anterior mandato), en la confianza (a mi juicio poco fundamentada) de que parte del excedente se reinvertirá y creará más empleo. Por otra parte, potenciará el fracking para la extracción de petróleo, sorteando así las limitaciones medioambientales sobre los combustibles fósiles pactadas a nivel mundial. En cuanto a la manufactura, aprovechará la corriente actual (liderada por empresas alemanas) de trasladar plantas industriales europeas a Estados Unidos, debida entre otras razones al encarecimiento de los costes energéticos. Resulta paradójica esta tendencia, cuando este encarecimiento ha sido debido al bloqueo de los oleoductos Nord Stream (gas barato de origen ruso), en el que los servicios de inteligencia norteamericanos han participado en la sombra.
- En el terreno social, Donald Trump ha prestado cierta atención (menos de la que los medios cuentan) al tema del aborto. En su primer mandato y gracias a la colaboración velada de un Tribunal Supremo a su servicio, derogó el derecho al aborto a nivel federal. Las consecuencias es que en la actualidad hay 14 Estados en los que existe una prohibición total o casi total de este derecho. Ha habido inhibición por parte de médicos y muertes en mujeres sanas no tratadas a su debido tiempo. En este tema y ya durante la campaña Trump ha jugado a equilibrar pros y contras. Creo que va a mantener esta ambigüedad.
- Queda siempre pendiente, como espada de Damocles sobre el presidente elegido, su amplio paquete de procesos penales en los que se halla implicado. Le pueden generar problemas en el día a día, aunque siempre podrá contar con el paraguas del Tribunal Supremo, tribunal que puede reforzar en este mandato con gente todavía más afín y que en su país (como ocurre en España) tiene la última palabra.
Ahora solo falta ver qué ocurre y si las hipótesis apuntadas se cumplen. Lo que sí está claro es que Donald Trump es partidario del liderazgo transaccional, liderazgo basado en incentivos y penalizaciones, que opera a corto plazo con objetivos muy definidos. Esto lo aparta de los “grandes proyectos” nacidos en los “think tanks” – europeos y americanos – que no comparte.
America first y nada más.
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