A los esfuerzos de la mujer por conseguir su independencia y ensanchar el horizonte de sus inquietudes y actividades...

A los esfuerzos de la mujer por conseguir su independencia y ensanchar el horizonte de sus inquietudes y actividades viene a enfrentarse constantemente ese escepticismo que insiste en que tales esfuerzos sólo se deberían hacer en aras de una necesidad económica, y que son contrarios a su carácter intrínseco y sus tendencias naturales. A tenor de esto, se afirma que todos esos esfuerzos carecen de significación vital para la mujer, cuyo pensamiento entero debería, de hecho, centrarse exclusivamente sobre el hombre o la maternidad, un poco como se expresa en la famosa canción de Marlene Dietrich, “Yo sé de amor, y nada más”.

Varias consideraciones sociológicas se plantean inmediatamente a este respecto; son, sin embargo, demasiado conocidas y evidentes para que tengamos que someterlas a examen. Esta actitud hacia la mujer, cualesquiera que sean su base y la valoración que nos merezca, representa el ideal patriarcal de la femineidad, de la mujer como un ser cuyo único anhelo es el de amar a un hombre y ser amada por él, admirarle y servirle, e incluso configurarse a su semejanza. Quienes sostienen este punto de vista se equivocan al inferir de un comportamiento externo la existencia de una disposición instintual innata al mismo; mientras que, en la realidad, no es posible identificarla como tal, por la sencilla razón de que los factores biológicos no se manifiestan nunca en forma pura inalterada, sino siempre modificados por la tradición y el ambiente. Como recientemente ha señalado Briffault con cierto detalle en The Mothers , es imposible sobreestimar la influencia modificante de la «tradición heredada», no sólo sobre los ideales y creencias, sino también sobre las actitudes emocionales y los llamados instintos. La tradición heredada significa para las mujeres, sin embargo, una compresión de su participación en las tareas generales (que originariamente debió ser muy considerable) a la esfera, más estrecha, del erotismo y la maternidad. La adhesión a la tradición heredada cumple ciertas funciones cotidianas, tanto para la sociedad como para el individuo; de su aspecto social no hablaremos aquí. Considerada desde el punto de vista de la psicología del individuo, basta con mencionar que a veces esta construcción mental constituye una gran inconveniencia para el varón, pero por otra parte es una fuente en la que su amor propio puede siempre buscar apoyo. Para la mujer, cuyo amor propio viene siendo rebajado desde hace siglos, constituye, a la inversa, un remanso de paz en el que se le ahorran los esfuerzos y ansiedades asociados al cultivo de otras capacidades y a la autoafirmación frente a la crítica y la rivalidad. Es comprensible, pues -hablando solamente desde el punto de vista sociológico-, que las mujeres que hoy día obedecen el impulso de desarrollar independientemente sus facultades puedan hacerlo únicamente a costa de una lucha, tanto contra la oposición externa como contra las propias resistencias que origina en su interior la intensificación del ideal tradicional de la función exclusivamente sexual de la mujer.

 

Fuente: Psicología femenina. Karen Horney. Alianza Editorial. Madrid. 1977.

 

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