Abro los ojos, veo el espectáculo del mundo y, claro, me maravillo. Entonces, para pensar la maravilla, considero las dos opciones que se abren ante mí...

Abro los ojos, veo el espectáculo del mundo y, claro, me maravillo. Entonces, para pensar la maravilla, considero las dos opciones que se abren ante mí. Una: el mundo es un mundo de preguntas y mi tarea es buscar las respuestas. La otra: el mundo es un mundo de respuestas y a mí me toca descubrir de qué preguntas. Las dos actitudes son aceptables, pero muy diferentes.
En la primera actitud, digamos la actitud A, la mente se pone a sí misma en el centro del universo y se pregunta el porqué o el para qué de las cosas. Su preocupación aquí es la causalidad y la finalidad de todo lo que acontece. En esta opción las preguntas son siempre las mismas y lo que cambia, de vez en cuando, es la variedad de las respuestas. Por este camino se llega, más temprano que tarde, al conocimiento revelado y a las creencias. La historia de las creencias es la historia de las buenas respuestas. Se avanza cuando cambia la respuesta. La pregunta es pura rutina.
En la otra actitud, digamos la B, la mente intenta excluirse a sí misma del centro del universo y se preocupa más sobre el cómo de las cosas, es decir, se preocupa por la inteligibilidad de todo lo que ocurre. Este camino conduce, más tarde que temprano, al conocimiento científico y a la investigación. La historia de la ciencia es la historia de las buenas preguntas. Se avanza cuando cambia la pregunta. La respuesta es casi rutina. Un paradigma es una tregua entre dos buenas preguntas.
En pocas palabras, una mente tiene dos estados accesibles desde donde enfrentarse a la incertidumbre del resto del mundo. Nadie se instala al cien por cien en una sola de estas actitudes. Según hayamos nacido y según se desenrosque nuestra vida, la mente ocupa estos dos estados con dos probabilidades características. Se forma así el particular talante creyente-científico de cada mente pensante. Y con este talante se crea el conocimiento útil para navegar en la incertidumbre. He aquí los conceptos clave: complejidad, conocimiento y, sobre todo, incertidumbre.

 

Fuente: Si la naturaleza es la respuesta ¿cuál era la pregunta?. Jorge Wagensberg. Tusquets Editores. Barcelona. 2002.

 

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