Aquella malicia indefinida y casi imponderable que alegra a cualquier corazón humano ante el dolor de los otros...

Aquella malicia indefinida y casi imponderable que alegra a cualquier corazón humano ante el dolor de los otros y el desconsuelo ajeno, la coloco yo en el examen de mis propios dolores, la llevo tan lejos que en las ocasiones en que me siento ridículo o mezquino, la disfruto como si fuera otro el que lo estuviera siendo. Gracias a una fantástica y extraña transformación de sentimientos, ocurre que no siento esa alegría malvada y humanísima ante el dolor y el ridículo ajenos. Siento ante el rebajamiento de los otros no un dolor, sino un abatimiento estético y una sinuosa irritación. Y ello no por bondad, sino porque quien hace el ridículo no es sólo ante mi ante quien lo hace, sino también ante los otros, y me irrita que alguien esté siendo ridículo para los demás, me duele que cualquier animal de la especie humana se ría a costa del otro, cuando no tiene derecho alguno a hacerlo. Que los otros se rían a mi costa no me importa, porque de mí hacia fuera hay un desprecio proficuo y blindado.

 

Fuente: Libro del desasosiego. Fernando Pessoa. Acantilado-Quaderns Crema. Barcelona. 2002.

 

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