Aunque la patria de la Revolución Industrial era Gran Bretaña, fueron escritores franceses y alemanes los que teorizaron con más amplitud de miras sobre cómo podrían organizarse los sistemas bancarios y de crédito para mejor financiar la industria. Los franceses tenían una razón en particular para concentrarse en la reforma bancaria. Su sistema financiero no había evolucionado gran cosa desde el Ancien Régime [Antiguo Régimen] prerrevolucionario. Para ponerse al día ante el avance de Gran Bretaña y ante el potencial tecnológico de otras naciones, el conde Claude-Henri de Saint-Simon (1760-1825) y sus seguidores aportaron la filosofía que serviría de guía para crear un sistema de crédito industrial.
Al igual que muchos aristócratas de buena cuna, Saint-Simon terminó atacando los privilegios heredados de su clase, que consideraba una inútil carga rentista sobre los hombros de la sociedad. A la edad de 60 años, en 1819, publica una sátira, Parabole politique [Parábola política], donde representa a la aristocracia gobernante de Francia viviendo de la riqueza heredada, cobrando rentas e intereses sin realizar una función productiva. A esta nobleza feudal hereditaria la Revolución francesa la había derrocado política, pero no económicamente.
En este sentido, Saint-Simon fue un reformista de mercado. Lo que lo hacía más radical que los liberales de hoy fue su tratamiento de la riqueza heredada como una imperfección del mercado. Sus seguidores describían las rentas, los intereses, los dividendos derivados de la propiedad de la tierra, los bonos y las acciones como un vestigio del feudalismo, una sobrecarga postfeudal. Eran reclamos tributarios sobre el ingreso y la producción de la sociedad: un legado de la mano muerta del pasado.
La reforma clave de Saint-Simon fue sustituir la financiación de la deuda por participaciones en la propiedad del capital. Si la cuantía de los préstamos se invierte en producir un beneficio, argumentaba el prestatario puede pagar los intereses con los fondos de la empresa, como dividendos de sus ganancias. Los dividendos sobre el capital propio –literalmente, una parte de la propiedad- se pueden recortar cuando las ganancias caen. Pero los préstamos y los bonos bancarios devengan intereses que hay que pagar, independientemente de la suerte del deudor. El impago de una deuda puede llevar a una suspensión y a la pérdida de activos, en caso de que los acreedores los ejecuten. Saint-Simon expuso la lógica para que los bancos adquieran participaciones en la propiedad de sus clientes, en lugar de hacer préstamos directos.
Con la esperanza de construir una meritocracia de ingenieros industriales, los seguidores de Saint-Simon transformaron el papel del Gobierno, con vistas a que dejara de sostener ociosas aristocracias rentistas. Partiendo de la suposición de que en la industria las habilidades y el talento lucirían como en ningún otro lugar, buscaron crear un nuevo tipo de capitalista industrial (al que llamó travailleur, “trabajador”). En contraste con los projectors [”proyectores”], aventureros y piratas de la época de John Law, los bancos invertirían directamente en la industria, y no solo en busca de ganancias especulativas o mercantiles.
Fuente: Matar al huésped. Michael Hudson. Capitán Swing Libros. Madrid. 2018.