Carlos Castilla del Pino ha escrito recientemente que las concepciones fascistas exigen una interpretación para su desvelamiento...

Carlos Castilla del Pino ha escrito recientemente que las concepciones fascistas exigen una interpretación para su desvelamiento, porque la ideología fascista en estado bruto sólo puede ser mantenida, en toda su crudeza, coincidiendo con el auge del fascismo como fuerza política. Entonces tiene lugar su aparición desnuda, con toda la enorme carga de irracionalidad que en sí misma posee. Pero fuera de esos momentos, la ideología fascista aparece disfrazada y vergonzante, y es, sin duda, una tarea importante contribuir en cada momento al descubrimiento de ella bajo la capa del conservadurismo, la tolerancia, el liberalismo, etc. A ello apunta este capítulo.

Es evidente que el fascismo ha tenido y se mantiene con un fuerte arraigo en España; pero el fascismo español no tomó el patrón clásico de los modelos europeos. El fascismo español como corriente ideológica y política no pudo centrar sus esfuerzos ni halló un cobijo total en la Falangue que, según los presupuestos genuinamente fascistas, debió ser el partido único en España. Las contradicciones que arrastraba Falange Española desde su nacimiento imposibilitaron ese objetivo. La fusión de Falange Española con el Tradicionalismo, decidida por el cuartel general del generalísimo en Salamanca, en abril de 1937, en plena guerra civil, es un dato significativo al respecto. El Movimiento Nacional, como denominaban la coalición de fuerzas reaccionarias que participaron en el alzamiento, resultó ser oficialmente, a partir de entonces, la Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

Como elemento principal de cohesión social de la zona rebelde, Falange Española fue un elemento preciosísimo en manos de los contrarrevolucionarios, pero las posiciones políticas de sus jefes, con su inevitable demagogia social, representaban un “peligro” para el Movimiento. La minoría falangista era, entonces, de un fascismo consumado y de un contrarrevolucionarismo casi perfecto e incluso hoy, los actuales disidentes falangistas que se reivindican “joseantonianos”, son individuos empeñados en una contrarrevolución –para ellos- inacabada. La jefatura del Movimiento, el cuartel general del Caudillo consideró, en cambio, que la contrarrevolución había arribado a feliz término aunque –eso sí- era perfeccionable. A partir de 1939, el contexto de todos los discursos de Franco no tiene otro sentido que éste.

En España, la capa de dirigentes políticos está formada en su mayoría por los que lucharon en el bando contrarrevolucionario de 1936. Aún más los que no protagonizaron la guerra pero sí la vivieron, es decir las generaciones inmediatamente posteriores, invocan decididamente los principios del alzamiento cada vez que surge una seria discrepancia entre ellos. ¿Cuáles son las fuerzas reales que se esconden tras todo esto y siguen dirigiendo el país desde 1939? ¿Cuál es su ideología?

Un estudioso de la Falange es quien sin apercibirse hace ver paradójicamente que el fascismo español no es la ideología falangista: “Sin negar ciertas influencias del fascismo italiano, los falangistas preferían equiparar su ideología a la política nacionalista de los Reyes Católicos en la España del siglo XV. Su propaganda se diferenciaba radicalmente de la mayoría de los grupos fascistas europeos por la importancia que concedía al catolicismo y la defensa de la Cristianidad.”

Si la Falange fue una corta aventura, el fascismo, que tanto ha arraigado en España, tuvo por fuerza que tomar una orientación ideológica diferente que encauzara la potencia agresiva de que había hecho gala la clase dominante y recubriese las sempiternas formas económicas y políticas que ahora, de modo especial, oprimen al pueblo español a partir del “año de la victoria”. Este fascismo sui generis, perfilado definitivamente en 1939, aparece en forma de corriente ideológica que puede llamarse sin ambajes ideología clerical-autoritaria.

La ideología conservadora radicada en la clase dominante española ha alcanzado tal punto de coherencia interna que es la ideología “oficial” del Estado, arraigando también en otras capas de la burguesía española (pequeños industriales partidarios del proteccionismo y la autarquía, burguesía comercial y, en gran parte, el campesinado medio). En estas capas de la burguesía, que se sumó en 1936 a los financieros, alta burguesía industrial y grandes terratenientes que batallaron desde 1931 por el mantenimiento de sus privilegios, se encuentra también la ideología clerical-autoritaria.

La alta coherencia interna de esta ideología proviene de su origen. El clerical-autoritarismo es una corriente ideológica resultante de un proceso histórico que puede decirse que se inició hacia 1924; también de la nucleización de algunos elementos ideológicos reaccionarios omnipresentes en la vida española, especialmente a partir del siglo XVI; y del fascismo, acontecimiento social hoy casi olvidado que fue vivido al mismo tiempo que parte de Europa por todos los clerical-autoritarios en España. Hoy día, treinta años más tarde, la corriente clerical-autoritarios en España. Hoy día, treinta años más tarde, la corriente clerical-autoritaria se ofrece, para el consumo propio y de ajenos, desnuda y con sus becerros de oro al descubierto. Estos becerros de oro son la propiedad agraria y el dividendo.

Los dogmas o principios monolíticos que ha establecido la clase dominante española son: la existencia de un orden tradicional inmutable, la unidad católica de España, el control absoluto del Estado sobre la sociedad y el ejército como columna vertebral de la nación. El régimen de Franco construido en 1939 tras una victoria de guerra es la conjunción perfecta de la ideología clerical-autoritaria en un Estado totalitario. Después de treinta años, la coherencia interna de la ideología y las estructuras del régimen permanecen en lo esencial inalteradas.

 

Fuente: La prodigiosa aventura del Opus Dei. Génesis y desarrollo de la Santa Mafia. Jesus Ynfante.Editions Ruedo Ibérico.Paris.1970.

 

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