Charles Dickens despuntó por captar rasgos extravagantes que sintetizaban a los personajes en una imagen...

Charles Dickens despuntó por captar rasgos extravagantes que sintetizaban a los personajes en una imagen, y le bastó un detalle para resaltar la viscosa irrealidad de Uriah Heep: el humilde golfo carece de cejas. La ausencia de pelo sobre los ojos no es habitual pero tampoco peligrosa. Sobrevivimos perfectamente bien sin los toldos pilosos de los ojos, y también sin el menor vestigio de pelo corporal, pero echamos en falta algunas de las tareas esenciales que cumplen. Lo primero que notaríamos es de la carencia de la función, por lo general desatendida, que desempeñan las cejas: evitar que el polvo y el sudor lleguen a los ojos. En un tiempo los científicos estuvieron de acuerdo con Cicerón en que ésta era la función primordial de las cejas, pero los estudios sobre la expresión han sustituido posteriormente la teoría del toldo.

Parece ser que la tarea más importante que desempeñan las cejas es la de ser unos actores secundarios respecto a esos histriones estelares que son los ojos cuando expresan emociones. Los estudios sobre la expresión facial revelan que las cejas son cruciales para transmitir rápidamente el estado anímico y para establecer otras comunicaciones. Prominentes cuando se arquean al sorprenderse, o apretadas cuando se reflexiona, las cejas también colaboran en acciones tan distintas como el encogerse de hombros o manifestar admiración. Los dibujantes de viñetas hace mucho que conocen y explotan las distintas maneras en que las cejas añaden un contorno adicional a los ojos, atrayendo aún más la atención hacia las órbitas situadas debajo. En los antiguos dibujos animados, las cejas de los personajes saltaban a lo alto de los rostros para expresar sorpresa o desaliento, un esquematismo gráfico que se comprende tan deprisa como el de los ojos cayendo de sus cuencas o que salga humo de las orejas. Refiriéndose a los premios IgNobel, que se conceden todos los años a la investigación científica más extravagante, ya sea seria o satírica (como la encuesta sobre la pelusa umbilical que se describe en el capítulo “el ombligo de Adán”), Mark Abrahams, organizador del certamen de 2002, explicó: “Todos éstos son proyectos de investigación que hacen alzar las cejas. Algunos levantan tanto las cejas que tal vez se estropeen la cara”.

 

Fuente: El ombligo de Adán. Michael Sims. Ares y Mares. Barcelona. 2004.

 

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