¿Cuáles son los problemas a los que tiene que enfrentarse una escritora? ...

¿Cuáles son los problemas a los que tiene que enfrentarse una escritora? Digámoslo claro de una vez por todas. Virginia Woolf hizo una brillante descripción de tales problemas en Una habitación propia (1928), pero parece que la mitad de la humanidad no se ha enterado.

En primer lugar, está la necesidad de privacidad y silencio, de los que normalmente carece la vida de una mujer. Si es una esposa o una madre, o incluso la responsable de un hermano, de un padre, de una madre, una tía o un amante, se da por supuesto que no necesita de un tiempo o de un espacio para estar a solas consigo misma. Pero no se puede escribir en medio de una multitud.

Además, carece del dinero suficiente para alcanzar sus metas como persona (esas pocas guineas al año que necesitaba la hipotética escritora de Virginia Woolf). Lo de las guineas necesarias suena hoy un poco fuera de lugar, pero normalmente se ganan renunciando al tiempo necesario para escribir. La hipotética escritora de Woolf tenía unos ingresos propios, aunque pequeños, y los maridos acostumbraban a mantener a las mujeres pero a cambio de que realizaran ciertos servicios: sociales, sexuales, maternales y culinarios. Incluso hoy en día es raro el marido que libera a su mujer de compromisos sociales, obligaciones familiares, cuidado de los niños y le permite que su mente se desenvuelva en el espacio que requiere. La mujer que dice: “Estoy escribiendo. No iré a cenar a casa.” Es normalmente la esposa que está a punto de perder su empleo. Ya que los hombres todavía tienen el dominio sobre el dinero en el mundo y las mujeres dependen de la actitud de los hombres (excepto una pequeñísima minoría), al final acaban cambiando de hombre, andando de puntillas alrededor de él o divorciándose y viviendo solas.

Hoy es más fácil que nunca llevar a cabo cualquiera de estas opciones. Pero sigue siendo muy difícil perder el sentimiento familiar. El calor familiar hace encallar al soñador. También los hombres soñadores necesitan de ese calor familiar, y obtenerlo no siempre resulta antitético con los efectos de su familia. A las mujeres soñadoras se les sigue exigiendo que renuncien al amor.

Y ésos no son más que problemas domésticos. ¿Qué sucede si una mujer logra resolverlos y salta a la palestra para presentar su obra creativa? Descubre que su sexo ya implica un margen de error inherente, que los hombres son los que definen los distintos grados del prestigio y que ser mujer supone estar de moda y dejar de estarlo cada diez años, más o menos.

También se enfrenta a la dicotomía virgen/puta. Se presupone que las mujeres que escriben sobre sexo son una putas. (Las mujeres buenas escriben novelas sobre temas domésticos, noveluchas históricas, novelitas rosas que no reivindican nada desde el punto de vista literario, o biografías de personajes históricos. Las mujeres buenas no perturban el statu quo.)

Por supuesto, se deja un pequeño espacio a algunas rebeldes y renegadas, sobre todo si están muertas. Virginia Woolf está muerta y no crea problemas, es una modernista que puede clasificarse sin ningún problema como integrante del grupo de Bloomsbury. Gertrude Stein está muerta y no crea problemas, es una modernista que puede clasificarse sin ningún problema como lesbiana. A los críticos del sexo masculino no les preocupa Gertrude Stein porque está claramente fuera de las esferas sexuales y domésticas dominantes. No es necesario juzgarla según los prejuicios del amor heterosexual. Después de todo V.Woolf y G.Stein son, las dos, muy sui géneris.

Pero los libros escritos por mujeres que viven en este mundo, duermen con hombres, aman a sus hijos y se atreven a participar con sus escritos en el debate sexual, son recibidos con una actitud más fría y polémica.

 

Fuente: ¿Qué queremos las mujeres?. Erica Jong. Grupo Santillana de Ediciones. Madrid.1999.

 

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