Cuando Barthes, que se inició bajo los auspicios de la doctrina de Gide de disponibilidad psíquica y moral...
Cuando Barthes, que se inició bajo los auspicios de la doctrina de Gide de disponibilidad psíquica y moral, empezó a escribir regularmente, el trabajo importante de Gide hacía mucho tiempo que se había completado y su influencia ya era insignificante (murió en 1951); y Barthes se puso la coraza del debate de posguerra acerca de la responsabilidad de la literatura, cuyos términos fueron fijados por Sartre: la exigencia de que el escritor mantenga una relación militante con la virtud, que Sartre describió con la noción tautológica de “compromiso”. Gide y Sartre fueron, por supuesto, los dos escritores-moralistas más influyentes de este siglo en Francia, y la obra de estos dos hijos de la cultura francesa protestante sugiere elecciones morales y estéticas opuestas. Pero es justo esta clase de polarización lo que Barthes, otro protestante sublevado contra el moralismo protestante, trata de evitar. Ágilmente gideano como es, Barthes está deseoso de reconocer también el modelo de Sartre. Si una disputa con la idea de la literatura de Sartre subyace en el corazón de su primer libro,
El grado cero de la escritura (Sartre nunca es mencionado por su nombre), un acuerdo con la idea sartreana de la imaginación, y sus energías obsesivas, subyace en el último libro de Barthes,
La cámara lúcida (escrito “en homenaje” al primer Sartre, el autor de
Lo imaginario ). Incluso en el primer libro, Barthes concede mucho a la idea de Sartre de la literatura y el lenguaje; por ejemplo, colocando a la poesía con las otras “artes” e identificando la literatura con la prosa, con la polémica. La idea de la literatura de Barthes en posteriores escritos sería más compleja. Aunque nunca escribió sobre poesía, sus exigencias para la literatura se aproximaban a las de un poeta: lenguaje que ha experimentado una agitación, ha sido desplazado, liberado de contextos ingratos; que, por así decirlo, vive a solas. A pesar de que Barthes está de acuerdo con Sartre en que la vocación de escritor tiene un imperativo ético, insiste en su complejidad y ambigüedad. Sartre apela a la moralidad de los fines. Barthes invoca “la moralidad de la forma”, lo que hace de la literatura un problema y no una solución, lo que conforma la literatura.
Fuente: Cuestión de énfasis. Susan Sontag. Santillana Ediciones Generales. Madrid. 2007.
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