Cuando el crédito global se esfumó tras la crisis de las hipotecas <i>subprime</i> o hipotecas basura...

Cuando el crédito global se esfumó tras la crisis de las hipotecas subprime o hipotecas basura, los precios del petróleo cayeron a la par que los valores de las bolsas del mundo. Casi de un día para otro el precio del barril de petróleo cayó del nivel más alto de 147 dólares al tan bajo de 30. Como era de esperar, quienes habían irrumpido en los mercados de petróleo se abrieron paso como pudieron hacia las salidas de emergencia, en especial los fondos especulativos, y otros inversores se vieron obligados a vender sus valores petroleros para hacerse con un poco de dinero con el que cubrir las pérdidas que estaban sufriendo en el resto de sus carteras. Y como era de esperar también, la conclusión de muchos observadores al contemplar la caída de los precios fue que no debió de haber escasez de energía alguna, y que los precios de tres dígitos no habían sido más que un incidente especulativo.

Evidentemente, la mayoría de los comentaristas que lo sostenían eran personas que nunca habían pensado, ante todo, que el precio del barril de petróleo llegaría a superar los 50 dólares. Es cierto que, si uno cree que el mercado va a solucionar el problema del elevado precio del petróleo y luego el precio baja, se puede sentir tentado a pensar que el mercado ha hecho lo que con tanta fe creía que haría.

Pero nadie dijo que los precios nunca caerían. De hecho, lo que cabría esperar en un entorno de escasez global son movimientos progresivamente alocados y destructivos. La demanda de petróleo caerá en una situación de recesión, y lo mismo hará el precio del petróleo. De modo que nadie puede sorprenderse de tal circunstancia.

Pero no conviene pensar que los precios del petróleo son efecto de la recesión. Son la causa. La crisis financiera que derivó de la implosión del mercado hipotecario basura de Estados Unidos es la mayor culpable de la recesión de 2008, pero la subida de los precios del petróleo hasta alcanzar cifras récord de tres dígitos desempeñó un papel mucho más importante en el descarrilamiento del crecimiento de las economías norteamericana y europea.

Proclamar que la bajada de precios es una prueba de que los precios récord eran la consecuencia de una enorme especulación en los mercados petroleros significa ignorar el problema de fondo: un desequilibrio básico entre la oferta y la demanda. Pero lo que los actuales escépticos no explican es por qué el precio del petróleo no es de 20 dólares por barril, como ocurría hace sólo ocho años, durante la última recesión. Los precios del West Texas han rondado los 40 dólares, y los del Brent, la referencia europea, han estado por los 45 pese a que la gravedad de esta recesión se ha multiplicado por más de tres respecto a la anterior.

Hay una buena razón de que los precios no bajen a esos niveles. Tal vez los escépticos no quieran hablar de ello, pero con unos precios del barril de entre 60 y 90 dólares, muchos de los mayores megaproyectos del mundo, como las arenas petrolíferas canadienses, no saldrán adelante porque esos precios no darán un rendimiento económico suficiente. Contar con efectivo es hoy muy caro, y no será más barato mañana. Quien piense que los precios altos sacan del suelo nuevas existencias, debe aceptar el hecho de que toda caída del precio significa que hay menos petróleo para todos. Es posible que haya petróleo bajo tierra, pero nadie se va a apuntar a perder dinero en su extracción. Las leyes de la economía tienen un doble filo.

 

Fuente: Por qué el mundo está a punto de hacerse mucho más pequeño. Jeff Rubin. Ediciones Urano. Barcelona. 2009.

 

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