Desde el año 1980, según el Bureau of Labor Statistics, la oficina de estadística Laboral, el número de personas empleadas en el sector financiero, en sentido amplio, ha aumentado, al pasar de unos cinco millones a más de 7,5 millones. Durante el mismo periodo, la rentabilidad del sector financiero ha aumentado considerablemente con respecto a otros sectores. Pensemos en todos los beneficios generados por las empresas que operan en Estados Unidos como si fueran un pastel. Hace veinticinco años, la porción de este pastel que correspondía a las entidades financieras equivalía a una séptima parte del conjunto. En 2009 era ya más de una cuarta parte (en 2006, en los momentos más boyantes del período de expansión, esa parte era ya de más o menos un tercio). En otras palabras, en un periodo en el que las empresas estadounidenses han creado iPhones, Home Depot y Lipitor, el mejor lugar para trabajar ha sido una industria que ni diseña, ni construye, ni vende nada tangible.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta más o menos 1980, las personas que trabajaban en el sector financiero ganaban casi lo mismo, por término medio y teniendo en cuenta sus calificaciones, que los que trabajaban en otros sectores. En 2006, los salarios en el sector financiero eran un 60% más elevados que en otros sectores. En el segmento más rico del sector financiero, es decir, en Wall Street, la remuneración se ha incrementado de forma aún más espectacular. En 2009, mientras muchas personas afrontaban una congelación salarial, el salario medio de los empleados de Goldman Sachs, Morgan Stanley y el banco de inversión JPMorgan Chase aumentó un 27%, y se situó en más de 340.000 dólares. Esta cifra incluye a los trabajadores con un salario modesto, en mostradores de recepción y departamentos de mensajería, y por tanto minimiza lo que ganan los grandes banqueros. En Goldman, según se ha señalado, casi un millar de empleados recibieron primas de al menos un millón de dólares en 2009.
No es de extrañar que Wall Street se haya convertido en el destino preferido de los jóvenes con talento, que antes deseaban poner en marcha sus propias empresas, trabajar en la NASA o unirse a los cascos azules. En Harvard, en la primavera de 2010, aproximadamente un tercio de los estudiantes de último curso con trabajo asegurado se disponían a trabajar en el sector financiero. Ben Friedman, profesor de economía en Harvard, escribió un artículo en 2010 en el que lamentaba “la apuesta por el sector financiero de un porcentaje tan grande de nuestros jóvenes más cualificados, mejor formados y más motivados”.
Fuente: Occupy Wall Street. Janet Byrne (dir.) ¿De qué sirve Wall Street? JOHN CASSIDY. RBA Libros.Barcelona.2013