Desde la perspectiva del análisis económico, la crisis del año 29 tuvo una importancia extraordinaria...

Desde la perspectiva del análisis económico, la crisis del año 29 tuvo una importancia extraordinaria porque reveló la escasa validez real de la ciencia económica gestada en el seno de la escuela neoclásica. Los objetivos del estudio económico no podían ser puramente teóricos, sino que –retomando en cierta medida los planteamientos clásicos- debían estar apegados al terreno, a los hechos y a los acontecimientos reales. En consecuencia, las recetas propuestas debían contar con los ingredientes y las especias suministradas por las situaciones económicas existentes. Schumpeter en su ya clásico –pero aún necesario- estudio sobre la historia del análisis económico lo exponía muy claramente cuando decía que en el economista debían confluir al menos cuatro saberes: la historia, la economía, la estadística y la sociología económica . Saberes sin los cuales la disciplina económica sería incapaz de dar cuenta de una realidad cuyo conocimiento era reivindicado como objetivo de su discurso. Esta idea –como ya ha quedado señalado hasta el momento- quedó en suspenso con las propuestas teóricas marginalistas y, hasta cierto punto, continúa en suspenso hasta el momento presente en lo que corresponde a la escuela positivista de economía, descendiente directa de aquél atrofiado y mutilador pensamiento económico neoclásico. En aquella escuela marginalista, y en estas nuevas escuelas positivistas, el acercamiento teórico a la realidad económica se realiza mediante una suerte de concreciones que no son resultado de un trabajo de análisis de lo dado , sino consecuencia de una renuncia consciente a todos aquellos elementos que puedan poner en entredicho la supuesta cientificidad de sus posturas. Unas posturas que no pueden ocultar su cubierta ideológica más que a fuerza de repetir una y mil veces las mismas mentiras al más puro estilo göbbelsiano.

Realmente, la crisis del año 29 evidenció la liberalidad del sistema. Anunció la errónea creencia en la libertad del mercado, o lo que es lo mismo, la libertad al margen de las capacidades libres de los individuos que en él actúan, que en él se imponen, o que fuera de él padecen los rigores y las penalidades de la exclusión de esa dogmática forma de concebir la libertad. El camelo del mercado libre no cumplía las expectativas durante tanto tiempo aclamadas por los dogmáticos del pensamiento liberal, sino que, cuanto más liberalizado se mostraba, cuanto más conforme a la teoría económica se mostraba, cuanto más cerca del ideal teórico se encontraba, más funestas consecuencias se constataban en la realidad.

 

Fuente: Economía como ideología. José Mª Cabo. Editorial Hiru. Hondarribia. 2004.

 

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