Desearía recapitular e insistir en lo que he dicho y lo que he omitido...

Desearía recapitular e insistir en lo que he dicho y lo que he omitido.

He intentado transmitir un mensaje positivo. Lo que he dicho es:

Primero, que el crecimiento económico es posible y que los márgenes de que todavía disponemos no son tan pequeños como para que la catástrofe malthusiana deba atraparnos. Aún no caminamos por el borde del abismo. Dicho esto, ojalá el crecimiento de la población se estabilizara mañana mismo.

Segundo, que el crecimiento económico es la única salida al reto fundamental de nuestro tiempo: el reto de la pobreza. Es la artillería que debe permitirnos ganar la guerra económica que ha de acabar con todas las guerras.

Tercero, que la evidencia de la historia humana debe hacernos necesariamente optimistas –un creyente a ciegas, en mi caso- con respecto a las posibilidades de la tecnología futura para llevarnos a incrementos de productividad continuados y suficientes.

Cuarto, que el deterioro de la naturaleza tiene mucho de fenómeno transitorio y que precisamente la riqueza económica es la que crea una demanda abrumadora de calidad ambiental y un deseo intenso de transmitir este patrimonio a nuestros hijos. Pasead por los países más ricos, o contempladlos desde el avión, y comprenderéis qué quiero decir.

Me temo que es inevitable que este mensaje positivo sea considerado ingenuo por muchos (dejadme, no obstante, la ilusión de pensar que nadie lo considerará malintencionado). Así pues, antes de acabar, desearía dejar constancia de que no soy tan ingenuo como para creer que el mundo es perfecto, y de que hay temas de gran importancia y relevancia de los que no he hablado simplemente por falta de espacio.

Permítanme, sin embargo, que sea explícito respecto a un tema que no he tocado. Los economistas habrán reconocido que el punto de vista implícito, el tratamiento metodológico de base, ha sido el del planificador ideal, también conocido como planificador benevolente; en una palabra, el de Dios.

No he hablado, por ejemplo, ni de los mecanismos institucionales concretos del proceso de crecimiento ni de los mecanismos institucionales concretos para el control de la población.

En particular, ésta será la primera vez que menciono los términos “derecho de propiedad” o “mercado”. Ésta no ha sido, por tanto, una aportación sobre el papel del mercado en el proceso de crecimiento, ni sobre las implicaciones distributivas de una u otra asignación de derechos de propiedad sobre activos ambientales, ni -menos aún- sobre el papel del mercado o la regulación en la compatibilización de los objetivos del crecimiento económico y del respeto a la naturaleza. Hemos visto, eso sí, que las relaciones entre estos dos objetivos son harto difíciles y delicadas. Ciertamente, las ocasiones para la quiebra del mercado, o para la quiebra reguladora, son importantes. Pero, repito, éstos son otros temas, que piden otra extensión.

 

Fuente: Elogio del crecimiento económico. Andreu Mas-Colell. En el libro "El mundo que viene". Coordinador Jordi Nadal.Alianza Editorial.Madrid.1994.

 

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