Después de haber ido tan lejos, desde la estructura profunda del espacio... (Carlo Rovelli)

Después de haber ido tan lejos, desde la estructura profunda del espacio hasta el límite del cosmos que conocemos, quisiera volver, antes de concluir esta serie de lecciones, a nosotros mismos.

¿Qué lugar ocupamos nosotros, seres humanos que perciben, deciden, ríen y lloran, en este gran fresco del mundo que ofrece la física contemporánea? Si el mundo es un pulular de efímeros cuantos de espacio y de materia, un immenso juego de construcción de espacio y partículas elementales, ¿qué somos nosotros?  ¿También estamos hechos sólo de cuantos y de partículas?  Pero, entonces,  ¿de dónde viene esa sensación de existir de manera singular y en primera persona que experimenta  cada uno de nosotros? Entonces, ¿qué son nuestros valores, nuestros sueños, nuestras emociones, nuestro propio saber? ¿Qué somos nosotros, en este mundo inmenso y rutilante?

No puedo pensar siquiera en tratar de responder en serio a tal pregunta en estas sencillas páginas. Se trata de una pregunta difícil. En el gran cuadro de la ciencia contemporánea hay muchas cosas que no entendemos, y una de las que entendemos menos somos nosotros mismos. Pero evitar esta pregunta como quien no quiere la cosa implicaría, creo, pasar por alto algo esencial. Me he propuesto explicar cómo aparece el mundo a la luz de la ciencia, y en el mundo también estamos nosotros.

“Nosotros”, seres humanos, somos ante todo el sujeto que observa este mundo, los autores, colectivamente, de esta fotografía de la realidad que aquí he intentado componer. Somos nodos de una red de intercambios, de la que este libro es una pieza, en la que nos pasamos unos a otros imágenes, instrumentos, información y conocimiento. Pero también somos parte integrante del mundo que vemos; no somos observadores externos: estamos situados en él. Nuestra perspectiva de él es interna. Estamos hechos de los mismos átomos y de las mismas señales de luz que se intercambian los pinos en las montañas y las estrellas en las galaxias.

A medida que ha ido aumentando nuestro conocimiento, nos hemos ido haciendo cada vez más conscientes del hecho de que formamos parte, y una parte pequeña, del universo. Eso es algo que aconteció ya en los siglos pasados, pero que se ha producido de manera creciente en el último siglo. Creíamos estar en un planeta en el centro del cosmos, y no lo estamos. Creíamos ser una raza aparte en la familia de los animales y de las plantas, y hemos descubierto que descendemos de los mismos padres que todos los demás seres vivos que nos rodean. Tenemos bisabuelos comunes con las mariposas y los alerces. Somos como un hijo único que crece y descubre que el mundo no gira sólo a su alrededor como creía de pequeño: tiene que aceptar ser uno más. Reflejándonos en los demás y en las otras cosas, descubrimos quiénes somos.

 

Fuente: Siete breves lecciones de física. Carlo Rovelli. Editorial Anagrama. Barcelona.2016.

 

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