Determinadas actitudes o cualidades mentales favorecen la práctica de la meditación...

Determinadas actitudes o cualidades mentales favorecen la práctica de la meditación y proporcionan una tierra fértil en que las semillas de la atención plena pueden crecer y florecer. Al cultivar deliberadamente estas cualidades, estamos labrando la tierra de nuestra propia mente, nos estamos asegurando de que pueda servir como fuente de claridad, de compasión y de acciones correctas en nuestra vida.

Estas cualidades internas que favorecen la meditación no pueden imponerse, legislarse ni decretarse. Sólo pueden cultivarse; y, de hecho, sólo pueden cultivarse cuando uno ha llegado al punto en que su motivación interna es lo suficientemente fuerte como para querer dejar de contribuir a su propio sufrimiento y confusión y, quizás, a los de los demás. Todo se reduce a comportarse con ética, un concepto profundamente vilipendiado en muchos círculos.

En la radio escuché a alguien definir la ética como “la obediencia a aquello que no se puede imponer”. No está mal. Lo hacemos por motivos internos, no porque alguien esté llevando la cuenta o porque nos pueden castigar si rompemos las reglas y nos pillan. Somos fieles a nosotros mismos. La voz que escuchamos es una voz interior, del mismo modo que la tierra que labramos para cultivar la atención plena es una tierra interior. Pero sin un compromiso con un comportamiento ético, no podremos tener armonía. El comportamiento ético es el cerco que evita que las cabras entren y se coman los brotes de nuestro jardín.

Considero que la paciencia es una de las actitudes éticas fundamentales. Si cultivamos la paciencia, prácticamente no podremos evitar cultivar la atención plena, y nuestra meditación se irá haciendo cada vez más rica y madura. Después de todo, si en este momento realmente no estamos intentando llegar a ningún otro lugar, la paciencia surge por sí sola. Constituye un recordatorio de que las cosas se despliegan a su propio ritmo. No podemos meter prisa a las estaciones. La primavera llega, y la hierba crece por sí sola. Tener prisa no suele ayudar, y puede generar muchísimo sufrimiento, a veces a nosotros mismos y a veces a las personas que tienen que estar cerca de nosotros.

La paciencia es una alternativa siempre presente ante la agitación y la impaciencia endémicas de la mente. Si rascamos un poco en la superficie de la paciencia, lo que encontraremos debajo, ya sea sutil o no tan sutilmente, es enfado, la intensa energía de no querer que las cosas sean como son y de culpar a alguien (con frecuencia a nosotros mismos) o a algo de ello. Esto no significa que no podamos ir deprisa cuando tengamos que hacerlo. Podemos incluso ir deprisa con paciencia, con atención plena y moviéndonos rápidamente, porque hemos elegido hacerlo.

 

Fuente: Mindfulness en la vida cotidiana. Jon Kabat-Zinn.Ediciones Paidós Ibérica.Barcelona.2009.

 

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