Durante el siglo XIX nadie pensaba mucho en Hobbes porque sus ideas no parecían naturalmente relevantes...

Durante el siglo XIX nadie pensaba mucho en Hobbes porque sus ideas no parecían naturalmente relevantes para sociedades como la Inglaterra victoriana, la Francia, los Estados Unidos, y ni siquiera la Italia o la Alemania de entonces. Pero el siglo XX está políticamente más cerca del XVII. Las grandes luchas violentas por el poder, el surgimiento de Estados totalitarios, la brutalidad, el peligro a que está expuesta la vida individual son incluso mayores en este siglo que en aquél. Una de las cosas de las que habló Hobbes es la protección contra el asesinato. La gente temía morir violentamente. La posibilidad de una muerte violenta era más real en la Inglaterra del siglo XVII que, por ejemplo, en la de John Stuart Mill. De modo que en nuestra época Hobbes volvió a hacerse interesante. Hay ciertos momentos en que ciertos períodos del pasado cobran interés. La Atenas del siglo III no le interesa a nadie porque sus problemas nos resultan demasiado lejanos. En esto Croce tiene razón: todos los problemas reales son de algún modo contemporáneos. Hobbes describe un Estado autoritario, haciendo hincapié en leyes carentes de método legal de reforma. La razón para que obedezcamos al Estado es la protección que ofrece a nuestra seguridad. Son primordiales el miedo a la muerte, al daño o a la inseguridad. Así es en el fascismo o en otros sistemas totalitarios, donde la razón que uno obedece es la del miedo. La gente siguió a Mussolini porque le daba miedo la anarquía, la ocupación de fábricas por los obreros; hasta liberales como Croce y Toscanini lo siguieron al principio –y pronto se arrepintieron-. El motivo mayor de Hobbes es el miedo al desorden. Por eso estaba contra la diversidad de opiniones, especialmente en materia religiosa. Las sectas son gusanos en las entrañas del cuerpo político. Hay que suprimirlas.

 

Fuente: Isaiah Berlin en diálogo con Ramin Jahanbegloo. Grupo Anaya. Madrid. 2003.

 

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