Einstein recibió, en las postrimerías de su vida, una colección de ensayos que incluía una contribución del gran matemático Gödel...

Einstein recibió, en las postrimerías de su vida, una colección de ensayos que incluía una contribución del gran matemático Gödel. Éste creía poder probar la equivalencia entre pasado y futuro imaginando la posibilidad de un viaje al pasado. En su respuesta a Gödel, Einstein rechazó la idea: fuese cual fuese la tentación de la eternidad, aceptar la posibilidad de retornar al pasado equivalía a una negación de la realidad del mundo. Como físico, Einstein no podía aceptar esta consecuencia -sin embargo lógica- de sus propias ideas.

En “Una nueva refutación del tiempo”, el gran escritor Jorge Luis Borges expresa una ambivalencia análoga. Concluye, después de exponer las doctrinas que transforman el tiempo en una ilusión: “And yet, and yet… Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges”. El tiempo y la realidad están irreductiblemente vinculados. Negar el tiempo puede parecer un consuelo o semejar un triunfo de la razón humana, pero es siempre una negación de la realidad.

La negación del tiempo fue una tentación para Einstein el físico, al igual que para Borges el poeta. Einstein afirmó a menudo que había aprendido más de Dostoievski que de cualquier físico. En una carta a Max Born, escribía en 1924 que si tuviera que abandonar la estricta causalidad preferiría “ser zapatero, incluso ser empleado en un garito, antes de ser físico”. La física, para pretender algún valor, debía satisfacer su necesidad de escapar a la tragedia de la condición humana. "And yet, and yet…”  Cuando Gödel lo enfrentó con la última consecuencia de sus investigaciones (la negación misma de la realidad que el físico procura describir), Einstein retrocedió.

Sin embargo, podemos entender que Einstein se negara a aceptar que únicamente el azar pueda ser la respuesta a nuestras interrogantes. A igual título que el determinismo, el puro azar es una negación de la realidad y de nuestra exigencia de entender el mundo. Lo que hemos intentado construir es una vía estrecha entre esas dos concepciones que conducen tanto a la alineación, la de un mundo regido por leyes que no otorgan lugar alguno a la novedad y la de un mundo absurdo, acausal, donde nada puede ser previsto ni descrito en términos generales.

 

Fuente: El fin de las certidumbres. Ilya Prigogine. Santillana. Madrid.1997.

 

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