El artista no se siente solidario de las relaciones humanas, sociales, que brotan en el marco del régimen capitalista...

El artista no se siente solidario de las relaciones humanas, sociales, que brotan en el marco del régimen capitalista, y se niega a integrar su obra en dicha sociedad. Nota esta realidad, ante todo, como una realidad hostil al arte; la hostilidad la advierte aquí no en cuanto su creación es convertida en mercancía o cosa, sino en cuanto que las relaciones entre los hombres, bajo el imperio de las leyes de la producción capitalista y sujetas a una enajenación real, efectiva, se deshumanizan o fanalizan. Aunque el artista no tenga conciencia del carácter enajenado de la existencia humana en el marco de las relaciones capitalistas y, menos aún de su fundamento económico-social, advierte su vulgaridad, su cosificación; el arte que hace entonces expresa su inconformidad e incluso su rebeldía, con ese mundo burgués.

Por supuesto, las relaciones entre el artista y la sociedad burguesa no siempre han tenido este carácter. Cuando la burguesía era una fuerza social naciente o en ascenso, promovía nuevas aspiraciones e ideas que el artista expresaba. En la lucha contra el viejo orden feudal, contra los valores caducos que la burguesía quería demoler, el arte ocupó su puesto. En el Renacimiento y en la época de las revoluciones burguesas de los siglos XVII y XVIII el arte fue también un arma espiritual en manos de la burguesía. Con el cambio de temas y la introducción de otros nuevos se contribuía, desde la esfera del arte, a descalificar un mundo caduco y a exaltar el nuevo. En este sentido, el simple hecho de pintar un bodegón o el interior de una casa, dándole a estos temas una jerarquía estética que hasta entonces no había tenido, es en la pintura holandesa una desvalorización de lo pomposo, heroico, solemne o trascendente, asociado a un mundo cortesano, absolutista-feudal. La concepción de la pintura leonardesca, en el Renacimiento, como un medio de interpretar la realidad entera, rivalizando en esta tarea con la ciencia, expresa la actitud del hombre burgués, renacentista, que aspira a conocer la naturaleza para dominarla, y que es consciente de no ser ya un mero siervo de Dios, sino soberano del mundo. En la época en que se aproxima el estallido de la Revolución burguesa de Francia, la cruzada contra el rococó y la exaltación de las virtudes de la familia burguesa por Greuze o Chardin forma parte de la cruzada política y social contra el viejo régimen. Diderot en el siglo XVIII será consciente de la necesidad de asociar un modo de tratar artísticamente la realidad -el realismo- y las aspiraciones de la burguesía, contrapuesto a los nexos existentes entre el arte rococó y la aristocracia decadente de su tiempo. Para afirmar los nuevos valores morales y expresar la vitalidad cívica y heroica de los tiempos de la Revolución burguesa, el arte retorna al clasicismo pero impregnándolo de un nuevo contenido ideológico. El artista se solidariza con los ideales y valores de la burguesía y en el marco de un nuevo clasicismo acentúa el predominio del dibujo para subrayar la sencillez puritana y, al mismo tiempo, la grandeza heroica revolucionaria, a la vez que elude el color para que el cuadro, en contradicción con el puritanismo revolucionario, no se convierta, como sucede con el arte rococó, en un banquete de los sentidos, en una fiesta para los ojos.

 

Fuente: Las ideas estéticas de Marx. Adolfo Sánchez Vázquez. Ediciones Era. Mexico. 1967.

 

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