El automatismo robotizado de la mayoría de los pensamientos, de los sentimientos y de las conductas es normal y no debe preocuparnos demasiado...

El automatismo robotizado de la mayoría de los pensamientos, de los sentimientos y de las conductas es normal y no debe preocuparnos demasiado. El problema que debemos evitar es la automatización excesiva de nuestra personalidad que puede dar lugar a decisiones y acciones poco eficaces y poco inteligentes.

Hay que recordar que nuestra personalidad, incluyendo emociones y reacciones, depende del sistema referencial que en su mayoría nos impone desde fuera la cultura.

Es necesario un gran esfuerzo para comprender cómo funcionamos, escaparnos de automatismos, aprendidos y modificar las referencias ya establecidas. Para ello es necesario darnos cuenta del origen y del poder de nuestras estructuras ideológicas y sensoriales. El liberarnos, al menos parcialmente, de sus dictados supone la máxima realización de la libertad, de la inteligencia y del pensamiento individual.

La sensación de felicidad es uno de los automatismos mejor establecidos en la intimidad neuronal. No acude a la llamada de la voluntad y sería ingenuo decidir que “ahora voy a ser muy feliz” sin que haya causa para ello.

Lo que podemos hacer por actos de voluntad y de pensamiento es influir sobre la interpretación personal de las informaciones que se van recibiendo, reforzando sus aspectos placenteros y disminuyendo los desagradables. Es decir, desautomatizar las percepciones y las reacciones emocionales.

Éste es un privilegio al alcance de los seres humanos, que con frecuencia pasa inadvertido y no es utilizado adecuadamente.

Supongamos que estamos conduciendo un automóvil dentro del tráfico urbano. Lo natural es desesperarse por la lentitud que nos hace consumir un tiempo precioso, preocuparse por la masificación, por los riesgos de los malos conductores y por encontrarse perdidos en la masa maloliente de humos y de carrocerías movientes. En general todo esto produce personas tensas y malhumoradas, porque están reaccionando con automatismos emocionales. En las mismas condiciones de tráfico congestionado podemos, por un acto de voluntad consciente, desautomatizarnos y pensar que el enfado no va a resolver los embotellamientos ni acelerar a los coches y por lo tanto elegimos conducir relajadamente, gozando quizás de la música de la radio y de nuestros propios pensamientos.

 

Fuente: La felicidad. José M.R.Delgado. Ediciones Temas de Hoy. Madrid. 1999.

 

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