El cierre de filas del llamado bloque constitucionalista o bloque del 155 que en este momento suma más del setenta por ciento del Congreso de los Diputados...(Ramón Cotarelo)

El cierre de filas del llamado bloque constitucionalista o bloque del 155 que en este momento suma más del setenta por ciento del Congreso de los Diputados (PP, PSOE y C’s) hace impensable cualquier reforma de la Constitución que vaya más allá de lo puramente cosmético. Si a este bloque se añade la aportación de Podemos, que no se adhiere directamente al club de los reaccionarios, pero sí indirectamente en cuanto al problema que se trata es el del independentismo catalán, la suma de escaños pasa del noventa por ciento. El establishment  españolista y, por tanto, nacionalcatólico, tiene un respaldo casi unánime en el  electorado español. Esa es la realidad: España es un país católico, mayoritariamente autoritario y corrupto en el que entre ocho y diez millones de ciudadanos votan opciones corruptas de partidos compuestos por delincuentes que reaccionan dictatorialmente a toda amenaza de discrepancia.

Y eso solo puede romperse de modo revolucionario. Ahora bien, aunque las llamadas condiciones objetivas  (nivel de vida, tasa de explotación y pobreza, desempleo, pensiones, etc.) estén maduras para la revolución, no así, ni mucho menos, las subjetivas, condicionadas por el punto de vista de unos dirigentes sin voluntad alguna de correr riesgos, sino solamente de mantenerse al amparo de un statu quo del que depende su muy alto, lujoso, tren de vida al que ni por formación ni por experiencia laboral tendrían derecho. Y si las clases  y los estamentos intelectuales a los que el propio Lenin atribuía la función de orientar la conciencia de clase del sujeto revolucionario para superar la mera mentalidad sindicalista se han acomodado al buen yantar y buen vivir de un régimen de privilegios, está claro que tampoco las condiciones subjetivas ayudarán a poner en marcha proceso revolucionario alguno.

La revolución que puede transformar esta situación tiene otra procedencia. Sin duda lo que aquí se propone es una ruptura del marco estatal de hoy en España, pero no a cargo de unas fuerzas políticas no interesadas en provocarlo, sino de aquellas que sí lo están y actúan en consecuencia. Esta ruptura del marco estatal ha de venir propiciada por la revolución catalana, la única genuinamente popular y democrática. Por supuesto, el hipotético triunfo de esta revolución sería incompatible con la persistencia del Estado español como lo hemos conocido hasta la fecha (persistencia que, en todo caso, tampoco está garantizada si dicha revolución no se diera, dada la naturaleza fallida de este) y abriría un período de incertidumbre en el futuro próximo. Pero no debe olvidarse que toda acción política digna de tal nombre se da en el marco de la incertidumbre. La política es básicamente eso: opciones alternativas de futuros inciertos. En el caso que nos ocupa, estos futuros se articulan a lo largo de un eje dicotómico con dos polos opuestos: a) resolver la actual crisis retornando a la situación anterior, esto es, a un Estado más o menos descentralizado con Catalunya reducida a la sólida situación de una comunidad autónoma en régimen de substancial igualdad con los otros dieciséis entes regionales; y b) convertir Catalunya en una república independiente en relaciones con España, enmarcadas en el campo del derecho y las relaciones internacionales, por medio de embajadores y de igual a igual.

 

Fuente: España quedó atrás. Ramón Cotarelo. Ara Llibres. Barcelona. 2018.

 

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