El cine y la televisión también son precursores de la realidad virtual. Cuando vemos una buena película nos enfrascamos por completo en la historia que se cuenta y olvidamos...

El cine y la televisión también son precursores de la realidad virtual. Cuando vemos una buena película nos enfrascamos por completo en la historia que se cuenta y olvidamos nuestras preocupaciones, el tiempo y el mundo real. La pantalla grande ha generado numerosos mundos virtuales durante el siglo xx, como antaño lo hiciera el teatro. La televisión ha ido más lejos que el cine, al instaurar lo virtual en nuestra propia casa y pretender ser cinéma-vérité , es decir, información de lo que pasa en el mundo real. Siendo dos formas de realidad virtual, la televisión ha pretendido ser más real que el cine y no hay duda de que lo ha logrado. Fascinadas por las imágenes televisivas, muchas personas creen firmemente que lo que allí ocurre es real, porque pasa en sus casas y en el mundo de las 625 líneas. La tecnología ha sustituido a Rocinante por el mando a distancia, pero la vida cotidiana ha seguido impregnándose de virtualidad. La propaganda y el espectáculo televisivo tienen efectos reales sobre las personas, pese a ser construcciones artificiales. Parecida influencia ejercieron los libros de caballerías sobre el hidalgo de La Mancha.

Sin embargo, los precedentes de la realidad virtual se remontan a muchos siglos atrás. Desde que los seres humanos creyeron en los mitos y leyendas, la virtualidad se hizo carne y habitó entre nosotros. Los entes virtuales han formado parte de la vida social en todas las culturas. Como Don Quijote, muchas personas han armado su cuerpo y su mente con toda clase de utopías que trascendían la dura realidad que vivían a diario. Los molinos de viento teórico han abundado a lo largo de la historia y quien más quien menos hemos soñado con alguna Ínsula Barataria donde poder instaurar un nuevo mundo. La realidad virtual entronca con esta larga tradición de mundos de ficción, en los que nunca han faltado gigantes contra quienes luchar ni alguna Dulcinea a la que hubiéramos jurado amor y fidelidad. Inoportunos Sanchopanzas decían que no eran gigantes, sino molinos, mas ¿cómo renunciar a la dinámica que lo virtual imprime sobre lo real? Los mitos, los rituales religiosos, el teatro, la literatura, el cine y la televisión son los grandes precursores de lo que hoy en día denominamos realidad virtual.

 

Fuente: Un mundo virtual. Javier Echeverría. Plaza & Janés. Barcelona. 2000.

 

« volver