El conocimiento individual tiende a poner énfasis en la subjetividad, en el sentido de las metas, sueños y aspiraciones personales...
El conocimiento individual tiende a poner énfasis en la subjetividad, en el sentido de las metas, sueños y aspiraciones personales que se comparten con familia y amigos íntimos, así como la búsqueda general de placer y seguridad. Sin embargo, en la sociedad, el conocimiento tiende a dar importancia a una especie de objetividad con aspiraciones y metas comunes, y se intenta colocar en primer lugar la conformidad y la persecución del bien común. Uno de los conflictos fundamentales en la vida surge en el intento de unir estos dos fragmentos de manera armónica. Por ejemplo, cuando una persona crece se encuentra con que sus necesidades individuales tienen en la sociedad poco o ningún lugar. Y, a su vez, cuando la sociedad comienza a actuar sobre el conocimiento individual de manera falsa y destructiva, la gente se va haciendo cínica. Comienzan a pasar por alto las exigencias de la realidad y el bien común en favor de los intereses propios y los de su grupo.
Dentro de este orden de conocimiento normalmente fragmentario, el orden social del lenguaje se destina sobre todo a comunicar información. El fin último de ello es producir resultados que se ven como necesarios, para la sociedad o para el individuo, o quizá para ambos. El significado tiene un papel secundario, en el sentido de que, por ejemplo, primero se plantean los problemas a resolver, y después el significado se dispone de modo que pueda facilitar la solución de estos problemas. Una sociedad puede, desde luego, encontrar un significado primario común en los mitos, como el de la invencibilidad de la nación o su destino glorioso. Pero esto sólo conduce a ilusiones, que a la larga resultan insatisfactorias, peligrosas y destructivas. Así, el individuo se queda aparte, buscando de manera desesperada algo que pueda dar a la vida un significado auténtico. Pero esto raras veces se encuentra ni en la sociedad, cruda, mecánica y despreocupada, ni en la vida aislada, y por tanto solitaria, del individuo. Porque si no hay un significado común que compartir, una persona puede estar sola incluso en medio de una multitud.
Lo especialmente relevante en todo este conflicto es el comprender de manera adecuada la naturaleza de la cultura. Parece claro que la cultura
es esencialmente significado, compartido en la sociedad. Y aquí “significado” es también
intención, propósito y valor. Por ejemplo, el arte, la literatura, la ciencia y otras actividades semejantes de la cultura son todas parte de una herencia común de
significado compartido, en el sentido al que nos referíamos antes. Este significado cultural no aspira
en primer lugar a la utilidad. De hecho, no puede decirse que una sociedad tenga una cultura si sólo limita su conocimiento a la información que le parece útil, con lo que la vida carecería prácticamente de significado. Incluso en nuestra sociedad actual, parece que la cultura, considerada de esta manera, tiene poca importancia en comparación con otros asuntos que grandes sectores de la población consideran de importancia vital.
Fuente: Ciencia, orden y creatividad. David Bohm y David Peat. Editorial Kairós. Barcelona. 2003.
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