El contrato matrimonial implica la sumisión de la necesidad personal a un esquema temporal impuesto desde el exterior, y a través de esa sumisión...
El contrato matrimonial implica la sumisión de la necesidad personal a un esquema temporal impuesto desde el exterior, y a través de esa sumisión nuestro tiempo y espacio sociales quedan confinados en una región de alteridad, que deja en nosotros un vacío tal que “con el tiempo” (que termina por despojarnos de nuestro tiempo) acabamos por no percatarnos de ello. Si nos damos cuenta, podemos desear recobrar nuestro tiempo, pero descubrimos entonces que recobrarlo supone la devastadora demolición de nuestras estructuras de seguridad que han sido laboriosamente levantadas, y desencadenar completamente un arcaico sentido de la culpa por lo que estamos haciendo contra la seguridad de los otros. Podemos desesperarnos, pero debemos permanecer alerta a los resultados, porque nos encontraremos situados en el otro extremo de la cuerda, comprobando que la progresiva expansión de nuestra desesperación afecta a aquellos con los que estamos estrechamente relacionados.
Fuente: La muerte de la familia. David Cooper. Editorial Ariel. Barcelona. 1976.
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